Destined

Capítulo 1.- Amargo

Cuando era pequeña mi madre solía decirme que mi basta curiosidad terminaría por conducirme a mi propio final, siempre fue insistente en que no me entrometerse en asuntos que "eran para hombres" y a pesar que en su momento lo único que hacía era molestarme con ella y no hablarle por horas por fin he comprendido...

Su angelical voz aún escucho llamarme, pidiéndome que la ayude con esas cosas que nunca me gustaron y que por más que le insistiera que era de mi desagrado sólo repetía una y otra vez que, a pesar de que no era mi culpa, el haber nacido de esta manera era la razón por la que a mí me correspondía hacer aquello.

Escucho su tarareo a la hora de irme a dormir, cuando tenía pesadillas y despertaba a mitad de la noche o simplemente cuando quería que se quedará un poco más junto a mí.

Mi curiosidad no me ha llevado a mi fin a mí, sino a ella...

–Todo es mi culpa. –Murmuré por lo bajo.

Observe cómo mi padre prendía fuego a aquel cuerpo ya inerte de ese alguien que alguna vez fue mi madre, sus ojos estaban ahogados en lágrimas, pero él se negaba a llorar, yo no podía hacer nada más que observar en silencio, escuchando sollozos y recibiendo más de una mirada de desagrado.

-Si tan sólo hubiera obedecido a su madre. -Escuché.

Mis instintos me pedían a gritos que callara esos molestos murmullos a mis espaldas, pero el recordar que realmente había sido mi culpa fue lo que me detuvo.

El fuego ardía cada vez más y las llamas se alzaban tan alto que parecían tocar el cielo, por un momento hubo un silencio en despedida a mi madre, sólo por respeto tratándose de la esposa del líder.

–Hasta luego, cariño. –Escuché a mi padre murmurar.

Aunque aquella escena estaba frente a mí y recordará exactamente lo sucedido en aquel momento, aunque estuviera consciente de lo que estaba pasando, algo dentro de mí se negaba a aceptarlo por completo.

Mi madre me habría de perdonar por lo que hice.

Yo sé que así será, pues...hasta el último momento me sonrió, sus últimas fuerzas las uso para eso, hasta que finalmente cerro sus ojos y jamás los volvió a abrir.

Si tan sólo le hubiera obedecido.
 

Ocho años después.
 


 

-¿Me estás diciendo que la situación está cada vez peor? -Preguntó con enfado.
 


 

-Así es... -Se escuchó una apenada respuesta.
 


 

-Maldición, eso no puede ser. -Seguido de aquello golpeó fuertemente el piso.
 


 

La voz de aquella persona resonó con notable molestia, ahora lo único a lo que se podía dedicar era a observar sin hacer ninguna otra cosa.
La persona portadora de aquella dulce pero fuerte voz se levantó con molestia del lugar donde se encontraba sentada, comenzó a caminar con dirección a la posada de su padre, cuando estaba apunto de entrar pudo escuchar algo.
 


 

-Si le pedimos ayuda probablemente nos pueda brindar algo de calma. -Se escuchó hablar a un hombre
 


 

-No digas locuras, él ni siquiera sale del lugar en donde vive. -Le contestaron.
 


 

Su curiosidad la carcomía, pero cada vez que algo así pasaba sólo podía recordar que en el pasado esa curiosidad le trajo bastantes consecuencias, a pesar de estar a sólo escasos centímetros de entrar al lugar, optó por retirarse, regresando a aquel lugar de donde anteriormente había provenido.
 


 


 


 

Su cabello negro con brillo azulado se meneaba al compás de sus movimientos, a lo único que se dedicaba era a atacar y esquivar los golpes del contrincante, siendo la única descendencia legítima, le correspondería tomar el lugar de su padre cuando él no estuviera, sin embargo, su prioridad era aprender a defender a su pueblo sin ningún fallo, ante todo.
 


 

-Señorita, su padre la está llamando. -Se escuchó una voz desde lo lejos.
 


 

Unos ojos oscuros cómo la noche, tan profundos que podría ser fácil perderse en ellos, desviaron su mirada a la persona que le estaba llamando, apenas logró esquivar el último ataque de su contrincante.
 


 

-Vamos, tranquilo. Continuaremos mañana Eithan. -Concluida su frase, le dedicó una leve sonrisa.
 


 

-Está bien. -Contesto sin ánimo. -Te veo mañana.
 


 

Aquel hombre se quedó observando cómo aquella chica se retiraba dejándolo solo.
 


 

Eithan, 18 años, 180 cm de altura, cabello castaño, ojos grises y tez color canela.
Era amigo de la infancia de la contraria, siempre había estado con ella, hasta en los momentos más difíciles cómo cuando perdió a su madre y su mundo se derrumbo, él aquella vez le prometió estar con ella y siempre lo estaría, la protegería ante todo y ante todos.
 


 

Aquella chica caminó tranquilamente hasta llegar donde se encontraba su padre, hizo una pequeña reverencia.
 


 

-Padre, ¿Me ha llamado? -Pronuncio mientras se acercaba 
 


Un hombre de aproximadamente 40 años de edad dirigió su mirada hacía ella, esbozando una pequeña sonrisa.

-Hija mía, ya has venido. -Dijo esbozando una sonrisa.

-Escuché que me estaba llamando y decidí venir inmediatamente.

Aquella le contesto con completa seriedad, antes de ser su padre era el líder de la aldea y le debía mucho respeto, por lo que las bromas y juegos de cuando era niña quedaron en el pasado.

Su padre nunca le reprochó de sus actos cuando ella aún era una niña, incluso después de la muerte de su madre todo continuo sin ningún problema, cómo si no hubiera pasado nada, al menos así intentaba ser su padre, pero ella sabía que muy en el fondo se reprochaba no haber podido hacer nada para salvar a la mujer que amaba y que más en el fondo culpaba a su propia hija por no obedecer lo que debía.



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En el texto hay: tragedia, romance

Editado: 18.02.2019

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