Día Z: Apocalíptico I

20-Nevada; Sammuel

La mañana empezó tranquila. Llevaban casi tres horas sin escuchar un chillido o grito. Parecía como si todo hubiera acabado en un par de horas. Había un silencio total a excepción del sonido de las llantas del camión.

Afuera del vehículo se notaba el frío que los envolvía en medio de una niebla más densa que de costumbre, no se podía ver a más de dos metros de distancia. Al respirar se sentía una ausencia de oxígeno, como si la niebla impidiera respirar bien, se asimilaba a respirar el vapor de agua hirviendo.

La mayoría de los soldados del camión iban dormidos, los demás estaban admirando la ciudad por la que pasaban. Por su parte, el sargento sólo estaba sentado viendo con detenimiento un mapa cubierto con varias manchas de sangre. 

Llevaba mirándolo más de una hora, era imposible que alguien viera tanto tiempo un mapa para nada. Era como si estuviera en trance.

Cada cierto tiempo el camión daba un salto, no era difícil saber que sucedía al pisar un cadáver, ya sea de un zombi o de algún muerto… aunque la diferencia entre ambos últimamente no era mucha.

Sammuel no sabía qué pensar en ese momento, se sentía como si recién estuviera despertando, con la mente nublada y a la vez, llena de cosas al azar. ¿Mi madre estará bien? ¿Joshua estará bien? Era lo que se preguntaba cada vez que le venía a la cabeza su familia.

No tenía claro si fue buena idea haber bajado del helicóptero en el que iban a salvo, pero cada vez que le cruzaba el pensamiento lo eliminaba sin titubear, su hermano valía la pena.

—¿Por dónde estamos, señor? —preguntó Sam al sargento.

—Por las afueras de Nevada, muchacho —contestó a duras penas mientras se incorporaba en su asiento y volvía en sí.

—¿Y a dónde vamos exactamente?

—Estoy tratando de recordar la ruta de la caravana de militares que venían hacia acá.

—¿Es tan difícil? —interrumpió Jack.

—Jack, por favor, silencio —le suplicó Sammuel.

El sargento sólo se limitó a echarle una mirada fría.

—Recuerden que llevamos un día en carretera sin comunicación con el equipo que vino aquí, estoy tratando de predecir a dónde se pudieron haber ido en caso de ir ganando o perdiendo.

—Entiendo, ha de ser difícil.

—Lo es... Pero, tengo buenas noticias. Creo saber ya a dónde se fueron... Solo debemos ir y revisar... Suponiendo que los zombis acabaron con casi toda mi caravana... Imagino que no les fue mejor a ellos, por lo que pienso que siguieron la carretera principal para pasar de largo y quizá regresar a la base.

—Tiene sentido, sargento —le dijo un soldado que estaba poniendo atención a la plática.

—Exacto... Sólo que no debemos dejar pasar que se trata de una hipótesis. Deberemos seguir la carretera principal a toda velocidad para alcanzarlos o al menos encontrar sus camiones.

Tras decir esto se asomó a la ventanilla que dividía la cabina del conductor con la de los asientos traseros y le dio instrucciones al soldado que conducía.

Cuando volvió a acomodarse en su asiento, formuló una sonrisa y dijo:

—¡Agárrense, hijos de perra!

Como si hubiera sido una orden, el camión comenzó a elevar considerablemente la velocidad. Jack casi se caía por la inercia.

Todos los soldados comenzaron a reír entre ellos y a silbar, algo que Sammuel creyó que no los vería hacer nunca.

De pronto, todos se callaron al mismo tiempo e hicieron una cara de arrepentimiento.

Sammuel meditó un momento... El ruido. La habían cagado.

Los chillidos y rugidos habían comenzado a escucharse más cerca de lo que imaginaba... Era como si los tuvieran a pocos metros de distancia, cosa que era imposible pues el camión iba a una velocidad alta.

Al aumentar la rapidez de la marcha el camión comenzó a hacer más ruido, alarmando así a todos los zombis de los alrededores.

Era, además, un gran problema el hecho de que la visibilidad estuviera tan limitada, no podían ver nada, solo lograrían observar aquello que estuviera lo suficiente cerca del camión.

—¡Soldados! Preparen armas —ordenó el sargento mientras se ponía de pie y se acercaba a las ventanillas del camión a tratar de visualizar algo—. Mierda, no se ve un carajo.

—Señor, déjeme sugerirle que ordene bajar la velocidad del camión —dijo Sammuel—. Si chocamos podrían ser fatales los daños, tanto al camión como a nosotros.

—¡Mi conductor tiene buen ojo! Tranquilízate, Sam —se limitó a decir.

—¿No escuchas lo cerca que están? Si bajan la velocidad nos alcanzarán —le dijo Jack.

Tenía sentido, pero también tenían armas, además, si llegaban a chocar los zombis podrían rodearlos y así estarían expuestos sin nada que los proteja. 

Por la parte del conductor se empezaron a escuchar disparos.

—¡Los tenemos también enfrente! —gritó el copiloto.

El camión empezó a ir en zigzag, todos se cayeron y comenzaron a chocar con las paredes del camión militar. En una de esas vueltas bruscas, Sammuel se elevó unos segundos y chocó de cabeza contra uno de los asientos, fue tan duro el golpe que instantáneamente se desmayó.




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