Destinysouls

Capítulo 2• Los fantasmas del pasado

 

 

Stevens Anthony Hopkins era, sin lugar a dudas, la personificación de la palabra rectitud. Se levantaba todos los días a las cinco en punto a.m. Sin rechistar, sin quejarse. Ese día, sin embargo, se levantó un poco antes. Su horario estaba perfectamente organizado a modo de no desperdiciar un solo minuto, así que levantarse antes o después era toda una novedad en su monótona vida. Se corría el rumor de que en realidad era un robot programado para trabajar y nada más. Era adepto a su trabajo en Palacio, lo absorbía de tal manera que parecía no tener una vida fuera. Esa afirmación no era del todo falsa pues el hombre no recordaba la última vez que había salido a pasear, o la última vez que se desveló leyendo su libro favorito mientras bebía una copa de vino. No podía recordar la última vez que había hecho algo porque quería y no porque “debía de".

 

-¿María era tu nombre?

 

-Marí, señor Hopkins - lo saludó la muchacha educadamente con un leve asentamiento de cabeza. Se sentía cohibida en su presencia y le costaba sobre manera mantenerle la mirada más de dos segundos. Todo el reino ha oído hablar del mayordomo real más competente de todo Palacio. Inclusive decían que era un ogro sin corazón adicto al trabajo.

 

“Podrá ser muy atractivo, pero su personalidad deja mucho que desear." Había oído cotillear al personal de la cocina luego de que Stevens el día anterior tirara el pavo de la cena al piso porque no estaba “lo suficientemente dorado".

 

~ Atractivo, ¿Eh? ~

 

La muchacha alzó apenas la vista, fijándose en el hombre que leía con atención el pedazo de papel en sus manos. Un mechón rebelde de su cabello blanco caía con naturalidad sobre su frente dándole un aire más relajado, sus labios se movían levemente mientras leía y sus largas pestañas revoloteaban con el movimiento de sus ojos. Alzó la vista, tomando desprevenida a la chica, quién bajó la cabeza con brusquedad. El sonido de su cuello no pasó desapercibido para Stevens, pero decidió ignorarlo.

 

-¿Está todo preparado ya? - preguntó con su usual tono neutro. Volvió su vista al papel, repasando todo de nuevo. Un minuto después sin obtener respuesta, alzó nuevamente la vista - Te hice una pregunta.

 

-¿Señor? - balbuceó, sintiéndose un pequeño ratón frente a un enorme puma a punto de devorarla. Lo vió torcer los labios en una expresión de fastidio y eso solo hizo que se sintiera aún más intimidada.

 

Stevens suspiró con molestia, odiaba repetir las cosas.

 

-¿Está todo listo?

 

-Eh, sí - dijo ella sin pensar.

 

-¿Estás segura? - cuestionó alzando una ceja.

 

-Bueno... - dudó, preguntándose si era necesario contarle aquello. Después de todo, el problema ya estaba resuelto.

 

-Marí - gruñó Hopkins.

 

~ Tonta. No es como que puedas elegir. ~

 

~ ¿Me arrancará la garganta si decido no responder? ~

 

-Hubo un pequeño inconveniente con el cochero - admitió de forma precipitada - ¡Pe-pero ya se solucionó señor! - completó con rapidez. Lo vió avanzar dos pasos hacia ella, apretó los ojos, temiendo lo peor. El individuo que tenía enfrente no solo tenía fama de ser demandante, sino que también se le agregaba el hecho de que no poseía mucha paciencia que digamos. ¿Iba a morir a manos de un lobo?

 

Dio un respingo al sentir el cuerpo del otro tan cerca del suyo propio. Pero, contrario a lo que esperaba la chica, él se alejó luego de olfatearla.

 

~ No miente. ~

 

-Es la primera vez que te veo - comentó, extrañado - Conozco a todo el personal de Palacio, ¿Cómo es posible que no reconozca tu rostro?

 

-Llegué ayer, señor. Usted mismo me contrató - musitó Marí jugando con sus dedos.

 

-¿Ah, sí? - artículo él alzando ambas cejas, escéptico.

 

-Estaba en el pueblo dando un paseo, me choqué con usted por accidente, luego me amenazó y arrastró hasta aquí - contó. Stevens frunció las cejas, recordando vagamente que el día anterior fue al pueblo luego de desearles la muerte a todos los empleados de Palacio, vociferando que eran un montón de inútiles.

 

~ Ah. ~

 

-Ya veo.

 

Él no tenía nada más que agregar y ella le tenía demasiado miedo como para abrir la boca. Se hizo un silencio en extremo incómodo para la pobre chica, quién sentía que el aire que lo rodeaba era asfixiante.

 

-Ten. No quiero más inconvenientes - finalizó, entregando la hoja a Marí. Le dió la espalda, dispuesto a seguir su camino - Oh. Cierto - recordó, girando la cabeza sobre su hombro - ¿Me recordarías el nombre del cochero? Tengo que hablar con él.




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