Detrás de una Sonrisa.

17

Notita: Este es el mismo capítulo qué publique hace días, con la diferencia de que ahora esta completo. No sé por qué lo publique incompleto, pero ahora si lo esta. Sin más, disfruten de su lectura. Besos, Less.

Cameron.

La cabeza me va a estallar. No se como diablos Sam puede hacer esto tan seguido. No he de negar que he probado el alcohol antes, sin embargo nunca con exceso como esta vez.

No sé en que pensaba cuando intente seguirle el ritmo.

Mejor dicho si sé en qué pensaba, y en quien. No creí que el rechazo de Elizabeth me fuera a pegar tan duro hasta llegar a este límite de querer olvidarla bebiendo. Esa no es la manera de resolver las cosas. Y como si no fuera suficiente, no recuerdo absolutamente nada de lo que pasó. Lo último que esta en mi memoria es haber estado en una fiesta, con una chica al lado mio toda la noche. Ni siquiera recuerdo su rostro, o siquiera su nombre. La bese..., y me arrepiento totalmente de ello. Me pregunto qué pasaba por mi cabeza cuando lo hice.

Unas cuantas botellas de alcohol.

Admitir que siento algo por Elizabeth es la fuente detonante de que haya hecho lo que hice, besar a esa chica por despecho no estuvo bien. Tampoco me siento bien por ello.

Solemos actuar de manera impulsiva ante situaciones que nos lastiman, sin embargo no prevemos qué después podemos arrepentirnos.

Abro los ojos difícilmente, en la habitación hay poca luz y agradezco eso. Intento aclararme la vista tallando mis ojos con mis manos, pero fracaso.

Solo falta que también me haya quedado ciego.

Para los hermosos ojitos qué tienes...

Todo está oscuro, no recuerdo haber comprado cortinas negras. O que Sam tenga su habitación tan obscuro.

Como puedo me pongo de pie, poco a poco acostumbrando la vista a la oscuridad. Una corriente de aire qué siento por toda la piel hace qué me estremezca.

Un momento.

Estoy en ropa interior.

—¿Q-qué...?

Alguien se remueve a un lado mio. Doy un pequeño salto de en cuanto veo de quien se trata, golpeado la puerta de closet causando un estruendo qué la despierta.

¿Cómo rayos es que llegué aquí? Y lo más importante ¿Por qué carajos no pude ir a otro lugar?

Ella se levantó enseguida, atenta a todo con el miedo presente en su rostro. Pareciera esperar a que suceda algo a lo que le teme. Cuando posa la vista en mi se relaja, el miedo desaparece y coloca sus manos en su rostro.

—Solo eres tú—dice aliviada—, creí que eras...—se interrumpes a si misma sacudiendo la cabeza.

—¿Cómo es que llegué aquí?—pregunto frotando mi cabeza.

Juro que me va a estallar.

—Yo también me pregunto lo mismo, estaban tan ebrio qué no podías ni sostenerte.

Mierda.

De un momento a otro recuerdo que estoy desnudo, salvo por la ropa interior qué es lo único que me cubre, pero aún así estoy expuesto.

—¿Por qué estoy...?

—¿En paños menores?—completa por mi cuando no puedo terminar de formular la pregunta. Lo único que hago es asentir en respuesta.—Tu ropa estaba empapada, cogiste un resfriado por eso.

—¿Y por eso me desnudaste?

—Te iba..., te di tu ropa para que te la pusieras pero te quedaste dormido.

¿Me iba...?

—¿Me ibas a vestir?

—No.

—Dijiste, te iba. ¿Qué me ibas...?

—Tu ropa seca esta por haya—señala el rincón de la habitación.

Hay un escritorio color negro, qué hace contraste con las paredes moradas y azules. De hecho, todos los muebles son color negro; la comoda, la silla, el closet, la cama, las repisas llenas de libros, el puff. Increíblemente, se ve increíble la convinacion.

—Perdón por molestarte.

Caminé hacía donde me señaló. Las prendas que indicó son las que uso el primer día que nos vimos.

Aquella noche en que la vi. La reconocí en seguida, solo que había algo diferente en ella. De pequeña, recuerdo que era lo que normalmente llamarían más femenina, vestía de colores llamativos, usaba vestidos lindos de colores pasteles, siempre estaba sonriendo. Siempre llena de alegría, felicidad, amabilidad y positiva. Ahora es fría, hostil, usa colores oscuros y neutros. Cambio los vestidos por pantalones anchos, camisetas anchas, parece que todo le molesta, casi nunca sonríe..., es todo lo contrario a esa niña que conocí.

Aun así, me sigue pareciendo linda.

Quitando el hecho de que me admití a mí mismo que siento algo por ella. El problema es que no sé que es exactamente. Solo sé que, el que se comporte de esa manera conmigo me causa una punzada en el pecho.

—Supongo que te debo una disculpa—hablo de la nada.

—¿Qué?

Gire para verla a los ojos, sin embargo tiene la mirada fija en las sabanas de su cama. Su cabello suelto cae a ambos lados de su cara lo que me resulta casi imposible ver su rostro.

—Perdón, por lo del otro día—aclaró con obviedad.

—Ya se esta haciendo costumbre la palabra perdón entre nosotros—intente bromear.

—Creo que es mejor que tú y yo no seamos amigos.

Estaba a punto de colocarme la camiseta cuando lo dijo, inmediatamente me quede paralizado.

—¿Por qué dices eso?

—¿Es que acaso no lo ves?—me miró por primera vez desde que había inclinado el rostro, pero no supe descifrar lo que quería decir con su mirada.

—¿No veo que?

—Siempre hago algo que te lastima, y no puedo evitarlo.

—No es tu culpa.

Eso no pensabas hace unos momentos.

—Por supuesto que es mi culpa—baja de la cama para acercarse a mi—, y por eso te voy a pedir que te alejes lo más que puedas de mi.

Un sentimiento extraño se instala en mi pecho. No. No, no me esta pidiendo eso.

—Dime que es una broma—le susurro en una súplica.

No quiero alejarme de Elizabeth. Pase lo que pase, no quiero estar lejos suyo, me agrada su compañía.




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