Detrás de la misma puerta.

capitulo siete.

Bruno sintió el aire volverse pesado cuando vio a Ethan acercarse a Agatha con una confianza que él nunca había tenido. Desde que había llegado, algo dentro de él se quebraba un poco más cada vez que veía la sonrisa de Agatha al escuchar las historias de Ethan, cada vez que notaba la complicidad en sus miradas.

Bruno quería ignorarlo. Quería convencerse de que no era importante, de que todo estaba en su cabeza. Pero la realidad lo golpeaba con fuerza: Ethan no era solo un visitante pasajero. Estaba entrando en la vida de Agatha, y lo hacía sin pedir permiso.

Esa noche, Bruno encontró a Agatha en la biblioteca de la casa, perdida en un libro, con la misma expresión tranquila que siempre tenía. “¿Qué lees? “preguntó, fingiendo indiferencia.

Agatha sonrió. —Una historia sobre decisiones imposibles.” Bruno sintió el peso de sus propias decisiones presionando su pecho. “¿Y los personajes toman la decisión correcta? “murmuró. Agatha cerró el libro con cuidado y levantó la mirada hacia él.

“¿Existe algo como una decisión correcta cuando todo duele?”

Silencio.

Bruno supo entonces que ella también estaba luchando contra algo. Pero quizás, no por él

Ethan no era ingenuo. Sabía lo que estaba ocurriendo. Lo veía en los ojos de Bruno, en la forma en que su postura se tensaba cada vez que él entraba en la habitación.

Una noche, en la terraza de la casa, Ethan encontró a Bruno solo, con los ojos perdidos en el horizonte. Se acercó con calma, sin ánimo de confrontación, pero con algo en su mirada que decía que sabía demasiado. “No eres bueno ocultando lo que sientes “dijo con suavidad.

Bruno apretó la mandíbula. No necesitaba una charla con Ethan. No quería escuchar nada que viniera de él. “No sé de qué hablas.” Ethan río suavemente. “Sabes exactamente de qué hablo.”

Silencio.

Bruno sintió el impulso de responder, de defenderse, de negar todo lo que era tan evidente. Pero Ethan no necesitaba confirmación. Él ya lo sabía. —Agatha es especial, ¿verdad? —murmuró Ethan. Bruno sintió el golpe directo al pecho.

Sí. Lo era.

Agatha empezó a notar la tensión. Bruno evitaba mirarla, Ethan parecía desafiarlo con cada palabra, y ella estaba en medio de un caos que nunca pidió.

Una tarde, en el jardín de la casa, Ethan la llevó a un lado, lejos de la mirada de Bruno. “Quiero saber algo “dijo sin rodeos. Agatha frunció el ceño. “¿Sobre qué?”

Ethan sonrió con cierta diversión. Pero su mirada era seria. “¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si Bruno dejara de ocultar lo que siente?”

El mundo pareció detenerse.

Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Era tan obvio? ¿Era algo que hasta Ethan podía ver?

Pero antes de que pudiera responder, Bruno apareció detrás de ellos, observándolos con una expresión que decía que había escuchado cada palabra.

Agatha sentía la presión a su alrededor. Cada vez que estaba con Bruno, los silencios hablaban más fuerte que las palabras. Cada vez que Ethan intentaba acercarse, ella sentía que algo dentro de sí se revolvía con una mezcla de incertidumbre y deseo.

Pero lo que realmente la aterraba era la verdad que crecía en su interior. Porque si Bruno dijera lo que sentía, si Ethan lo desafiara, todo se rompería.

Una noche, Bruno la encontró en la biblioteca, perdida en sus pensamientos. “¿Te pasa algo? “preguntó, con una voz más suave de lo habitual.

Agatha levantó la mirada, fijándose en él con cuidado. Había tanto que quería decir, pero tenía tanto miedo de hacerlo. “No lo sé “susurró.

Bruno la estudió un momento. Sabía que la conversación estaba a punto de tomar un giro peligroso.

Pero antes de que pudiera continuar, Ethan apareció en la puerta, observándolos con una expresión que decía que había entendido todo.

El momento que temían finalmente llegó.

Fue Ethan quien lo provocó. Fue él quien se cansó de las sombras y decidió traer todo a la luz.

“No podemos seguir con esto “dijo, con un tono decidido, cuando estaban los tres en la sala.

Bruno lo miró con cautela. Agatha contuvo la respiración. “¿Seguir con qué? “preguntó Bruno, aunque sabía la respuesta.

Ethan soltó una risa seca. “Con este absurdo juego en el que todos fingimos que no sentimos lo que sentimos.”

Silencio.

Agatha cerró los ojos por un instante. El momento había llegado. “Bruno “murmuró Ethan” si no vas a decir lo que tienes que decir… entonces lo haré yo.” Bruno sintió un escalofrío recorrer su espalda. Porque sabía que, después de esto, nada sería igual.

La verdad estaba ahí. La confesión había sido dicha, y ahora Agatha debía decidir. Ethan la quería. Bruno la quería.

Pero ella no podía elegir sin destruir a alguien.

Bruno la evitó por días después de la conversación. Ethan, por otro lado, insistió en saber qué sentía.

Una noche, cuando estaban en la terraza, Ethan la miró fijamente.

—Dime qué quieres —pidió, con la voz más seria que ella le había escuchado.

Agatha sintió que el aire en sus pulmones era insuficiente.

Porque, sin importar qué respondiera, el dolor era inevitable.

El mundo parecía haberse reducido a ese momento... A esa única decisión.

Bruno, de pie en un extremo de la habitación, con la mirada llena de desesperación contenida. Ethan, al otro lado, con la mandíbula apretada, esperando una respuesta que podía destruirlo. Agatha, atrapada entre ambos, sintiendo el peso de sus propias emociones aplastarla. “Dilo “murmuró Ethan, con voz cortante.

Bruno no apartó la vista de ella. Si tenía que perder, quería verlo en sus ojos.

Agatha cerró los ojos por un momento. Había querido evitar esto. Había querido pensar que el destino se resolvería sin que ella tuviera que elegir. Pero estaba equivocada.

Porque ahora solo quedaban dos caminos.

Y uno de ellos llevaba al desastre.

Cuando abrió los labios para hablar, un trueno sacudió la casa, y en ese instante, la verdad salió sin que pudiera detenerla: “Bruno.” La palabra resonó en la habitación como una sentencia.




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