Destinatario

Octubre 23, 2017

Querido tú;

Me encontraba refugiada en una de las tantas cafeterías repartidas por el pueblo. Hacía frío a causa de la lluvia torrencial que se había apoderado del ameno clima de Wilberth Cline, la cual me tomó desprevenida al instante de su caída; no conté con que la Madre Naturaleza fuese a cambiar tan repentinamente su humor, y no me quedó más salida que protegerme de ella dentro del Cleverland's Coffee.

Podía vislumbrar a través del ventanal como muchas personas corrían bajo aquel formidable tiempo climatológico, buscando con desesperación lo que yo encontré hacia minutos atrás. De repente, la puerta fue abierta de manera abrupta, lo cual llamó mi atención al instante; una familia ingresó corriendo al cibercafé, y tú eras quien sostenías la puerta para que su entrada al local no se viese interceptada ni retrasada por la misma.

El tiempo dejó de transcurrir con normalidad al segundo en que nuestras miradas se toparon. No pude evitar sentirme intimidada por aquel bello par de ojos que te pertenecía; nunca había sido amante de los ojos claros, en especial si eran grises, pero aquella tarde tormentosa cambié mi forma de pensar. Quedé enamorada de ese bello tono azul grisáceo que tenía tus ojos, no obstante también me enamoré de ti. Fue algo que me hizo pensar seriamente eso de que el amor a primera vista no existe, porque lo estaba experimentando en carne propia.2

Mi respiración se detuvo cuando te acercaste hacia mi mesa.

—¿Puedo acompañarla? —Preguntaste, señalando el asiento que tenía en frente.

Asentí en forma de respuesta. No sabía bien qué estaba haciendo, tampoco tenía una idea clara de quién eras. «¡Entonces ¿por qué le permites sentarse contigo?!», inquirió la parte racional de mi cerebro, sin embargo no tenía una respuesta para ello en aquel preciso momento.

Sonreíste.

Y yo me sonrojé.

Tras ocupar el asiento que con anterioridad me habías indicado, no nos dirigimos la palabra; tú por estar concentrado en tu teléfono y yo por encontrarme centrada en ese ensayo que redactada en mi computador. Por el tono de las notificaciones, deduje que te hallabas bastante entretenido chateando con alguien en WhatsApp, que bien podría ser un amigo o tu pareja. «Tiene su novia. Por supuesto, ¿por qué no la tendría?», me dije a mi misma, pues eras muy guapo como para no estar en una relación.

Despegué momentáneamente mi mirada del portátil que descansaba en la mesa, percatándome de que me observabas con interés, sosteniendo en tu mano aquel aparato que no dejaba de sonar. Mantuvimos la mirada en el otro; yo con miedo y tú con pudor. Ambos estábamos sonrojados.

—Soy Carlos —Dijiste con una tímida sonrisa, la cual me provocó ternura.

—Elizabeth... —Tartamudeé, por lo que tú me regalaste otra sonrisa, pero esta vez con un poco más de confianza.

Y fue de esa pequeña presentación que surgió la más divertida conversación que nunca en mi vida volveré a tener. Me regalaste las cuatro horas más entretenidas de mi vida e hiciste que me enamorara de ti. No estabas en una relación, por ello no me compliqué.

Lastimosamente el deber me llamó, literal: debía ir a casa de la familia Jiménez a cuidar de Diego hasta que sus padres retornasen de su reunión. Nos despedimos, no sin antes intercambiar nuestros números de contacto. Recuerdo que decidiste acompañarme a mi lugar de trabajo, pero yo te lo impedí, pues aún quedaba algo de sentido común en mí y no pensaba exponer a uno de mis bebés. Continuamos con nuestra conversación por WhatsApp hasta las 03:28hrs. Yo tenía universidad a las 07:00, tú a las 06:40, por lo que nos despedimos y allí quedó todo.



#48834 en Novela romántica
#7871 en Chick lit

En el texto hay: amor a primera vista, romance, drama

Editado: 03.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.