CAPÍTULO 8

DISFRUTAR

—¿Cuándo será la fiesta de nuestra hermanita? —le pregunto a mi hermano, mientras me acuesto en su cómodo sofá. 

—Deberías de saberlo, es más, deberías estar ayudándome con todo lo que hay que hacer. 

—No me gusta eso de organizar cosas, puedo ayudar en otra cosa. 

—El lugar. 

—Hecho, un complejo de piscina será fantástico para una hermosa fiesta. 

—Ella quiere un lugar al aire libre, quiere acampar cuando todo termine. 

—¡¿Qué?! —se encoje de hombros. 

—De acuerdo, lo haré, todos quedarán maravillados al ver ese lugar. 

—No salgas con una selva, pequeño idiota. 

—Me ofendes, hermano. Deja todo en mis manos. 

—¿Debo relajarme con lo que has dicho? Porque créeme que lo único que me causas con esa frase es, angustia y preocupación —. Le lanzo un almohadón por lo que ha dicho. 

—Respeto, eh. 

—Ve a hacer lo que te he pedido. 

Hago lo que me pidió, hay un sin número de lugares como los que me pidió, pero hay uno que me llama la atención. Tiene un pequeño lago y sé que puedo pasar un momento tranquilo en ese lugar. 

Y claro que lo estoy haciendo, disfrutar una vista como la que me brinda este lugar es algo que no puedo apreciar a diario, es por eso que lo disfruto. 

—Es muy agradable estar aquí, todo tan tranquilo. 

—¿Aún con los sonidos provenientes del lugar? 

—Eso es algo propio de aquí, lo que pasó es que... pues no estoy acostumbrada a sonidos poco comunes de escuchar —tiene razón. 

—¿No tendrás miedo al acampar aquí? 

—No me quedaré. 

—¿Qué? Creí que las dos se quedarían aquí acompañando a Mónica. 

—Sí, eso era lo que se haría, tengo algo de lo que ocuparme y ella lo sabe.

—¿Cómo te iras si no tienes vehículo? ¿Te vendrán a ver? 

—Sí, dentro de unas horas me pasarán a recoger.  

Nos quedamos en silencio, yo veía ciertas aves acercarse al agua. Otras volar en formas de V sobre el cielo, es algo de lo que nunca me cansaría de ver. 

El atardecer, observar aquello es un placer de la vida. 

—¿Inder?  

Veo a mi lado y no está, tampoco del otro lado, me giro y veo que estira el brazo tratando de tener señal, supongo. 

—No hay señal, ¿cierto? 

—Efectivamente, no contamos con la suficiente cobertura acá abajo.  

Cabe recalcar que el lago se encuentra bajo la colina de donde se encuentra ahora la fiesta. 

—Perdón por molestarte, pero ¿el camino que escogimos fue recto? Es que ya ha pasado un tiempo considerable y creo que pronto me vendrán a ver. 

—Sí, era recto. Vamos —me levantó del césped —, no quisiera que un pequeño e indefenso conejo te vaya a matar. 

—Olvida eso ya, no le digas eso a los demás, por favor —tuerzo los labios tratando de no sonreír —, sería vergonzoso, Inder. 

—Trataré de no hacerlo. 

—No seas así. 

—No diré nada, camina si no quieres que te dejen. 

En el regreso ya no nos volvimos a encontrar con otro animalito ni a sufrimos otro percance, lo que quiere decir que nos tomó menos tiempo que en la ida. 

—Gracias por llevarme a conocer aquel lugar. 

—No hay de que, aún puedes disfrutar de la fiesta. 

—Eso haré, ¿has probado todos los bocaditos? —pregunta al dirigirse a la mesa y traer consigo diferentes de ellos —prueba este, es sensacional el sabor que tiene —me da unos cuantos, y empezamos a hablar, hasta que llegan a recogerla o más bien, llega un chico. 

—Han llegado por ti —dirige su mirada por encima de mi hombro. 

—Nos vemos luego, Inder. 

—Cuídate. 

Se acerca hacia el chico y no puedo ver nada más porque siento una mano sobre mi hombro, no es necesario adivinar quién es. 

—Acompáñame por acá. 

—No quiero que empieces con tu preguntadera. 

—Te había pedido que te mantuvieras cerca, ¿no puedes ayudarme con eso? 

—Y aquí vamos 

—¿Qué fue lo que...? 

—Nada, no hice nada malo y solo paseé un poco con ella. ¿No puedo hacer eso acaso? 

—Te conozco y a veces no puedes... 

—Basta, no quiero seguir escuchándote.