Destinos Vampíricos | 3

Engaño y Desgracia

Minorh, el vampiro que había orquestado el chantaje a Akie, esperaba casi impaciente en su gruta cuando uno de sus hombres entró a darle reporte.

–León tomó el poder. La mujer huyó hacia el norte, lejos de Montemagno. Paró en la galería siete, intentó enviar correspondencia. Fue interceptada– estiró la mano para darle lo que había robado.

Con sorprendente calma, Minorh la tomó. Al leerla, en un primer impulso quiso destruir la carta, sin embargo, sólo entornó sus ojos entretanto permanecía pensativo.

–La perra no lo hará– dijo a secas, mirando la nada. 

Guardando la hoja de papel en su sobre, se la devolvió al ladrón.

–Que esto siga su curso y llegue a su destino. Mata a la niña. Ve tras la mujer y cuéntale lo que acordamos.

Asintiendo, el monigote ocultó el sobre en su chaqueta. Dando media vuelta hacia las celdas de la gruta sacó una daga del bolsillo de su camisa. 

Orié Zahár, agotada y hambrienta, estaba acostada en el suelo casi dormida. Desde su perspectiva, descubrió los pies que se acercaban. Inocente, pensó por un momento que al fin le llevaban algo de comer, pero al incorporarse vio el arma en la mano del hombre y la perversidad en sus ojos. Arrastrándose hacia la pared, durante un brevísimo instante sintió pánico, pero la muerte fue mucho más rápida.

Alzando por el cuello el cuerpo sin vida de la niña, el hombre la cargó sobre sí. 

Minorh tenía a la entrada de su cueva varias fosas comunes. Cavaba hoyos con el puro propósito de echar cadáveres ahí, sin nombres y sin justicia. Cientos de víctimas humanas y zansvrikas servían de base a su suelo que bien pudiera tener más polvo de huesos que arena misma. En un agujero individual y pequeño, como si hubiera sido pensado para la niña ya, el vampiro tiró el cuerpo. La piel de su rostro manchado ya de sangre, pronto se llenó de tierra cuando este le empezó a cubrir.

Al término de su trabajo, siguió con la siguiente orden. Él y su compañero de extorsiones rastrearon a Akie Zarina.

–¡Akie!– llamó Obbos, mientras que el otro le interceptaba –¿Qué se siente haber traicionado a tu hermana por proteger al tipo que te folla?        

–¡Akie!– llamó Obbos, mientras que el otro le interceptaba –¿Qué se siente haber traicionado a tu hermana por proteger al tipo que te folla?

Desenvainando con rapidez el cuchillo que llevaba, la fémina se acomodó en posición de defensa.

–¡¿Dónde está?! ¡Maldito! ¡Dímelo ahora o te enviaré al infierno!

–Qué curioso lugar que mencionas, es el mismo sitio en el que está tu puta en estos momentos.

Akie sintió su corazón detenerse.

–Todo lo que tenías que hacer era cortar el cuello de Daniel. Pero no. Tuviste que provocarnos ¿Eh? La pagarás cara.

El le señaló con un dedo tan huesudo que parecía una mano esqueletal apenas recubierta con piel. Sonriendo con malignidad, prosiguió:

–Nada más asesinar a la mocosa hubiera sido muy poco para ti, decidimos castigarte condenándola al único sitio de dónde nunca la podrás sacar.

–¿Qué han hecho?– preguntó susceptible, perdiendo la intrepidez.

–No, mi querida ilusa. Esto lo has hecho tú.

Extrajo de su bolsillo el cuchillo que contenía la sangre infantil y seca, el arma con que le robó la vida a Orié Zahár.

–¿Conoces el mundo oscuro?

–No...– murmuró Akie involuntariamente con sus labios temblorosos –No puede ser...

Obbos se deslizó hacia ella, tirando de su pelo y obligándole a mirarle.

–Pero es– aseguró –¿Sabes lo que pasa cuando alguien es asesinado en ese sitio?

Soltándola, la empujó al suelo antes de dejar caer también el cuchillo a su lado. 

Con el potente olor a sangre que la daga emanaba, un olor conocido por ella y que pertenecía su niña, Akie no dudó. Rompió a llorar mientras su mente iba revelando segundo a segundo el entendimiento de lo que pensaba que ocurría. A su comprensión, ellos habían condenado el alma de Orié a una maldición eterna.

El dolor se convirtió en odio. Y la misma ferocidad con que en el pasado había dado muerte a los cazadores en el bosque, así mismo castigó a estos, quiénes no contaban con las habilidades de Akie. Aunque dieron pelea murieron, pero lo hicieron sin revelarle a su asesina la verdad. 

Desesperada y decidida a no rendirse, Akie Zarina continuó avanzando, pero esta vez con un rumbo distinto.

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En una aldea conocida por humanos por su depravación y pecados, no era un mal lugar para que así los zansvrikos se dedicaran a prácticas turbias también. 

Akie debía adelantarse a Daniel, quién probablemente ya la estaría buscando. Estaba muy lejos, sabía que él no llegaría a tiempo, debía actuar. 

Rodeada de casas que se dedicaban al sortilegio y espiritismo, la boca de una alcantarilla era la entrada de un antro para vampiros. Preguntando a otros en el más bajo mundo, Akie buscaba a un comerciante cuya mercancía era muy particular.

–¿Cuánto por una onza de sangre de demonio?– preguntó con naturalidad, aunque usando un bajo tono de voz –Un demonio del mundo oscuro.



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En el texto hay: vampiros, romance, sangre

Editado: 11.01.2021

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