Yeina
El sol me acariciaba la cara por la gran ventana del cuarto, con su calor envolviéndose por la mañana y dando un nuevo día, me desperté por el embriagante aroma de unos panqueques y un café recién hecho con el suave murmuro de la cuidad. a lo lejos escuche las voces de mi abuelo y mi tía.
Me levante de la cama, me estire y vi la hora era ya las 9, me fui al baño y a cabo de un rato baje hacia el comedor.
— Buenos días —dije, aún con voz somnolienta.
— Buenos días, Yeina —respondió mi abuelo, sin levantar la vista de su periódico.
— ¡Oh, ya te levantaste, bella durmiente! —exclamó mi tía—. Siéntate, te hice tu favorito.
Y ahí estaba, un plato de panqueques esponjosos, justo como me gustan. Hice lo que me dijo, sirviéndome el plato y cubriéndolo con abundante miel. Sonreía al verlo, sabiendo que mi tía todavía se acordaba de mis gustos
Ella puso el plato en la mesa y se sentó. Yo solo disfrutaba del aroma, preguntándome cómo era posible que ya había pasado una semana desde que llegamos. Recordaba el ajetreo del primer día: cajas por todos lados, mi madre haciendo lo posible por ordenar, mi tía ayudando y brindando su optimismo y energía inagotable, y mi abuelo irritable como siempre. Mientras tanto, yo tratando de arreglar el espacio que estaba destinado para mí
— ¿Cómo dormiste? —preguntó mi tía — sacándome de mis pensamientos.
— Dormí bien —respondí.
— Ah, cierto, tu madre me dijo que tenía que irse temprano, no te quiso despertar —añadió mi tía.
— Entiendo, ella siempre está tan ocupada —dije, con una mezcla de tristeza,Mi madre es una mujer extraordinaria, llena de amabilidad y bondad. Siempre se preocupa de manera genuina por sus pacientes, a menudo sin recibir el reconocimiento que merece. A pesar de la adversidad, ella ha encontrado la fuerza para seguir adelante, enfrentando cada día con valentía y determinación. Su capacidad para levantarse, incluso cuando el mundo parece desmoronarse, me inspira profundamente.
Sí, tu madre trabaja muy duro —dijo mi tía, con un tono de admiración
Mi tía notó mi cara de tristeza y se inclinó hacia adelante.
— No te preocupes tanto, Yeina. Sabes que me tienes a mí y a al abuelo. Pase lo que pase, estaremos contigo —dijo, su voz llena de cariño.
— Además, estas en tu casa —añadió, sonriendo.
Mi abuelo asintió, pero no pudo evitar hacer una broma.
— No, no conmigo no cuenten —dijo mi abuelo, con un toque de humor en sus palabras tratando de ponerse serio.
Mi tía le dio un golpecito en el hombro.
— No digas eso, papá —dijo mi tía, fingiendo estar molesta
—Está bien, pero recuerda que mi tía me quiere más a mí que a ti — dije, sacándole la lengua. Mi tía se río, disfrutando la reacción del abuelo.
—¿Verdad, tía? —pregunté, mirando a mi tía con cara de cachorro.
Mi tía sonrió y asintió.
—¡Eso no es justo! —exclamó mi abuelo, aguantándose la risa y tratando de mantenerse serio—. Soy el abuelo, tengo todos los derechos.
—Bueno, sí, pero eso no te salva de perder en nuestra competencia de cariño —le respondí, sintiéndome a gusto por mi respuesta.
— Ay, Yeina, no seas traviesa —dijo mi tía, riendo mientras me lanzaba un trozo de panqueque—. Solo porque eres la favorita, no significa que puedas burlarte de tu abuelo.
—Pero él empezó primero, —dije, excusándome y tratando de no reír.
—¡Eso no es verdad! —añadió mi abuelo, levantando una ceja—. Yo nunca me burlaría de ti, solo trato de mantener la competencia saludable.
—Sí, claro, solo te sientes celoso —dije, sonriendo.
—¡¿Celoso, yo?! —respondió mi abuelo, haciendo un gesto dramático con la mano—. Por favor, Yeina, eso es impensable. Solo quiero que sepas que siempre serás mi favorita, aunque a veces me dé un poco de rabia que tu te lleves el cariño de tu tía.
—Eso significa que me quieres mucho —dije, sonriendo mientras tomaba un bocado de mis panqueques. La miel se deslizaba suavemente por el borde del plato y, con cada bocado.
—¡Y me quieres demasiado y no puedes vivir sin mi! —dije de manera entonada y juguetona.
—Y que me apoyas en todo—. levantando el tenedor y moviendolo al tono de mis palabras.
Mi abuelo gruñó, tratando de mantener su fachada severa.
—No te pongas sentimental, Yeina. Tu sabes que no soy fan de esas cosas— dijo, volviendo a su periódico.
—pero me quieres — dije.
Mi tía se rió y lanzó un comentario.
—Papá, sabes que no puedes ocultar lo mucho que amas a tu nieta.
El abuelo gruñó, pero una sonrisa apenas perceptible asomó en sus labios.
—Bah, no exageres. Solo trato de mantener mi posición—respondió, sin levantar la vista del periódico.
Era evidente que, a pesar de su actitud gruñona, mi abuelo nos queria, mi abuelo negó con la cabeza, mientras yo disfrutaba de la reacción de él.
—Venga, viejo cascarrabias, acepta que me quiere —dije con una sonrisa traviesa.
El abuelo alzó la vista un momento, mirándome con ojos llenos de cariño y luego volvió a su lectura.
—No sé cómo le haces, pero tu siempre encuentran la manera de ganar —murmuró, más para sí mismo que para nosotras.
Mi tía simplemente negó la cabeza, sonriendo por las palabras del abuelo. Se levantó de su asiento para agarrar un poco de café.
—¿Quieres un poco más de miel, Yeina? —preguntó mi tía mientras servía su café, mirándome con una sonrisa.
— No, gracias, ya es suficiente miel para mí —respondí con una sonrisa mientras terminaba mis panqueques.
Después de terminar el desayuno y ayudar a limpiar y terminar la pequeña pelea, decidí irme a la sala a leer un poco. Me acomodé en el sillón con mi nuevo libro de romance y comencé a leer, disfrutando de la tranquilidad de la mañana.
Mientras estaba absorta en mi lectura, escuché pasos ligeros acercándose. Levanté la vista y vi a mi tía entrar en la sala con una sonrisa en el rostro.
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Editado: 03.03.2025