Destino o Muerte.

Capítulo 7.

Brenda dejó sobre la mesita un plato de pasta con salsa y antes de retirarse de la habitación sacó del bolsillo de su uniforme un celular. Me lo tendió y me brindó una amplia sonrisa antes de irse.

Me quedé observando el celular. Nunca en mi vida había tenido un celular tan moderno como este. Mis padres siempre me compraban uno que fuera económico así que tener uno así era muy extraño. Observé el aparato como si yo fuera un neandertal que hubiera visto por primera vez el fuego.

Comencé a comer el delicioso almuerzo mientras curioseaba en el celular. Me sorprendió descubrir que ya tenía el número de mi madre agendado entre los contactos.

Cuando terminé de comer la llamé.

—¿Hola?

—Hola mami—la saludé con amor.

—¿Hija? ¡Tesoro! ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Dónde te llevaron? ¿Te dieron de comer? ¿Por qué no habías llamado antes?

Comenzó a bombardearme con preguntas y tuve que apartar el celular de mi oreja para esperar a que termine el interrogatorio. Cuando escuché que se había quedado en silencio volví a apoyarlo.

—Estoy bien mami—sonreí, aunque ella no pudiera verme—. Estoy en una casa muy preciosa, con una familia—comencé a responder sus preguntas—. No te había llamado antes porque se me cayó el celular y el señor Dietrich me trajo otro recién hoy.

—¿Cómo que se te cayó el celular?

—Cuando lo saqué de la maleta resbaló de mi mano y cayó al piso. Quedó echo trizas.

Tuve que mentir. Si le dijera que en mi celular no tenía señal hubiese hecho más preguntas sobre el lugar donde me encuentro.

—El tal Dietrich...—mencionó su nombre con repugnancia—¿Te ha tratado bien?

—Sí—admití.

—¿Quién es la familia con la que estás? ¿Con la esposa de Dietrich?

—Sí, se llama Brenda. Es una mujer muy amable.

Decir que Brenda era la esposa de Dietrich me resultó mucho más fácil que explicar que estoy conviviendo con aproximadamente 50 hombres que llevan armas todo el día. Mi madre pegaría el grito al cielo si supiera eso.

—¿No intentaste averiguar por qué te llevó?

—No,mami. No he hablado con nadie más que con la señora Brenda.

Sabía que estaba mal mentirle a mamá. No estaba acostumbrada a hacerlo, pero tampoco creía que estuviera bien decirle por llamada todo lo que me había dicho Dietrich, lo único que conseguiría sería preocuparla o dejarla más confundida de lo que estoy yo. Además, Dietrich tuvo razón al decir que iba a ser difícil hacerle entender algo así a mi madre. Ella era muy incrédula para algunas cosas.

—Es mejor que no hables con nadie. No sabemos de qué podría ser capaz esa gente, no es normal que te hayan llevado de esa forma.

—Lo sé, mami—dije para tranquilizarla—. Desde que llegué estuve metida en la habitación que me dieron.

—¿Y que has estado haciendo? Aquí en casa te extrañamos mucho. Yo me paso pensando en ti todo el día.

—Yo también los extraño Mami—suspiré—. Yo también me paso pensando mucho, en ustedes, en muchas cosas.

—No pienses en cosas malas cariño, ya sabes que los malos pensamientos dañan la mente.

—No pienso en cosas mala—negué—. De hecho estuve pensando en mi abuelo.

—¿En tu abuelo?—rió levemente—. Justo hoy llamó en la mañana para preguntar cuando iríamos a visitarlo.

—No me refería a mi abuelo paterno...—susurré.

Ella se quedó en silencio. Pude imaginar como ponía mala cara.

—Hija, sabes que no me gusta que menciones a ese señor, y mucho menos que te pongas a pensar en él. No vale la pena.

—Es que a veces me pregunto cómo ha de ser, si ya murió, si por lo menos tengo tíos...

—Es probable que ya haya muerto—me interrumpió—. Si tuvo más hijos o no ya no nos tiene que importar, así como nunca le importe yo.

Note una pizca de enfado en su voz. Aunque no lo admitiera sabía que a ella le afectaba hablar de su padre. De hecho, la última vez que habíamos hablado de él fue cuando yo tenía 11 años. Le había preguntado si nunca tuvo la curiosidad de conocerlo, ese impulso de buscarlo, de saber más sobre su padre, pero ella contestó que no, que mi abuela le había dicho que aquel hombre tenía mucho dinero y que si quería encontrarla o hacerse cargo lo hubiese hecho sin problemas. Al enterarse de que fue rechazada por gusto, decidió cerrarse a la idea de algún día dejar de lado el rencor y buscarlo. Lo había extirpado de su corazón y su mente.

Simplemente se hizo a la idea de que no tenía un padre.

Hablé solo unos pocos minutos más con ella ya que me dijo que tenía que entregar unos productos y se despidió con la promesa de que me llamaría en un rato. Cuando bajé el celular a la cama me quedé pensando en ella, en cómo reaccionaría si supiera que Dietrich es su hermano, o en cómo se espantaría al ver todas las fotos que él tiene en su cajón. Pero todo aquello sería imposible. Si tan solo a mi me costaba asimilar todo, no quería imaginar como actuaría ella ante la semejante explicación que me había dado Dietrich.

Ella sería capaz de lanzarle un jarrón en la cabeza y luego llamar a un psiquiatra.

Me puse de pie y agarré el plato para llevárselo a Brenda pero la puerta se abrió y me quedé quieta.

Dietrich apareció al otro lado de la puerta. Me observó un momento y luego ingresó a la habitación.

—No te preocupes por el plato—dijo, observándolo—. Brenda lo llevará luego. No le gusta que entren a la cocina a menos que ella lo disponga.

Alcé las cejas y volví a dejar el plato donde estaba.

—¿Pudiste asimilar lo que te dije?—preguntó.

Alcé la vista para encararlo y fruncí levemente los labios.

—No lo sé—resoplé—. Tengo demasiadas incógnitas, demasiadas dudas.

—Supongo que sí—encogió sus hombros—. Pero si te hace mejor, puedo responder a todas las preguntas que tengas.

—Por favor—pedí.

Me senté al borde de la cama mientras en mi mente hacia una lista de las preguntas que iba a hacerle. Estuve a punto de decirle a Dietrich que se sentara en el extremo del colchón cuando lo vi sentarse en el piso, lo que hizo que frunciera el ceño.



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En el texto hay: armas, amor, mafia romance y misterio

Editado: 24.06.2020

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