Muchos esperaban con ansias a que el viernes llegara y no sólo porque es el día que da paso al tan esperado fin de semana, sino porque en él iban a entregar las calificaciones del segundo período de clases, por ende, no había asistencia a clase.
Si, los alumnos tenían que acompañar a sus padres a buscar las notas pero los minutos que durarían en la escuela ese día no se comparaban con las nueve horas diarias que tenían que aguantar entre esas cuatro paredes.
Al menos eso pensaban algunos, otros, por el contrario, estaban deseando con todas sus fuerzas que ese día nunca llegara e imaginando el problema que se les iba a venir en cima cuando sus padres vieran sus calificaciones.
Una de esas personas era Cristal.
Estaba mirando el 89 plasmado en la pantalla de la computadora que le estaba mostrando la maestra y no podía creérselo.
¿Un 89? ¿Es enserio? se repitió un par de veces tratando de asimilar lo que veía
Nunca en su vida había sacado esa calificación, sus notas siempre habían sido perfectas y cuando no lo eran… Su cuerpo se sacudió por el miedo.
No quería ni recordar lo que le esperaba.
Habló con la maestra para tratar de encontrar un error que explicara lo que estaba pasando o para que le dejara hacer algo para compensar la nota, pero nada funcionó, así que se resignó y se fue a sentar sabiendo que iba a tener problemas.
Y si, el viernes hizo su aparición gloriosa y esa mañana hasta el sol parecía brillar más, lo que podía hacer creer a cualquiera que ese iba a ser un gran día, sin embargo, Cristal estaba convencida de que para ella iba a ser todo lo contrario.
Se levanto sin ganas, se alistó sin ganas, desayunó sin ganas y dio cada paso hacia la escuela con dos bloques de acero suplantando sus pies.
Finalmente, después de un trayecto de sufrimiento mental, ella y su madre estuvieron delante de las maestras encargadas de dar las calificaciones y, aunque la chica llevaba una semana tratando de prepararse para lo que viniera, no estaba lo suficientemente preparada para recibir una bofetada de su madre delante de varias de sus amigas.
En el instante en que el sonido del golpe resonó en el aire, todo quedó en silencio unos instantes, hasta que…
-Eres una vergüenza…- fueron las palabras de su madre.
Ya la había escuchado muchas veces, pero nunca había sido observada por más personas al hacerlo, nunca había sido humillada de una manera tan cruel y, tal vez fue eso, o simplemente el hecho de estar cansada de lo mismo, lo que le dio a Cristal la valentía de mirar a la persona que le dio la vida a los ojos y decirle…
-Pues te evitaré la desgracia de tener que verme diariamente
Su madre la miró con sorpresa pero Cristal no esperó respuesta alguna, sino que salió corriendo con lágrimas en los ojos.
¿A dónde iba? Ni ella lo sabía, pero estaba claro que a su casa no era, a ese lugar no quería volver jamás.
Editado: 24.07.2024