Zara Collins
Hay una regla que nunca rompo: nunca me meto con chicos que ya tienen novia.
Parece simple, ¿verdad? Lógica. Moral. Incluso básica. Y sin embargo, si fuera tan fácil, no estaría aquí sentada en el último pupitre del aula 3B, escuchando a la profesora decir las palabras más temidas por cualquier chica que intenta mantenerse lejos del drama:
—Proyecto en parejas. Yo asigno.
Muerdo el borde de mi lapicero. Mala idea. Tiene tinta. Genial.
A mi izquierda, Maya me lanza una mirada cómplice. Ella ya sabe lo que viene. Sabe que si me toca con algún idiota arrogante con ego de estrella, voy a perder la poca paciencia que me queda esta semana. Y eso que es lunes.
—Zara Collins con… Liam Hunter.
Mi corazón se detiene. Por una milésima de segundo, todo se congela. Las risas suaves. Los murmullos. La voz de la profesora. Todo.
Liam.
El típico chico que todas quieren. El que tiene a la mitad del equipo de fútbol siguiéndolo como si fuera una celebridad. El que sonríe como si supiera todos tus secretos.
Y, claro… el que tiene novia.
Me obligo a mirar al frente. No voy a girar la cabeza. No voy a buscarlo con la mirada. No voy a…
—Nos vemos después de clases —dice una voz a mi derecha. Su voz.
Cierro los ojos un segundo.
—Zara Collins con… Liam Hunter.
No sé si me paralizo por completo o si es mi imaginación.
No lo busco con la mirada. Me niego.
Pero lo siento. A mi derecha. Esa presencia tranquila y segura que lo envuelve todo como si le perteneciera.
Liam Hunter.
El capitán del equipo de fútbol. El tipo que tiene más seguidores en Instagram que la cuenta del instituto. El que siempre tiene una sonrisa encantadora en la boca… y una chica perfecta colgada del brazo.
Cassidy Moore. O como le dicen por aquí, la diosa rubia. Su novia desde hace más de un año. Hermosa, elegante, popular. Todo lo que yo no soy.
Y sin embargo, el universo —o Winston, que viene a ser lo mismo— ha decidido que mi castigo por existir sea hacer un proyecto con él.
—Nos vemos después de clases —dice una voz baja y segura. La suya.
Lo miro.
Liam me está mirando con una sonrisa tranquila, como si ya supiera que esto va a ser divertido. Como si no fuera completamente consciente de que es mi peor escenario posible.
—Sí… claro —respondo, con una voz que apenas reconozco.
Cuando se gira, no puedo evitarlo. Lo observo. Su espalda ancha bajo esa chaqueta universitaria. Su forma de caminar, relajada y segura. Y por primera vez en mucho tiempo, siento algo parecido a nervios en el pecho.
Y eso no me gusta.
Porque yo tengo reglas.
Y Liam Hunter… es justo el tipo de problema que no quiero volver a tener.
En cuanto suena el timbre, el salón se vacía como si hubieran liberado a un montón de prisioneros. Yo me levanto despacio, como si al moverme muy rápido fuera a materializarse un desastre. Maya me espera en la puerta, con esa sonrisa en la cara que siempre significa problemas.
—¿Tú y Liam, eh? —empieza sin rodeos, caminando junto a mí por el pasillo atestado de estudiantes.
—No empieces —le advierto, acomodando la mochila en mi hombro.
—Solo digo… qué coincidencia tan divina. —Rueda los ojos como si el universo le hubiese hecho un regalo—. Zara Collins, la chica de las reglas, termina emparejada con el chico más guapo del instituto. ¿No crees que es una señal?
—Sí. Una señal de que la profesora Winston odia la felicidad —respondo sin dudar.
Ella se ríe.
Nos dirigimos a las bancas del patio, justo al lado de las máquinas expendedoras. El sol californiano está más suave hoy, y hay una brisa que me revuelve el cabello, aunque ni siquiera me molesto en peinarlo.
—Va en serio, Zara. ¿Y si esto es como… destino? —pregunta, metiéndose una galleta en la boca—. O sea, ¿qué pasa si él resulta ser diferente?
—¿Diferente de qué? ¿Del hecho de que tiene novia? —le lanzo una mirada—. Maya, no va a pasar nada entre Liam y yo. Cero. Nunca. Nada.
—Ajá —mastica con lentitud—. Como cuando dijiste que nunca ibas a hablar con Evan después de que te copió en matemáticas y luego te vi compartiendo un helado con él.
—Eso fue porque me compró un helado. Estaba vulnerable. ¡Y no me gustaba!
—Claro, claro.
Suelto un suspiro, frustrada.
No entiendo por qué todos piensan que solo porque un chico es guapo y encantador, eso automáticamente significa que vas a perder la cabeza por él. Yo tengo más autocontrol que eso. Soy lógica. Racional. Práctica.
—No me importa lo guapo que sea —digo con firmeza—. Tiene novia. Punto final. Nunca pasaría algo entre él y yo.
Maya se me queda mirando unos segundos, como si quisiera decir algo más… pero no lo hace. Solo sonríe como quien ya sabe el final de la historia y no tiene intenciones de advertirte.
—Está bien —responde finalmente—. Pero cuando rompas tu regla, te voy a recordar esta conversación.
Levanto una ceja.
—Eso no va a pasar.
Pero hay algo en mi estómago… una sensación incómoda que no se parece a certeza.
Y eso me asusta más que cualquier proyecto con Liam Hunter.
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Editado: 23.05.2025