Capitulo 12 I Emily Rose I
Estoy en la cocina, terminando de desayunar en silencio mientras la casa sigue con su tranquilo bullicio matutino.
De repente, mi teléfono suena y al mirar la pantalla, veo que es una llamada de Max.
Extrañada, descuelgo y me llevo el teléfono a la oreja.
—¿Max? —digo, intentando ocultar la preocupación en mi voz.
—Emily, acabo de ver a Oliver llegar a la sala de urgencias —responde, su tono es serio y preocupado—. Ya lo están atendiendo. Parece que tiene una fractura en la mano y magulladuras en las costillas y en varias partes del cuerpo.
Mi mente se queda en blanco mientras intento asimilar lo que estoy escuchando.
Oliver, en el hospital, herido.
Las palabras de Max resuenan en mi cabeza, pero no logro procesarlas del todo.
—Emily, ¿estás ahí? —pregunta al otro lado del teléfono trayéndome de nuevo a la realidad.
—Sí, estoy aquí —respondo finalmente, mi voz apenas un susurro—. Gracias por avisarme, Max.
Cuelgo la llamada sin decir nada más y me dirijo a mi habitación, ignorando a Alex que está concentrado en su ordenador.
Mis movimientos son mecánicos mientras me cambio de ropa, pidiendo un taxi en el proceso.
Cuando estoy lista, bajo a la planta baja del departamento, mi mente enfocada solo en llegar al hospital.
No noto que Alex me está llamando hasta que estoy a punto de salir del edificio.
Siento una mano firme agarrándome del brazo y me detengo, mirando a Alex, que me observa con una expresión extrañada.
—Emily, ¿qué pasa? —pregunta, su preocupación evidente.
—Max me acaba de decir que Oliver está en el hospital —respondo, mi voz temblando ligeramente—. Tengo que ir.
Alex mira detrás de mí, hacia el taxi que espera afuera, y veo un destello de molestia cruzar sus ojos.
Sin decir nada, hace una seña al taxista para que se marche, y este obedece sin rechistar.
—Espera aquí —dice Alex, su tono firme—. Iré a buscar el coche.
Me quedo en el vestíbulo, sintiendo cómo la ansiedad me invade.
En unos minutos que parecen horas, Alex vuelve a bajar, sujetando las llaves del coche en la mano.
—Vamos —dice simplemente saliendo des edificio.
Subimos al coche en silencio, y mientras Alex conduce, mi mente sigue dando vueltas a lo que Max me ha dicho.
Oliver, herido.
Las imágenes de su mano fracturada y sus costillas magulladas se mezclan con mis propios recuerdos y preocupaciones.
Alex maneja con una concentración intensa, y aunque no dice nada, su presencia me resulta extrañamente reconfortante.
Cuando llegamos al hospital, no espero a Alex.
Salgo del coche y corro hacia la entrada de urgencias, mi mente se centra solo en encontrar a Oliver.
Nada más entrar, me encuentro con Max, que me hace una seña hacia una de las camillas rodeadas por telas al fondo de la sala.
—Está allí —dice..
Atravieso el pasillo rápidamente y abro las cortinas de la camilla indicada.
Ahí está Oliver, mirando con molestia a un enfermero que le está poniendo un vendaje en la mano.
Me cruzo de brazos, observándolo con una mezcla de enfado y alivio.
Oliver levanta la vista y me ve, su expresión se endurece aún más.
—Ah, genial —murmura, evitando mi mirada mientras el enfermero termina su trabajo y se retira, dejándonos a solas.
Antes de que pueda decir nada, Max aparece acompañado de Alex, que observa la escena con una expresión fría.
Sin embargo, noto un destello de diversión en sus ojos.
Oliver y yo nos quedamos mirándonos, ambos con la misma expresión de enfado.
—¿Qué demonios te ha pasado? —pregunto, sin disimular mi molestia.
—No es tu asunto, Emily —responde Oliver, su tono es tan cortante como el mío.
Sin pensarlo, me acerco a él y le doy un golpe en el brazo sano.
Él se queja, pero no retrocede.
—¡Eres un idiota! —le digo, la ira y la preocupación mezclándose en mis palabras—. ¿Por qué no me has dicho nada? ¡Llevas casi un mes sin dirigirme la palabra y ahora esto!
Oliver me mira con una mezcla de sorpresa y molestia, mientras intenta apartarse de mis golpes.
—Max, deténla —suplica, pero Max se cruza de brazos y sacude la cabeza.
—Te lo tienes merecido —responde Max, su tono despreocupado.
Finalmente, Oliver agarra mis muñecas para detenerme.
Su toque es firme pero cuidadoso, consciente de que estoy al borde de las lágrimas.
—Emily, para —dice, su voz un poco más suave—. Hablaré, ¿de acuerdo?
Me quedo en silencio, tratando de controlar mi respiración.
Miro a Oliver, esperando que diga algo que explique todo.
Alex se mantiene al margen, su mirada aún fija en nosotros con esa mezcla de frialdad y diversión.
—¿Ahora sí me hablas? —digo, liberando mis muñecas de su agarre—. Después de casi un mes sin dirigir la mirada.
Oliver suspira, su expresión suavizándose un poco.
Baja la vista, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
Cuando me alejo de la camilla donde está Oliver, no puedo evitar mandarlo al diablo.
La ira y la frustración burbujean dentro de mí, mezcladas con una profunda sensación de traición.
Mientras camino hacia la salida de la sala de urgencias, escucho su voz detrás de mí.
—Emily, ¡espera! —grita Oliver, seguido de un quejido de dolor—. Por favor, relájate.
Esas palabras detonan algo dentro de mí.
Me detengo en seco y me giro sobre mis talones, mi enfado aumenta mucho mas que antes.
Camino de vuelta hacia él furiosa.
—¿Que me relaje? —digo, mi voz temblando de rabia mientras me acerco a la camilla—. ¡No tienes ningún derecho a decirme que me calme, Oliver!
Oliver me mira con sorpresa y dolor, su mano vendada descansando a su lado.
La habitación se siente más pequeña, el aire denso con la tensión entre nosotros.