Destinysouls

Capítulo 4• Arley, protector de Los Jardines

 

 

 

-La vestiremos es debido.

 

Asintió, observando con atención a las mujeres frente a ella. Margo, la mayor, era considerada y respetuosa en exceso, no daba un paso sin pedir permiso a Casselín y se alarmaba por el más ínfimo error a la hora de dirigirse a ella. Britney era bajita y vanidosa, algo invasiva en ocasiones. Rosa apenas y hablaba, se mantenía erguida y no parecía tener el más mínimo interés en algo más que cumplir sus labores. 

 

A Casselín le resultó curioso el que fueran tan diferentes y aún así se llevaran tan bien (a su manera)

 

-Rosa. Ve a preparar la tina, agua tibia y... ¿Le gustan las flores, Su Alteza? Si tuviera que elegir un aroma, ¿Cuál sería? Personalmente, creo que el de la rosa reina le sienta como anillo al dedo. Además de que-

 

-Britney, ya basta. Si Su Alteza quisiera una clase de aromacología, la habría pedido - cortó la mayor.

 

- Con todo respeto señora Margo, jamás entenderás la importancia del aroma que nuestro cuerpo emana, hay uno para cada ocasión. Hoy es un día importante para Su Alteza, ¿Qué mejor manera de ayudarla que acentuando ese aura delicada que la rodea? La rosa reina es perfecta para eso - argumentó, agitando su melena con suficiencia.

 

Casselín, ajena a todo, se sintió mareada. Un día importante, que aroma le vendría mejor, “Su Alteza" esto “Su Alteza" aquello. Esas personas haciéndole reverencia como si fuera el papa no ayudaban para nada a su creciente confusión. Su plan de “relajarse y disfrutar todo lo que pudiera" no iba tan bien como quería. ¿Por qué era tan difícil dejar de sobrepensar? Evitaba a toda costa hacerse preguntas que sabía no tenían respuesta en el momento, porque sabía que se pondría mal. Suspiró con cansancio, Britney y Margo seguían discutiendo y a ella se le iba a reventar la cabeza. Cuando se dispuso a intervenir, vió a la anciana acercarse a ella con bata y cepillo en mano, quitó las prendas de su cuerpo y la envolvió con la suave tela, señaló un cojín frente al espejo, donde Casselín se sentó.

 

La chica vió a la mujer a través del espejo cepillarla con sumo cuidado. Sus ojos arrugados y apagados la hicieron creer que probablemente llevaba toda su vida trabajando, sirviendo a los demás, sintió un poco de pena.

 

- Su cabello es precioso - comentó la mujer, sonriendo al reflejo.

 

- Gracias - respondió ella por pura cortesía. Le incomodaba recibir tantos halagos de gente que apenas y conocía. Su límite de cumplidos ya estaba por agotarse; Además, nunca había considerado su cabello especialmente bonito, así que no podía evitar pensar que eran simples palabras para hacerla sentir bien. Alzó la mirada, observando a la mayor que peinaba su melena con delicadeza mientras sonreía de forma casi maternal.

 

~ Parece una buena persona. ~

 

- La tina está lista - informó Rosa, interrumpiendo sus pensamientos. Se levantó, el tacto de la alfombra bajo sus pies era duro y frío. Abrió la boca, dispuesta a hacer un comentario sobre ello cuando sintió el impacto de su cuerpo. 

 

Lo siguiente que supo fue que estaba siendo rodeaba por Rosa y Margo, protegiéndola. Sus señales de alarma se encendieron cuando oyó el segundo grito proveniente del guardarropa.

 

- ¿Qué fue eso?

 

 

 

 

🌸🌸🌸

 

 

 

 

DIGARDEN

TERRITORIO HADA

 

 

- ¿Sin novedades aún?

 

- No, señor. Lo lamento.

 

- Lamentarlo no hará que aparezca. ¿Un mocoso se pasa mi seguridad por el culo y tú “lo lamentas"?

 

Acarició el puente de su nariz, maldiciendo por milésima vez el día en que decidió hacerse cargo de semejante dolor de cabeza. Lo único que hacía era darle más problemas, ¿En qué rayos pensaba su yo de ese entonces?

 

- No ha de estar muy lejos, señor - animó el otro, sabiendo que lo que decía era poco probable - Bien sabe que nunca se aleja demasiado del palacio.

 

Eso tampoco era cierto. Al menos, no del todo. Lo único que hacía era intentar bajar la tensión del Líder, cuando él estaba estresado, todos ahí sufrían las concecuencias, todos, menos el culpable de dicho estrés.

 

- Señor - llamaron al otro lado de la puerta.

 

- Adelante, Tristán - respondió el mayor, irritado. Había tenido un día ajetreado y su agenda de mañana no le daba muchas esperanzas.




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