Destinos Rivales

Zeus

— Despierta. Ya llegamos. Miguel, despierta — escuche una voz lejana — despierta eres el último, ya debes despertar.

Abrí los ojos, veía borroso, solo podía divisar sombras que se mal difuminaban con el entorno, sentía como si tuviera los ojos empañados y un dolor fuerte en la sien me crecía conforme iba recuperando la vista.

— ¿Qué rayos pasó? — pregunté mientras me reincorporaba.

— Es normal, todos se desmayan al entrar a la zona cero, no te preocupes no volverá a pasar, al menos eso espero — escuche decir a una voz familiar.

— ¿También te desmayaste?

— No, nosotros no sufrimos alteraciones como ustedes, los elegidos. Por eso estoy aquí para cuidarlos y que lleguen con vida lo más lejos que se pueda. Ya recuperarás la vista no te preocupes — decía la voz.

La vista me regreso poco a poco, para ese momento pude ver que la voz provenía de Eliot, lucia desesperado y se movía de un lado al otro como si estuviera buscando algo. Su manos no se contenían apretaba el puño y luego lo soltaba, chasqueaba sus dedos, como intentando decir algo pero sin tener el valor de enfrentarlo.

— Hoy es un día muy importante, será la última vez que nos veamos juntos y tengo que darles algo de información antes de que salgan a matarse — me decía mientras en una mochila metía unas pastillas.

— Aun no entiendo nada, al menos explícame algo — le conteste en tomo de reclamo.

— Sólo no mueras — me dijo levantando el rostro para verme directo a los ojos — el tiempo es justo, no me dieron tiempo de entrenarlos ni de explicarles cómo sobrevivir. Estamos entrando en Zeus, la planta que da energía a los macro-eventos, aquí trabajará tres días después de esto no podré estar cerca de ustedes así que antes de entrar quiero decirles ciertas cosas.

Se veía preocupado, con una seña me indicó que lo siguiera, caminaba rápido tanto que no se fijaba si venían personas a su alrededor. Un par de ocasiones estuvo a punto de darse fuertes golpes con personas más grandes. Llegamos a un cuarto, me dejo fuera y entro, tardó un par de minutos y salió con Manuel. No lo conocía a diferencia de Oscar y Luisa. Él era retraído, no se acercaba a nosotros e incluso hablaba poco cuando estaba cerca. No le dirigí la palabra en ningún momento y no le afectó ya que él hizo lo mismo.

Llegamos a otra habitación y nuevamente Eliot entró sólo, salió y esta vez quien salió a sus espaldas fue Oscar, al vernos sonrió, chocamos puño y terminamos con un abrazo, lo mismo hizo con Manuel. Así avanzamos hasta el siguiente cuarto, esta vez salió Luisa, y en la última parada salió Martin. El lugar estaba lleno de gente que iba de un lado a otro, estábamos en la estación del tren y al parecer ya sabían lo que ocurriría en estos momentos, había infinidad de habitaciones, una por participante. Mucha gente y ambulancias listas por si ocurría algún incidente. Los policías presentes en cada esquina para preservar la calma.

No entendí por qué tanta seguridad si solo se tratase de un evento, de grandes magnitudes, pero solo sería un evento. Subimos en un autobús viejo, se veía el óxido por todos lados, los asientos de plástico y muchos despedazados y con partes quebradas, los cristales rotos y al avanzar sonaban al chocar con el marco que los sostenía. Me senté a lado de Oscar mientras que Luisa y Martin lo hicieron junto y Manuel en el fondo, Eliot se quedó de pie en la parte de frente justo al lado del conductor, nadie hizo ruido alguno mientras avanzábamos por la carretera que nos llevaría a Zeus, el ruido de las ventanas no dejaba que algún ruido se escuchara.

El paisaje se notaba extraño, parecía un desierto. Al mirar a la estación todo tenía vida, había árboles y mucha agua, pero a unos kilómetros de la estación es un desierto vacío y con un inmenso calor, podría sentir unos cuarenta y cinco grados que nos golpeaban a través de los rayos del sol, no paso mucho tiempo y todos empezamos a sudar, el autobús parecía una sauna.

Oscar sonrió al ver que Eliot se bañaba en sudor, dejando que se humedezca su traje elegante de manga larga, con cuello extravagante de color dorado. Su altura no le favorecía ya que su cabello bien peinado hacia atrás llegaba al techo. Estuvimos en carretera alrededor de unos cuarenta minutos cuando pude divisar una construcción. Se veía enorme, tenía grandes cables que salían de ella y se enterraban en la arena hacia diferentes direcciones, unas grandes antenas, un muro de alrededor de tres metros de altura, parecía una prisión de alta seguridad ya que al final de los muros se extendía unos alambres de púas bien cuidados y brillosos, sobre ellos se veía un hilo de alambre a simple vista se veía inofensivo pero al acercarnos se pudo ver la carne rostizada de lo que parecían patas de aves desafortunadas que se paran en dicho alambre, uno en el cual corre corriente de alta potencia.

Ya dentro del muro pude ver infinidad de camionetas negras y oficiales armados hasta los dientes. Todos nos vemos sorprendidos por lo que pasa frente a nuestros ojos, tantas armas y seguridad que no esperábamos estuvieran. Bajamos y entramos por una puerta de metal de alrededor de dos metros de altura, pasamos a una sala amplia donde solo se encontraba una alfombra roja y en el techo muchos cuadros abstractos. Habían dos puertas a cada lado de la habitación tomamos la de la izquierda, era un pasillo que daba en línea recta, a cada cincuenta metros había una puerta a los lados, las cuales estaban cerradas, no entramos a ninguna sólo seguimos en línea recta dentro del pasillo, Eliot al frente de nosotros y siguiendo a un oficial de seguridad, todos nosotros rodeados de oficiales armados que nos escoltaban a nuestro destino.



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En el texto hay: reyes, guerras, guerra

Editado: 23.04.2020

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