CHAPITRE 1...
Las mañanas en Nueva York por lo general eran inundadas por el olor de cigarrillo que los neoyorquinos amaban, los tranques de autos en las calles, los accidentes que ocurrían casi media hora, las señales de tránsito que a veces se averiaban, las caminatas de los que ejercitaban y no faltaban las personas empresarias que salían disparadas para su trabajo, las mujeres por lo general vestían un traje formal y adecuado para la ocasión, su cabello estilizado y su rostro bien maquillado, los hombres jóvenes y empresarios tomaban su camino y con su saco y pantalones de tela paraban un taxi y le informaban a donde debían ir y con cuanta prisa debía ir.
Recuerdo que una vez me tocó ir con un empresario en un taxi, el pobre de tan solo unos veinte le diría yo, cargaba una cara de angustia combinado con su tez pálida y su cabello rubio, el chico parecía demasiado apurado y mencionaba siempre las palabras: debo llegar antes que el jefe, no puedo permitirme una tardanza, por favor apúrese.
Yo solo aguardaba en la parte trasera del taxi a que este desocupara el mismo, me complace decir que en cuanto llegamos a su destino este sonrió satisfecho y se apoyó al sillón diciendo: muchas gracias, le debo una, gracias por soportarme y se fue sin más, estrellando la puerta del taxi y saliendo disparado a la entrada del enorme edificio, cabía decir que era él más grande de todos.
Sin embargo, el taxista regordete y de bigote irlandés, sonreía sin parar y negaba con la cabeza saliendo del estacionamiento y volviendo a su ruta normal, había mencionado algo como: estos empresarios de hoy en día son muy olvidadizos... pero, hacen su mayor esfuerzo y sacan el país adelante.
De alguna manera esas palabras me llenaban de satisfacción saber, que había personas así de buenas en Nueva York.
Las clases en la Universidad Columbia eran siempre tempranas, llegando yo, diez minutos antes de que las clases empezaran, solía sentarme como siempre en el centro de la clase con todas mis energías puestas en el profesor y como siempre la intrépida de Clarissa Blair me acompañaba en esta clase, junto con sus grandes rizos rojizos que hacía resaltar y sus ojos extremadamente verdes esmeraldas que hipnotizaban a cualquiera.
-por casi no llegó-
Arrulló a mi lado con una sonrisa ansiosa.
De hecho, Literatura escrita era la única materia que Clarissa Blair y yo compartíamos, porque tanto ella como yo teníamos un objetivo y era ser exitosas en el mundo... ella como periodista y yo como escritora de renombre, aunque estaba difícil de ver, de igual manera podría dedicarme a el periodismo como ella pues, esta clase me permitía aquello.
-la tarea que le asignare hoy es sencilla y con difícil acceso, sobre todo debo recalcar que esta tarea precisamente será la mitad de su primer examen...-
Los murmullos no se hicieron esperar pues mis compañeros entre ellos mismo acuchilleaban sobre lo que sería.
-silencio-
Y una vez que las personas interrumpían la clase del profesor Miller, eran reprendidos severamente.
-el que no está interesado está libre de irse cuando quieran, eso ya lo saben-
Indicaba con una ceja alzada caminando de un lado a otro mirando expectante que algún alumno saliera, aunque, casi nunca nadie salía.
Una vez que su punto quedó claro, volvió a la clase- como seguía diciendo antes de ser abruptamente interrumpido-
Dramático.
Por un momento olvidó lo que debía decir y cerró sus ojos como de costumbre, para luego abrirlos y sonreír victorioso de recordar lo que debía decir.
-como bien sabrán, Nueva York es un lugar de oportunidades, especialmente para los exitosos empresarios-
Muy especialmente para los famosos empresarios.
-Un lugar en el que pueden abrir sus alas y volar tan alto como quisiera-
-aquí vamos-
Mascullo Blair a mi lado, bajando la cabeza y respirando profundamente.
-Aunque las adversidades se presenten, aunque el viento sople en tu contra-
Y es que cuando el profesor Miller hablaba acerca de los sueños, sus ojos se iluminaban de un increíble color y tomaba todo su cerebro volviéndolo añicos.
-Profesor Miller, el trabajo que es la mitad del examen...-
Y ese era Dionisio, del escuadrón D, al parecer tuvo la misma oportunidad que yo y Columbia le otorgó una beca, el sueño de Dionisio era simple, quería ser conductor en la televisión, quería ser reconocido por todos tanto como pudiera.
Desgraciadamente no podía decir lo mismo de las demás chicas exceptuando Diana, quien Dionisio aseguró estaba estudiando arte en una Universidad de Francia patrocinada por su Tía de linaje millonario.
Un chasquido de la lengua del profesor y luego una pausa- cierto, su trabajo, será la mitad de su examen... que más... cierto... Dionisio puedes repartir estas carpetas- extendió las carpetas a Dionisio y este gustoso las tomo- y antes de repartirlas por favor puedes mezclarlas, no quiero que me reclamen por algo que yo no cause-
Las carpetas cremas deslumbraban en las manos de Dionisio mientras este las mezclaba y daba una por una a cada estudiante, sin embargo, no era permitida abrir estas porque el profesor aún no había indicado.