Detrás del Internet

02: Odio (in)justificado

Si había una cosa que se podía afirmar de Emma con apenas conocerla era que tendía a usar mucho el sarcasmo o la ironía. Aunque Claire solía bromear diciendo que su amiga era una cínica y tampoco era como si Emma fuese a desmentir eso.

Siempre había encontrado refugio en tener una lengua filosa, así tendría siempre algo que responder y su personalidad introvertida no sería lo primero que saldría a la luz.

Se sentía cómoda con ese escudo, por lo que al no saber cómo lidiar con la situación y lo emocionada que estaba Claire al respecto, publicó un tweet con su típico humor.

@EmmaWest: Okayy, @lukecrawford me marcó un me gusta, ¿cómo me debería sentir? ¿Ya me pueden considerar una celebridad de internet?

Aunque quizás en el fondo más allá de ser eso, también había un cierto grado de sorpresa, al fin y al cabo un famoso notó su tweet, pero ella no era consciente del grado de importancia que era eso para muchas otras personas.

@driverrr ha respondido a tu tweet.

@driverrr: ¡Suertuda! ¡Te envidio! Yo trato de que alguno de los chicos note mi presencia y nada.

Emma rio por el tweet de esa chica, le parecía tierno. Aunque a ella no fuera fan de Nebula Drive, o más bien, ni siquiera supiera de ellos realmente, también tenía algunas bandas, cantantes e incluso actores que sería como un sueño que prestaran atención a tu publicación sobre las de los demás.

@ EmmaWest ha retuiteado un tweet @driverrr

@Emmawest ha marcado como favorito un tweet de @driverrr

Decidió responder el tweet. Después de todo, si ella se había tomado la molestia de escribirle, ¿por qué Emma no podía hacer lo mismo?

@Emmawest: @driverrr ánimo, no te rindas. Yo también tengo una lista de personas que sería feliz de que me notaran.

***

La presión en el pecho se hacia más fuerte con el pasar de los minutos, había intentado ignorarla por una hora, probó con comer un chocolate, darse un baño, incluso con tomar una siesta, pero sabía que si nada de eso funcionaba, se avecinaba una grande.

—No, no, no, me rehúso a sentir esta mierda —se dijo a sí misma.

Presionó su tabique con las puntas de sus dedos, tomando un suspiro y una decisión. Necesitaba salir de casa. En menos de 5 minutos ya estaba cambiada, con su cabello largo tomado en una coleta desordenas, tomó sus audífonos, también una mochila, arrojando las llaves, su teléfono y su monedero dentro. Pasado unos 10 minutos de su decisión, ya Emma había salido de su casa.

Empezó dando pasos largos, preparando sus pantorrillas para empezar a trotar. No había tenido la atención suficiente como para conectar sus audífonos a la música, así que el sonido del viento y de algunos autos que pasaban debían de bastar para lograr distraer su mente.

Trotó sin parar todo lo que su cuerpo le permitió, queriendo que las endorfinas liberadas le ayudaran a lidiar con las sensaciones negativas que se apoderaron de sí misma.

Echó un vistazo a su reloj inteligente, este le marcaba que había avanzado casi 3 millas. Entre trote, caminata a pasos rápidos y en ocasiones corriendo, había logrado su objetivo: lograr disipar un ataque de ansiedad. Ocupando su mente en otra cosa, el ejercicio en este caso, logró que su pecho dejara de doler por las razones incorrectas.

—Jo... no traje agua —masculló para sí misma.

Miró a su alrededor, sabía dónde estaba, había salido del sector en el que vivía, acercándose a una parte más concurrida de la ciudad. Tenía varias tiendas a un par de metros, pero aún mejor, si caminaba unos 10 minutos más, llegaría al restaurante donde trabajaba a medio tiempo Claire.

—Hola, bonita —saludó Claire cuando la vio acercarse a la barra del restaurante, donde estaba asignada ese día—. ¿Estás bien? No tienes buena cara.

—Sí, no te preocupes. Es el calor que hace afuera. —Le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora a su mejor amiga—. Tenía sed y ganas de acompañarte en tu trabajo.

—Me gusta, me gusta. ¿Te parece una limonada? He practicado y cada vez me quedan mejor.

—Siempre estaré dispuesta a arriesgar mi flora intestinal por ti, Claire, lo sabes.

Emma y Claire habían sido amigas desde los 6 años, cuando los padres de Emma, en un intento desesperados de salvar su relación, se mudaron a un ciudad costera. Solo pasaron dos años después de la mudanza y ya sus padres habían entendido que lo más sano para todos era vivir por separado, llevando una cordial relación parental. Lo bueno de la mudanza, Emma amaba su ciudad y conocer a Claire había sido uno de los hitos que marcaron su vida permanentemente.

—Una refrescante limonada de jengibre para ti. —La dejó frente a ella—. Salgo en una hora, ¿me esperas?

—Te espero, literalmente no tengo nada mejor que hacer.

Claire propuso ir a ver el atardecer juntas a la playa, así que ahí estaban las dos, con los pies enterrados en la arena, disfrutando de la brisa marina, en un silencio nada incómodo.

Emma bajó la vista a sus manos, notando una mezcla de pintura verde y azul debajo de sus uñas.

—Hoy sentí que tendría un ataque de pánico —comenzó a decir Emma, Claire la miraba fijamente, aunque su amiga no quitara la vista de las olas—. Estaba pintando, iba todo bien, hasta que mi hombro se trabó, luego vinieron los recuerdos de jodido idiota. En mi mente solo escuchaba los vidrios quebrándose, el pánico de no saber qué me estaba pasando... —soltó un suspiro con pesadez—, odio esta sensación, Claire. Deseo con todas mis fuerzas solo desaparecer ese pedazo de mi vida, que nada hubiera pasado.

—Supongo que ya lo has escuchado antes, pero todas esas experiencias forman parte de lo que eres, Em. No importa qué tan jodido haya estado, estás aquí y eso es lo que debería importar. Esos sentimientos malos también son válidos, no tienes que ser un hada de felicidad todo el tiempo y botar purpurina por el mundo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.