Destinysouls

Capítulo 3• El significado de la palabra rectitud

 

 

Llanto.

 

Llorar es uno de los mecanismos de defensa más básicos ante situaciones desesperadas. Lloramos cuando los sentimientos en nuestro interior son tan grandes que somos incapaces de contenerlos. Podemos llorar de alegría. De tristeza. De enojo.

 

Ésta acción, banal e insignificante, es capaz de liberarnos, aunque sea una pequeñísima parte, del peso que cada uno debe llevar consigo. 

 

Llorar es sanar.

 

Un fuerte sollozo rompió el silencio, seguido de exclamaciones de alegría.

 

Ella, incapaz de contenerse, se arrojó a sus brazos.

 

Él, temblando, la recibió gustoso.

 

-Kai. Kai. Kai. Kai... - sollozó, hacía tanto que no se le permitía decir su nombre, que lo único que deseaba era pronunciarlo hasta quedar sin voz. ¿Cuándo fue la última vez que sintió su tacto? ¿Cuántas noches había pasado llorando, abrazándose a sí misma e imaginando que él estaba ahí? ¿Cuántas veces despertó buscándolo? Acarició su rostro con manos temblorosas, recorriendo cada de este. Él era tan hermoso como lo recordaba.

Por

-Eve - su voz salió apenas en un jadeo ahogado. Los sentimientos desbordaban de su corazón y no fue capaz de recordar la última vez que había sido tan feliz. Después de tanto tiempo, su devoción hacia ella solo había crecido. Paso sus días amargado, odiándose, reprochándose. ¿Merecía semejante dicha? No lo sabía, y tampoco le importaba. Solo sentía su cuerpo contra el suyo, su aroma, las hebras de su cabello entre sus dedos y lo fuerte que latía su corazón. La acercó más a él, escondiendo su rostro en el puente de su cuello, temiendo que vuelva a desaparecer. Ella era tan cálida como la recordaba.

 

Stevens, Casselín y Valentín se sintieron ajenos, fuera de lugar, presenciaban la escena sin mediar palabra. Casi podían ver la burbuja que los rodeaba, no cabía nadie más ahí.

 

P-p-pa-

 

“Papá"

 

Casselín sintió la necesidad de gritarlo, hacerlo hasta que su garganta sangrara, pero su lengua no obedecía y su cerebro no podía decidir qué hacer a continuación. Si aquello se trataba de un sueño, era demasiado cruel.

 

Valentín se encontraba inmóvil, completamente ignorante. Lo único que sabía era que el hombre que abrazaba tan furtivamente a su madre se parecía a él. En exceso. Tanto, que le ponía los pelos de punta.

 

Unos instantes después, el hombre alzó la vista, fijándose al fin en los dos chicos, uno cuyo rostro expresaba confusión y el otro dolor. Sus ojos se cristalizaron, pero se prohibió derramar una sola lágrima, su pecho se comprimió al mismo tiempo que su expresión. Por primera vez, fue plenamente consciente de lo mucho que se había perdido de ellos. ¿Casselín lo llamaría papá con tanto amor, igual que antes? ¿Valentín recordaría cuando lo alzaba y no podía parar de sonreír?

 

~ No. Por supuesto que no. ~

 

-Mis pequeños... - pronunció. Su voz profunda y dolida hizo eco en el salón. Casselín gimió, cubriendo su boca con ambas manos, retrocedió un paso cuando lo vió extender su brazo hacia ella. No podía estar pasando. No era real.

 

~ Es un sueño. Es un sueño. ¡Es un sueño, Casselín! ~

 

~ ¡No es real! ~

 

Se negaba a abrazarle, experimentar su calidez y luego no tener otra opción más que sentir como se desvanecía entre sus brazos al despertar. No podría soportarlo.

 

~ Solo cierra los ojos y desaparecerá. ~

 

~ No es real... Cálmate... ~

 

Valentín, viendo el estado de su hermana, la actitud de su madre para con él, la extraña similitud física que compartían y el modo en el que él los veía, se hizo una idea bastante acertada de quién podría ser. Pero, ¿Cómo? Era imposible. Debía tratarse de una muy mala broma de bienvenida. 

 

Tragó grueso, armándose de valor para formular la pregunta que rondaba su cabeza. 

 

~ Me voy a arrepentir de esto... ~

 

Inhaló profundamente, cerrando los ojos un segundo para luego dirigirse a él con firmeza.

 

-¿Quién eres tú?

 

El hombre tardó en reaccionar, tomándole por sorpresa la pregunta del muchacho. Retrocedió unos pasos y carraspeo, ¿Cómo debería responder? “Hola, en realidad sigo con vida. Por cierto, soy tu padre. ¿Qué tal todo?" Sí, eso definitivamente no sonaba bien.

 




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