Detrás de la misma puerta.

Capitulo seis.

Bruno no podía evitarlo. Era un pensamiento recurrente, un eco en su mente que se negaba a desaparecer.... Cada vez que la veía, cada vez que escuchaba su risa, algo dentro de él se agitaba, confuso y apasionado.

Era un sentimiento prohibido. No debía existir. Pero allí estaba, palpitando en cada mirada furtiva, en cada instante en que la cercanía se volvía peligrosa.

Agatha parecía ajena a ello… o quizás fingía serlo. Pero Bruno empezaba a notar pequeñas señales. La forma en que ella desviaba la mirada demasiado rápido, el rubor que coloreaba su piel en momentos inesperados, la tensión en el aire cuando sus manos casi se rozaban.

Esa noche, la casa estaba en calma, excepto por el torbellino interno que Bruno intentaba contener. Se encontraba en la cocina, preparando un té para calmar su ansiedad, cuando Agatha entró, descalza, con la expresión perdida en pensamientos lejanos. “No puedes dormir “dijo él, más como una afirmación que una pregunta.

Ella sonrió levemente. “No.” Bruno tragó saliva.

“¿Quieres té? “ofreció. Ella asintió y se acercó, más de lo que debería. Lo suficiente para que el aire entre ellos se volviera pesado. “Hoy pasó algo extraño “dijo Agatha, con voz suave.

Bruno la miró, atento.

“Sentí que alguien me estaba observando “susurró.

Silencio.

Bruno desvió la mirada. Sabía la respuesta.

Pero no podía decirlo.

Los días siguientes fueron una batalla constante. Bruno trataba de alejarse, de distraerse, de sofocar aquella sensación antes de que creciera demasiado. Pero Ágatha estaba en todas partes. En su mente, en sus pensamientos, en cada pequeño detalle del día.

Hasta que ocurrió algo que lo cambió todo.

Una noche, sin previo aviso, una tormenta inesperada azotó la ciudad. La casa quedó envuelta en sombras cuando la electricidad se cortó, y el sonido del viento rugió contra las ventanas. Bruno caminó con cautela por los pasillos, asegurándose de que todo estuviera en orden. Fue entonces cuando escuchó su voz.

“Bruno… “el susurro llegó desde su habitación.

Él sintió un escalofrío. No porque tuviera miedo de la tormenta, sino porque el tono en la voz de Agatha era diferente. Más vulnerable. Más íntimo.

Cuando abrió la puerta, ella estaba sentada en la cama, abrazada a sí misma, con la mirada perdida en la ventana.

“Nunca me han gustado las tormentas “admitió, sin mirarlo directamente.

Bruno avanzó un paso. “No pasará nada “aseguró.

Ella exhaló con lentitud y finalmente lo miró. Sus ojos eran un océano revuelto de emociones.

Fue ahí cuando Bruno supo con certeza que el sentimiento no era solo suyo.

Agatha también lo sentía.

Bruno no estaba listo. No estaba listo para ver a Ethan tan cerca de Agatha, tan cómodo en su espacio, con esa sonrisa que parecía saber demasiado.

La primera vez que los vio juntos, sintió un nudo en el estómago. Ethan había llegado inesperadamente a la casa, trayendo consigo su energía arrolladora, su confianza que contrastaba con la incertidumbre de Bruno. Y lo peor… la facilidad con la que se desenvolvía con Agatha. “Hace mucho tiempo que no nos vemos —dijo Ethan, con voz cálida mientras miraba a Agatha.” Ella sonrió. “Sí… demasiado tiempo.”

Bruno sintió su pulso acelerarse. ¿Cuántas veces habían hablado antes? ¿Qué significaba esa sonrisa que ella le daba?

Pero no podía preguntarlo. No podía decir nada. Porque él no tenía derecho.

Ethan se acercó a Agatha con una tranquilidad que lo exasperó. Había algo en su mirada, algo que Bruno reconocía demasiado bien: esa seguridad de quien sabe que puede tener lo que quiere.

¿Y si lo lograba? ¿Y si Ethan era lo que Agatha había estado esperando?

Agatha notó el cambio. Lo sintió en los silencios de Bruno, en la forma en que sus palabras se volvían más cortas, en cómo evitaba mirarla demasiado tiempo cuando Ethan estaba cerca. “¿Estás bien? “le preguntó un día, cuando se quedaron solos en la biblioteca.

Bruno quiso mentir. Quiso decirle que todo estaba perfectamente bien.

Pero la mentira se quedó atorada en su garganta. “Ethan ha estado pasando mucho tiempo aquí “comentó, intentando sonar despreocupado.

Agatha ladeó la cabeza, analizando sus palabras. “¿Eso te molesta?”

Bruno cerró los ojos un instante. Maldita pregunta. Maldita verdad. “No” mintió. Agatha sonrió, pero había algo en sus ojos. Algo que decía que no le creía.

Y ese era el problema. Agatha sabía demasiado bien lo que él intentaba esconde




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