Destinos Vampíricos | 3

Agonía

–¡Oh vamos papá! ¡Es sólo un baile!– insistió Ellie una vez más, con la misma actitud que tendría una niña consentida pidiendo cualquier dulce.

Se acercaba ya el fin del año y Montemagno preparaba una velada especial para todo aquel vampiro que deseara despedirlo entre los suyos, lejos de la humanidad. Se trataba de una ceremonia bastante solemne, pero podía ser lo suficientemente emocionante para aquellos que quisieran aprovechar la ocasión para encontrar el amor.

–No me gusta ese tal Von Marj– respondió Daniel.

–Ni siquiera le has dado la oportunidad de conocerlo. Siempre que quiere acercarse a ti, tú...

–No lo hará si sabe lo que le conviene– le interrumpió, esforzándose por mantener en pie su decisión, aún bajo los astutos intentos de manipulación de su hija.

–Papá...– Negó con la cabeza –Él quiere pedirte permiso formal para salir conmigo– soltó al fin.

–¿Qué?– bufó –¡PERO SI ERES UNA NIÑA!

–Claro que no– le miró con reproche –Joven sí, pero una niña no.

–Edad para pensar en chicos definitivamente no tienes– zanjó.

–No pienso en chicos... sólo en uno.

–Y eso es precisamente lo que no quiero.

–¡Iré al baile!– apoyó ambos brazos sobre el escritorio, insistente.

–Por supuesto que no– concluyó Daniel, volviendo a las tareas que atendía.

–Pero Eli hizo un vestido para mí y es muy hermoso, quiero usarlo– gimoteó –Quiero que mi novio pueda verme así.

–¿Novio?– repitió incrédulo, dedicándole de nuevo su total atención –¿Novio has dicho?

Ellie cerró los ojos, había cometido el error de decir aquella palabra. Su padre intentó ser comprensivo.

–Intento protegerte.

–¿De amar?

–De que se aprovechen de ti.

–¡Por favor!– Ellie se frustró –¡Ya se habría alejado, papá! ¡Desde hace mucho! ¡MUCHO!

–¿Qué quieres decir?

Ella negó con la cabeza, y reprimiendo sus ganas de llorar se dio media vuelta para echar a correr.

–¡Vuelve aquí, jovencita, que no he terminado! ¿Qué es lo que...

Se deslizó fuera de su escritorio para perseguirla, pero decidió más bien dejarla en paz. Ya que no sabía distinguir si de verdad quería saber o no la respuesta a su pregunta, pensó que lo mejor era esperar a que los humores de ambos estuvieran más calmados.

Ellie corrió palacio afuera, hacia los bosques de Montemagno. La tristeza y rabia que sentía le hacía odiar por momentos a su padre ¿Por qué no podía confiar en ella? ¿Por qué no podía confiar en Von Marj? ¿Era tan difícil entender lo que ella sentía? Por la mañana muy temprano se había imaginado pasar el día arreglándose para él, preparándose para su encuentro en el baile. Ella luciría el precioso vestido azul cielo que Elizabeth había cosido. Planeaba maquillarse por primera vez. Ahora todo estaba arruinado, Von Marj la esperaría, pero ella no llegaría.

El cansancio de sus piernas le hizo caer, se había adentrado en el bosque mucho más de lo que nunca antes lo había hecho. Ya no podía escuchar otra cosa que no fuera su propio llanto, el silencio era total. Es probable que hubiera pasado más de una hora desde que huyó de Daniel e ignoraba en donde podía estar ahora. Entretanto alzaba la vista hacia los árboles, la tristeza fue de a poco sustituida por el miedo, estaba sola y muy lejos de los vampiros en que podía confiar. Al pensar de nuevo en la discusión, volvió a enfadarse. Se imagino que quizás su padre estaría preocupado, era probable que ya le hubiera empezado a buscar, por lo que  se alegró de estar tan perdida. Sabía que mientras más tardaran en encontrarla, mayor sería la angustia, y quizás Daniel hasta se arrepentiría de las prohibiciones. Convencida de esto buscó un claro, y esperó allí haciéndose un ovillo.

Pasó muy poco antes de que recordara a Akie.

Ellie había crecido amando a Elizabeth como a una madre y nunca le había hecho falta nada más, pero cuando su padre contrajo matrimonio con Akie Zarina, su vida había sido más completa. Habían sido años felices. Con su partida, ahora sentía a su familia fragmentada. La extrañaba. Desde que su padre la había acusado de traición, había prohibido a todos hablar del tema, y por miedo al dolor que pudiera sentir, Ellie evitaba pensar demasiado en eso... Pero ahí, sola y en medio de la nada, podía permitirse llorar su ausencia.

Empezó a imaginar los motivos que pudo tener para irse. ¿Tendría problemas de matrimonio? No. No había nada que Daniel no hiciera para complacerle, y nadie más que él le dio tanto. ¿Algo en ella le molestaría? Esa idea casi le hizo reír, la relación entre las dos era muy compenetrada. ¿Entonces por qué? ¿Por qué no estaba ahí? ¡Qué de distinto habría sido este día! Akie se las hubiese arreglado para convencer a Daniel, o lo hubiera entretenido mientras que Elizabeth la vestía y la ayudaba a escapar.

Gotas frías sobre su piel le hicieron pasarse la mano por la cara, frunció el ceño al darse cuenta que no eran lágrimas lo que secaba sino la lluvia que caía. Apoyada sobre sus brazos en la tierra ya húmeda, estudió los posibles sitios en donde se pudiera refugiar, en el corazón de la arboleda no encontró buenas opciones.

Decidió caminar. Pero el cielo, queriendo acompañarla en su pena, rompió a llorar de manera atronadora. Empapada de pies a cabeza, el frío y una fatiga casi irregular le tumbaron en el fango.

–¡ELLIE!– la niña escuchó a lo lejos la voz de Elizabeth –Mi amor, por dios– la cargó en brazos apenas la encontró –¡Nos tenias preocupados!.

Ellie se sentía muy débil, le pareció que el agua de lluvia le había quitado la energía para caminar. Hacia el otro extremo de Montemagno Daniel también la estaba buscando. Al percibir el olor de su hija, se deslizó de vuelta.

–¿Dónde estaba?

–En el bosque, bajo la lluvia, arde en fiebre, llama a IrKard– habló Elizabeth con rapidez.

Al medio instante, Eli ya había acostado a la niña en la cama y la desnudaba para ponerle ropa seca, tiritaba.



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En el texto hay: vampiros, romance, sangre

Editado: 11.01.2021

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