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La rata que habló con Lily tuvo razón en algo, y es que luego de continuar no tardaron en llegar al hogar de aquel grupo. Era un tren, pero no tenía locomotora, o quizá estaba en el otro extremo. De todas formas, el vagón era más grande que el túnel en sí y las grietas desprendían trozos de las paredes y el techo cuando fueron acercándose. A un lado de la puerta había una lámpara que se encendió de improviso dándoles la bienvenida. Agradeció que por dentro estuviera iluminado, no aguantaría estar cerca de las sombras.
Vero fue la última en entrar y cerró la puerta tras de sí. El lugar no tenía asientos y había montones de cajas que hacían de pasillos hasta el otro vagón. En el siguiente pudo entender que no estaban solos después de todo, dos hombres se agolpaban cuidando el fondo sin ningún tipo de obstáculo que les impidiera descargar sus flechas de acero sobre los visitantes inesperados. Walt los saludó y giraron una rueda en medio de la puerta para abrirla. Antes de pasar observaron con extrañeza a Lily, quien oprimió a Boris y continuó sin mirarlos siquiera.
Ahora había sacos, varios separados por unos cuantos metros, y personas que se movían al sentir apenas el movimiento de alguien. Vero indicó que no los perturbaran y cruzaron al siguiente.
Lily encontró cierta fascinación al encontrarse con personas de su misma edad entrenando con unas varas de metal. La sala estaba provista de muñecos de madera y algún que otro muñeco de tiro al blanco, aunque seguro no les permitían llevar las armas mágicas de los demás. Los jóvenes se detuvieron en el acto y se formaron en una línea vertical intentando mostrar respeto por la llegada del grupo. Ninguno aguantó la risa por la ridícula posición de la mano en las frentes, un saludo ocasional que Lily no entendía.
—Vuelvan a lo suyo —dijo Walt con una ligera sonrisa.
—¡Díganos que lo encontraron! ¿Es esa chica? ¡No se ve amenazante! ¡Y lleva un bicho raro! —dijeron sin perderla de vista.
La nueva atracción no duró mucho en el vagón, Lily hubiera preferido quedarse un rato más. En su hogar permanecía con la compañía de Boris, y sabía muy bien que si quería llegar al pueblo debía hacer un viaje de dos días. No tenía amigos de su edad, al hacer trueques en el mercado podía ver uno que otro niño, pero tampoco podía quedarse mucho tiempo, el pueblo cerraba sus entradas al anochecer y no permitían el ingreso a quienes no tuvieran casa. Debía ser genial estar rodeado de personas que no se preocupaban más que divertirse y socializar, eso no lo sabría ella.
Al cambiar de vagón, Lily se encontró con quien parecía ser el rey en esas tierras. Temió por su vida unos segundos al recordar la vestimenta del Cazador y encontrar similitudes con ambas prendas. Este rey, sin embargo, no se veía amenazador. Tenía el cabello blanco y caminaba ajetreado de un puesto a otro dando indicaciones a hombres y mujeres sentados que construían objetos utilizando chatarra.
Vero detuvo a Lily esperando que Walt hablara con el rey. Lily escuchó decir padre a Walt, pero no veía ningún rasgo que los asemejara como familia de sangre. Debía ser un compromiso de amor incondicional, era más de lo que tenían algunos.
El rey hizo una seña y los presentes se retiraron dejando al grupo que ya tomaba asiento tras una caminata ardua. Lily se sentó en el suelo y acomodó a Boris, el cual se distraía con las luces de diversos colores proyectadas por los aparatos en las mesas. Se veía mejor que antes, no necesitaría hacer un tercer cambio de vendas. Había pasado el susto de muerte, aunque con el rey mirándola de cerca, podía aún estar cerca.
—Mis hijos piensan que tú eres el Monstruo —dijo sacando un arma que la cegó por unos segundos.
Un hilo horizontal se proyectó cubriendo su cuerpo con el movimiento de la mano del rey y el aparato cambió a un tono rojo emitiendo un mensaje: ¡Advertencia! Sujeto detectado con altas dosis de radiación. Ante esto, el rey retrocedió pidiendo a los demás que tomaran distancia.
—Demonios… no, no es ella —aseguró tirando el arma—. Pero puede causarnos la muerte si no la descontaminamos, es increíble que siga viva con estas cifras. Vero y Prix, encárguense y tengan cuidado, no quiero que se les caiga la piel por esta niña.
Lily se observó temerosa tras las palabras del rey. ¿Radi qué?, pensó recordando que la moneda de cambio en su tierra era el Rad, tal palabra sonaba similar. Intuyó que el arma le había hecho algo. Aquella magia nunca la había visto, pero el mundo era más vasto que los mismos cielos. Sabía que podía existir un hechicero, y el rey debía tener ese título. Sin embargo, si pudo detectar su malestar en sus capacidades existiría un conjuro sanador, uno que podía ayudar igual a Boris.
—Esa magia, ¿puede curarme? ¿puede curar a mi amigo? Queremos encontrar la entrada al Borde del Gran Camino. —Se arrodilló apegando su frente al suelo—. Por favor, rey de estas tierras y hechicero del nido.
El hombre al que Lily llamó rey se quedó en silencio compartiendo una ligera sonrisa con sus hijos que pronto se convirtieron en carcajadas. Lily no cambió su postura y esperó a que le dirigieran la palabra, aquel hombre era la autoridad, y debía mostrar respeto mientras estuviera en sus dominios. Boris no se postraba y le exigió que lo hiciera levantando el rostro para mirarlo a los ojos. El conejo burlón sacudió una pata y obedeció.
Prix, que vestía unos pantalones desgastados y una camisa cruzada de correas para sujetar sus cosas, sacó de un armario unos trajes de un material verdoso.
—Qué graciosa es, ¿acaso vienes de un cuento o algo? —preguntó entregando un traje a Vero—. Parece que tu época se estancó en la edad media, ¿qué año crees que es?
—Es el cuarto año del mapache, ¿no? —preguntó levantándose—. Nunca había explorado más allá del muro, y llegué aquí buscando Rekinoa.
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Editado: 23.06.2020