Elodie Hellens
Entre días de instituto, ir al arcade era lo que me permitía sentir viva.
Nunca iba acompañada, pero siempre terminaba haciendo algún amigo puntual. Apenas me gastaba un centavo en las máquinas de juego, amaba ir al arcade únicamente por el ambiente juvenil que me hacía desconectar de los estudios; Las luces de neón, el olor a pizza con pepperoni, música sin copyright, chicos gritando por haber perdido una partida… De preadolescente no soportaba la idea de estar sola. Mis padres diseccionaban cadáveres sin descanso, y tenía que hurgar en el cubo del entretenimiento.
Era un miércoles por la tarde cuando regresé al arcade luego de una semana enferma. Siempre llevaba mi cámara de grabación en la mochila, porque a esa edad aún no me dejaban tener teléfono. Tras entrar en la zona ensordecedora de las máquinas, busqué a los chicos de siempre con la mirada; pero ese día no había ninguno.
«Qué decepción. Qué remedio»
Llevaba un poco de dinero en el bolsillo, por lo que ese día iba a cambiar mi habitualidad y jugaría en alguna máquina recreativa. Recorrí la vuelta entera, una pena que la mayoría ya estuvieran ocupadas. No fue hasta que encontré una disponible cerca de la cantina, que no me senté e inserté la moneda en la ranura. El juego se llamaba IKillYou, trataba de matar a los criminales que amenazaban al pueblo y salvar a los lugareños. Poco de mi estilo, pero entretenido.
Pronto, unos quejidos me sacaron de la partida.
—Esto es una porquería —el chico a mi lado golpeó la máquina con recelo—. El joystick y los controles no funcionan. He tirado el dinero a la basura.
Uno de los criminales del juego me mató, ofreciéndome tiempo a vigilar al joven pelinegro por el rabillo del ojo. Se lo veía excesivamente alterado por no poder jugar, de modo que me vi obligada a poner la partida en pausa y echarle una mano.
—Estos juegos están anticuados, a veces se bloquean —intervení, este se giró con sorpresa—. ¿Me dejas arreglarlo?
Su primera reacción fue seria, casi insegura. Pero acabó haciéndose un lado para que pudiera retocar los controles. Desenchufé la máquina y la prendí de nuevo, el cacharro volvió a funcionar.
—Hecho —levanté el pulgar.
Después de agradecerme con la cabeza, se introdujo al primer nivel de IKillYou. Me impresionó al instante su gran capacidad para sobrevivir en el juego, disparaba a los verdugos y manejaba los controles como si lo tuviera en la sangre. Hubo un momento en el que estaba tan sumergido en la partida que tensó la mandíbula, afilada como un cuchillo.
Me di cuenta de que tal vez estaba demasiado nervioso, así que lo toqué en el hombro. Eso lo estremeció al momento.
—¡Qué quieres! —estalló, vi un reflejo de tristeza en su rostro.
Me aparté del espanto.
—No, yo… Solo quería decirte que lo haces muy bien.
Lo tomé desprevenido.
—Esto, gracias —relajó la expresión—. Perdón.
—Tranquilo.
Arrepentido de su reacción, volvió al videojuego.
—¿Vienes aquí a menudo? —le pregunté por curiosidad—. Nunca te había visto…
—Tanner —giró el control—. Esta es mi primera vez aquí. Necesitaba desconectar del mundo real y quemar adrenalina en algún videojuego de acción.
—¿Con desconectar te refieres a los estudios?
—Digamos que mi situación familiar no es la mejor. Dime…
—Elodie.
—Elodie —me miró, sus ojos miel parecían apagados—. ¿Alguna vez has perdido a un ser querido?
¿A qué iba eso tan de repente?
—Vaya… Ahora que lo dices, por suerte no —me apoyé en la máquina—. Pero debe ser muy duro.
—Sí. Lo es —apretó los labios.
No quería meterme en el trauma personal de un desconocido, así que cambié el tema.
—¡Woah! —señalé su pantalla—. ¿Ya te has pasado el primer nivel? Yo llevo rato varada con el mismo villano, no deja de matarme con dinamita.
—Es más fácil si intentas ir primero a por su punto débil —se apoderó de mi máquina y acabó con él en un santiamén—. ¿Lo ves? Cuando llegue a su límite de vida podrás rematarlo como quieras. Como te haga más ilusión, supongo.
Seguí su consejo y no tardé nada en llegar al final de la partida. Me llené de gloria y satisfacción.
—Lo he conseguido. ¡Lo he conseguido!
—Excelente, novata —aplaudió con un toque sarcástico—. Pero esto es solo el primer nivel. No sabes lo que te espera.
—Tú también eres novato.
—Pero soy mejor jugador.
—Ja —entrecerré los ojos—. Para saber eso deberíamos ver quién llega antes al nivel 60.
—¿Me estás retando?
#5898 en Novela romántica
#963 en Thriller
#476 en Misterio
misterio romance secretos intriga, romance destructivo, venganza amor odio y un doloroso pasado
Editado: 27.07.2025