Destinysouls

Capítulo 000• Érase una vez

 

 

Érase una vez, una Diosa. Pasaba sus días vagando por la inmensidad del universo. Hablaba con Luna y memorizaba los nombres de cada estrella. A su vez, intentaba ablandar al gruñón Sol, ya que este se negaba a obsequiarle una sonrisa.

 

Un día, de los tantos que caminaba sin rumbo, halló un planeta cuya nada le supo tan vacía y aplastante que sintió pena. Su existencia era tan solitaria como la suya propia. Sus visitas de horas continúas se convirtieron en días, luego en meses, que pasaron a ser años. Hasta que la Diosa ya no quiso irse. Convirtió la antigua nada en un bello paraíso. Pero este solo se burlaba de ella, pues a pesar de que en el Universo no había lugar más apolíneo, solo ella estaba ahí para disfrutarlo. Seguía estando sola.

 

Un día, en medio de la desesperación, pensó, aterrada, que lo estaría por el resto de la eternidad. Su estruendoso llanto sacudió el espacio, rompiendo la frágil tranquilidad que lo aquejaba. Sol y Luna, decididos a acabar con semejante situación tan extenuante, se dieron la tarea de ayudarla a crear la compañía que tanto añoraba.

 

El poder conjunto de los tres hizo que la meta no fuera muy díficil de alcanzar, pues al poco tiempo lograron crear seres con libre albedrío. 

 

Aquel en el que la esencia de la Diosa dominaba poseía su mismo cabello azabache y beldad hipnotizante. Era capaz de mover la tierra y las montañas a su antojo, inclusive el Bosque, cuyo poder provenía directamente de la fuerza vital de la Diosa, le obedecía. Aunque a ella eso poco le importaba; Él podía quedarse con todo si así lo deseaba. Ya no volvería a estar sola.

 

 

-¿Quién eres tú?

 

 

-Yo soy tu madre, pequeño.

 

-¿Madre?

 

Ladeó la cabeza, confundido.

 

Ella río, invadida por la ternura que su expresión le provocó.

 

-Así es. Una madre es alguien que te ama. Y te protegerá siempre, sin importar que.

 

Arrugó la nariz, no muy convencido. Miró sus manos, no comprendía dónde o cómo estaba allí, ¿Qué era allí en primer lugar? ¿Qué era ese aire que atravesaba sus huesos y le ponía los pelos de punta?

 

-Es más diminuto de lo que imaginé - comentó Sol sintiéndose algo decepcionado. Esperaba una enorme bestia en llamas cuando menos, no una cosilla la mitad de tamaño de su dedo más pequeño del pie.

 

-Lo mismo digo. Pero, ¡¡Es tan adorable que podría devorarlo a besos!! - chilló Luna acercando su rostro para ver al chico. Este, a pesar de lucir tan idéntico a Diosa, no tenía una expresión muy agradable. ¿Por qué una criaturita que nació hace tan solo un par de minutos fruncía la frente de ese modo?

 

-Tch. “Adorable" dices - resopló Sol - Su cara de “quiero que se mueran todos" no se ha enterado todavía.

 

-Eh... ¿Hola?

 

-Hay otro igual de adorable aquí abajo.

 

La mirada de todos se dirigió hacia abajo, encontrándose con dos chicos. Uno cuyo cabello era tan blanco como la nieve y otra cuyos ojos brillaban tanto como los de Sol.

 

-Vaya - soltó Luna. Tres. Eran tres.

 

Con el tiempo descubrirían que sus esencias se mezclaron de tal forma que los pequeños poseían un poco de cada uno. Eley heredó los poderes de la Diosa y su aspecto físico, pero era arrogante, llegando a ser frío y distante al igual que Sol. Kaira, sin embargo, hija del Sol, poseía la misma naturaleza amable y compasiva de la Diosa. A Zen, por su parte, lo rodeaba el mismo aire de majestuosidad que caracterizaba a Luna, amaba sonreír como Diosa y era casi tan competitivo como Sol.

 

Uno se llamó Hada.

 

Otro se llamó Humano.

 

Y el tercero pensó que Lobo era una palabra genial.

 

 

 

 

🌸

 




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