Detrás de la misma puerta.

capitulo diez, temporada dos.

La diferencia entre la adolescencia y la madurez no es solo el paso del tiempo.... Es la capacidad de entender el juego.

De dominarlo.

Ágatha ya no era la misma joven ingenua que Ethan manipuló años atrás. Había cambiado. Crecido. Aprendido.

Ahora entendía las reglas mejor que nadie.

Y, sobre todo, sabía cómo usarlas a su favor.

Ethan creía que aún tenía control sobre ella. Que podía recuperar el poder.... Pero lo que no sabía era que, desde el momento en que fue descubierto, el juego ya no le pertenecía.

El tablero había cambiado. Y ahora, Ágatha era quien movía las piezas.

Los primeros días después de la revelación fueron un desafío para ambos. Ethan intentó todas sus tácticas. La manipulación emocional disfrazada de arrepentimiento.

El "te amo".

El "necesito que me escuches".

El "todo fue por ti".

Pero Ágatha no mordió el anzuelo.... Solo lo observó.

Lo estudió como quien analiza el mecanismo de un reloj antes de desmontarlo pieza por pieza.... Porque ahora él era su experimento.

La primera jugada fue simple.

Desarmarlo.

Hacerle creer que aún tenía oportunidad.

Dejar que sus ilusiones lo mantuvieran débil. Una noche, cuando la tensión había comenzado a asentarse, cuando la batalla psicológica parecía estancada en una especie de tregua silenciosa, Ágatha cambió la estrategia.

Le sonrió.

Como si nada hubiera pasado.

Como si aún hubiera amor.

Ethan, por primera vez en días, respiró aliviado.

Porque creyó que funcionó.

Que su manipulación aún tenía efecto.

Pero la realidad era diferente.

Ágatha lo estaba observando caer en su trampa.

Cada gesto, cada palabra, cada suspiro de alivio en Ethan eran señales de que él no veía la red invisible que estaba envolviendo su mente.

La segunda jugada fue aún más cruel.

Hacerlo sentir especial.

Darle poder, solo para arrebatárselo en el momento justo.

Durante semanas, Ágatha alimentó la idea de que quizás aún quedaba algo entre ellos.

Conversaciones dulces.

Risas sutiles.

Miradas largas.

Ethan recuperó confianza. Empezó a creer que el pasado podía borrarse, que el futuro aún podía ser suyo.

Hasta que Ágatha, sin previo aviso, desapareció.

No respondió sus mensajes.

No atendió sus llamadas.

No explicó nada.

Ethan entró en desesperación. El control que creía tener se desmoronó en cuestión de días.

Ya no podía dormir. Ya no podía pensar en otra cosa.

Porque todo su mundo dependía de ella.

Y ahora ella lo tenía entre sus manos.

La tercera jugada fue la más letal.

Destruirlo por completo.

Cuando finalmente volvió a aparecer, Ethan estaba hecho un desastre.

Ojeras profundas.

Respiración alterada.

Un hombre que había perdido todo sentido de sí mismo.

Y entonces, Ágatha le dijo exactamente lo que necesitaba para quebrarlo.” Nunca te amé.”

Ethan sintió que el aire desaparecía de sus pulmones. “Todo lo que hiciste… toda tu manipulación… —susurró Ágatha, acercándose lentamente—, no sirvió de nada…Silencio.

Ethan lo entendió en ese instante.

El juego no era suyo...Nunca lo fue.

Desde el principio, Ágatha lo manipuló con una precisión tan perfecta que nunca lo vio venir. Porque ahora ella era la maestra. Y él, su peón.




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