Destino Compartido.

Capitulo 2.

Hana.

De alguna forma ambos habíamos logrado escapar de lo inevitable: la muerte. Y no era quejumbrosa, ni mal agradecida, pero algo me decía que aquello no terminaría tan fácilmente. No, mis experiencias y aventuras en la vida, jamás tenían un final; y menos uno feliz.

Mi intuición no me falló. Luego de que los paramédicos se dieran por vencidos al ver que yo no diría ni pío sobre donde vivía o quienes eran mis tutores, ellos decidieron ignorar mi presencia y hablar entre sí. Pero, sí existía una persona en ese lugar que no quería ignorarme: Henry.

Podía sentir su insistente mirada desde que ambos despertamos a la vez; él estaba buscando que yo lo viera, pero por alguna razón yo me reusaba a hacerlo. Quizá fuera por vergüenza, o incluso por miedo a que, con esa penetrante mirada suya, él fuera capaz de ver más allá de la gran muralla que construí para que las personas no pudieran ver cuan rota estaba en realidad.

De pronto y sin previo aviso, Henry se puso de pie desobedeciendo las ordenes de los auxiliares que estaban atendiéndolo. Su rostro llevaba la determinación en toda su gloria, y por experiencia en casos así, sabía que no lograría reusarme a la petición que hiciera. Él camino hasta quedar justo frente a mi rostro y, como un salvavidas que yo no deseaba tomar, su mano se extendió en mi dirección. Algo en mi interior me rogaba a gritos que la sujetara y no la soltara, pero a su vez el miedo que siempre estaba presente me decía que no lo hiciera. Sabía que, si aceptaba ese salvavidas, no logaría soltarlo a tiempo y él se hundiría conmigo en mi infinito mar de eterna agonía. Entonces, mi peor pesadilla se hizo realidad, o al menos una de ellas; los paramédicos y los conductores de las ambulancias estaban hablando entre sí sobre llevarnos al hospital. Fue cuando decidí aceptar la ayuda de ese ángel enviado por alguna deidad que al final de cuentas, se había apiadado de mi miseria.

Mi mano se cerró con firmeza alrededor de la suya, pero en cuanto nuestra piel entró en contacto fue como si un rayo cayendo del cielo nos hubiera alcanzado. Logré ponerme de pie, aunque una vez que estuve parada, tuve que soltar su mano de inmediato. La corriente que me recorrió me recordó al calor de una hoguera cuando te acercas más de la cuenta queriendo comprobar si en realidad, te quemarás. Pude ver en sus ojos que él sintió exactamente lo mismo, pero ninguno dijo nada en voz alta; no hacían falta las palabras, las miradas decían más.

-Bien – dijo una mujer de cabello castaño y rostro rechoncho en total desacuerdo con el resto de su fisonomía equilibrada en un estado saludable – chicos, debemos llevarlos al hospital para realizarles estudios...

- ¿Por qué? – la interrumpí con gran ansiedad – Si ustedes mismos han chequeado nuestra presión y signos vitales, dijeron que estábamos bien.

Ella miró con asombro a uno de sus compañeros, quién se encogió de hombros sin tener respuestas a la pregunta no formulada de su compañera. Ella suspiro con cansancio, pero pronto sonrió amablemente y eso me molestó. Era evidente que solo lo hacía por cortesía y protocolo, no porque realmente sintiera deseos de sonreírle a una adolescente mal humorada y prepotente como yo. Me fastidiaba que las personas no fueran honestas y genuinas con las emociones que realmente sentían, el mundo sería más fácil si las personas fueran más directas.

-Cariño, – empezó ella y eso solo me molestó aún más, por que sonaba todavía más falso que una sonrisa – entiendo que la situación por la que acaban de pasar es algo traumática y puede que estés un poco confundida, pero, aun así, debemos llevarlos al centro médico para realizarles más estudios.

Estaba por lanzar otra oleada de preguntas y excusas, cuando una mano se posó sobre mi hombro. Supe que se trataba de Henry sin verlo; una ola de corriente me atravesó allí donde él toco e inmediatamente, tan pronto como me había tocado, su tacto también se esfumo. Nuestras miradas se encontraron y a pesar de que la confusión estaba grabada en su hermoso rostro, él sacudió la cabeza y me lanzó una media sonrisa intentando tranquilizarme.

-Está bien Hana, ellos tienen razón. – Yo lo mire sin entender a que se refería, pero él pronto me saco de esa duda. – Debemos ir al hospital y.… verificar que todo esté bien.

Claramente Henry se refería a las extrañas descargas eléctricas que estábamos recibiendo al entrar en contacto y, a pesar de que yo estaba igual de ansiosa por saber a qué se debía, también tenía más que claro que a diferencia de él, yo no tenía un seguro médico ni una familia que me respaldase económicamente para ir a un hospital.

-No, yo.... no puedo ir.

Lo último salió en un susurro apenas audible, pero estaba claro que él si había logrado escucharme.

-No entiendo porque te opones a ir con nosotros niña, pero debes acompañarnos. Eres una menor de edad y estuviste en un accidente, no es que tengas muchas opciones y tampoco te lo estamos pidiendo, es una orden. Los dos, vendrán con nosotros.

No quería ir, y no solo era eso; tampoco debía ir. No si quería mantener oculto mi historial médico, algo que una molesta voz solía gritar con insistencia en mi interior: no dejes que sepan sobre ti. Pero la mujer parecía realmente molesta y sabía que seguiría insistiendo hasta que ambos estuviéramos dentro de la ambulancia y, Henry necesitaba ser examinado por si acaso. A regañadientes caminé hacia la ambulancia con Henry siguiendo mis pasos de cerca. Sabía que estaba ansioso por preguntar sobre mi negativa a ir al hospital, pero, para mí suerte él subió y se sentó a mi lado en completo silencio. Y el viaje fue igual de tranquilo.




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