Henry.
Sentí una presión persistente en mi caja torácica que aparecía y luego se iba, para regresar nuevamente. Supe que me estaban haciendo RCP, y a pesar de que mis ojos estaban aún cerrados, podía distinguir un tumulto de voces que se gritaban órdenes o pedían ayuda. Traté de abrir los ojos, pero no lo conseguía y, sin embargo, era consciente de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. De repente, sentí como el agua quería salir expulsada de mis pulmones y lo logré, entre arcadas y con la constante sensación de ahogo, escupí el agua mientras alguien golpeaba gentilmente en mi espalda para ayudarme. Junto a mí, escuché como alguien estaba haciendo lo mismo, así que abrí mis ojos y la miré directamente a los suyos. Hana, ella también lo había logrado. Sentí un alivio repentino y eso me ayudó a respirar mejor.
Su cabello negro, largo y lacio caía por su rostro casi tapando por completo sus grandes y expresivos ojos grises. Con los míos le rogué que moviera su cabello y así poder ver su hermosa mirada, esa que me cautivó desde el segundo en que me miró. Sus ojos me recordaban a una tormenta en el horizonte: tan hermosa, pero igual de destructiva.
-Joven — un paramédico trató de llamar mi atención con urgencia y para eso, utilizó esas pequeñas linternas del tamaño de una pluma de escribir. Fue tan molesto que tuve que pestañear para acostumbrarme a su brillo. —Necesito que responda algunas preguntas. ¿Recuerda su nombre? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo podemos contactar a sus padres o algún otro familiar? ¿Recuerda lo que sucedió?
-Si – dije respondiendo a las preguntas, pero evitando el rostro del paramédico, solo deseaba ver el de Hana – soy Henry Maxon, tengo 18; mis padres están en el trabajo y mi hermana en un campamento de verano. Se que tuvimos que saltar del puente porque un camión perdió el control.
Al parecer el paramédico quedó satisfecho con mis respuestas ya que asintió a cada una de ellas con ímpetu, pude sentir el alivio que irradió de él. A mí lado, Hana estaba respondiendo a su propio interrogatorio, al parecer tenía 17 años, todo iba bien, pero cuando le insistieron con la dirección de su hogar y la forma de comunicarse con sus padres fue cuando su actitud cambió drásticamente. Sus labios se tensaron en una línea recta, algo que no creí fuera posible ya que eran carnosos y en forma de corazón. Sus ojos grises pasaron de asustados a distantes y angustiados mientras buscaba una forma de escapar del lugar; lo sabía, porque yo mismo había pasado por eso. Tener a un conjunto de personas atosigándote a preguntas y lo único que deseas es escapar de ellos. Para su fortuna, todos decidieron darse por vencidos y dejar de interrogarla, lo cual fue un alivio para Hana.
Me puse de pie, aún en contra de las indicaciones del paramédico y su compañera, quién me había estado tomando la presión hasta ese momento. Caminé hasta quedar junto a Hana y le ofrecí mi mano; ella me miró de soslayo y titubeó, pensando si debía o no aceptar mi ayuda, pero la determinación se instaló en su cara cuando escuchó a los paramédicos hablar con los conductores de las ambulancias: iban a trasladarnos al Brooklyn Hospital Center.
Hana tomo mi mano y la utilizó para ponerse de pie, una corriente me recorrió desde el lugar exacto donde Hana había tocado con sus dedos y, al parecer, ella también sintió la oleada de corriente porque una vez estuvo de pie, su mano soltó la mía como si se hubiera quemado.
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Editado: 11.12.2024