Intento concentrarme en lo que el psicólogo me dice, creo que algo con respecto al consentimiento y el amor, no sé la verdad, no puedo prestarle atención porque los labios de una castaña pegados a los míos no salen de mi mente, estoy irritado conmigo mismo, no puedo pensar tanto en ella, está mal.
- Lukas.- miro a mi psicólogo, es bueno, bastante y me ha ayudado a comprender cosas que creía eran y no son mi culpa.- Estás distraído ¿has vuelto a tener pesadillas?- niego, extrañamente llevo unas semanas sin ellas.
- No.- sé que quiere que le hable, es parte de la terapia.
- ¿Hay alguna mujer en tu vida?
- A parte de mi hermana, mis sobrinas y mi cuñada, no.- obvio decir que Samantha, porque ella no me importa.
- Bueno, creo que por hoy ya hemos terminado.- asiento.
Conduzco con cuidado hasta la casa de mi abuelo, desde que hace una semana y media comencé las terapias con este hombre, he sentido la necesidad de pasar más tiempo con Biel, algo que también ocurre porque ahora se parece más a mi que a su difunta madre.
No es necesario que llame al timbre ya que tengo llaves, saludo a mis abuelos que se dan cuenta antes que mi hijo de que estoy en la sala.
- Papá.- grita al darse la vuelta.
Deja de ver la televisión y sale corriendo a mis brazos que se encuentran abiertos para recibirlo, para tener diez años es bastante alto y delgado, constitución de un Hoffman, por suerte no es como la de su madre, me ayuda a no verla a ella que en ese aspecto se parezca a mi.
- Hola ojos grises.- me burlo un poco de él.
- Papá.- se cruza de brazos con molestia.
- Lo siento Biel, dame otro abrazo.- mi hijo hace lo que le pido y le dejo un beso en lo alto de su cabeza.- ¿Cómo estás?
- Súper bien, hoy mi profesor de matemáticas me ha dicho que soy muy inteligente.- y lo es, ni yo sé tantas matemáticas como él, pero es que mi hijo las adora.
- Me alegro muchísimo Biel, tienes que seguir así.- lo felicito antes de sentarme con mis abuelos en el sofá.
- ¿Iremos a la cabaña?- me pregunta con emoción, dando pequeños saltos.- Quiero pescar.
- En dos semanas empiezan tus vacaciones de invierno, entonces iremos.
- Sii.- comienza a gritar y saltar mientras ríe y sin poder evitarlo también lo hago.
Amo a Biel posiblemente más de lo que me amo a mi, es mi niño, lo amo más que a mi hermana, de no haberlo querido podría haberlo dado en adopción, tenía tan solo dos meses cuando lo traje a casa de mi abuelo tras quitárselo a escondidas a esa loca, pero lo quería, sabía que era mío, me dejaron asistir a su nacimiento, estuve su primer mes con él, levantarme en la madrugada para atender las necesidades que su madre no quería darle.
Para mi, Biel me sacó de la oscuridad, me dio luz después de haber perdido a mamá, después de haber pasado por verdaderos infiernos, él fue un regalo que amé a pesar de como se dieron las circunstancias para tenerlo. Hubiese dado hasta mi último euro por haber amado a su madre, por no despreciarlo un poco por parecerse a ella, ojalá fuese como Andrómeda que lo único de su padre son sus ojos miel, pero mi hijo es él. Es mi niño hermoso y lo quiero tal como es, solo que a veces es difícil.
- Tenemos que ir solos.- me mira por largos segundos.
- ¿Por qué? Andrómeda se pondrá triste.
- Ya, pero ella es muy pequeña y se aburre, Cande llora mucho – hace una mueca de disgusto.- , y la tita odia el lago.- mi hermana lo detesta.
- Entonces, ¿Un fin de semana solos?
- Si, mi papá solo para mi.- me ríe antes de abrazarme.- Te quiero papá.
- Yo también Biel, más que a nada en este mundo.- le doy un beso en lo alto de la cabeza.
- ¿Más que a la tita Ana?
- Más que a ella.- le digo con una sonrisa.- pero no se lo digas que se pone celosa.
- Será nuestro secreto.- me promete.- ¿Te quedas a cenar?
- No puedo pero la próxima vez te prometo que me quedo.
- ¿Súper promesa Hoffman?- dice tan adorable como siempre.
- Claro enano.- le revuelvo el pelo negro.
- No soy enano, soy alto, soy el más alto de la clase.- se queja igual que mi hermana.
- ¿Cuánto mides?- le pregunto con curiosidad porque realmente no lo sé.
- No sé.- miro a mi abuelo, sé que lleva control de todo.
- Mide uno sesenta y pesa cuarenta y ocho kilos, es igual que tu hermana. Alto y delgado pero traga como un condenado.- me río porque es cierto, Ana y mi hijo pueden comer un plato para tres personas ellos solos y seguir delgados.
Me despido de mi hijo, cuando esté listo, cuando me sienta cien por cien listo y su madre ya no me importe, juro que me lo llevaré a vivir conmigo, lo más deseo es poder verlo todos los días, llevarlo al parque, a comer, a la escuela, vamos, hacer lo típico de padre e hijo que ahora no puedo hacer por miedo, ¿y si lo lastimo solo por parecerse a ella? No podría perdonarme si eso sucediese.
Llego al apartamento cansado, ha sido un día largo pensando en el beso con Samantha y como ambos nos hemos estado ignorando, echo de menos que me diga como le ha ido el día en la oficina, pero esto es bueno. Necesitamos distanciarnos.
- Lukas.- me giro para ver a Brianna con el maquillaje corrido, parece haber estado llorando.