Día Z: Apocalíptico I

26-Salvaje Bienvenida; Michael.

—¿Qué ha descubierto en todo este tiempo?

—¿A qué se refiere, General?

—Me refiero a información útil para acabar con toda esta plaga.

—Me temo que no mucho, e incluso, nada que todos los soldados en la caravana ya hayan descubierto.

—¿Y eso es?... —No parecía muy convencido.

—Los Zombis que parecen tostados son mas feroces, fuertes y rápidos que los normales, al parecer a éstos les cayó el liquido del misil directamente. Todos están un poco ciegos, por lo que se guían casi principalmente por el oído. Los chillidos, gritos o rugidos parecen ser alarmas para advertirse entre ellos, aunque a decir verdad, no estoy muy seguro de éste último.

—Mmm... Ya veo —Dijo después de meditar lo que Michael le había dicho— Son tiempos oscuros, Sargento. Debemos cuidar bien de nuestras espaldas y le aseguro, que saldremos vivos de ésta.

—Así será, General.

Llevaban alrededor de una hora conduciendo por carretera cuando frente a ellos apareció el gran cartel que anunciaba que habían llegado a Utah. Al ritmo que llevaban quizá les tomaría un día atravesar todo el estado hasta llegar a Colorado. Michael estaba totalmente impaciente. No dejaba de mover el pie de arriba a bajo repetidamente.

Se miró las manos, llenas de callos y ennegrecidas por la mugre, sintió el pasado llegar al presente y se vio en Afganistan, cubierto tras una pared de concreto que estaba por destruirse, su antiguo amigo James, en sus piernas, sin vida, tratando aún de hacer que dejara de emanar sangre de la herida de bala que tenía en su cuello, el enemigo sin dejar de dispararles mientras se acercaba. En ese momento vio su fin, con todo su escuadrón muerto a su alrededor, sin munición en su arma ni balas en sus cartuchos, siendo el único vivo, el último estadounidense en ese pueblo. Entre lágrimas de derrota había sacado su cuchillo para clavarlo en el primer afgano que se acercara, el sonido de las balas le taladraba los oídos. Miró sus manos llenas de sangre de James, cubiertas de pólvora y vibrantes por el retumbar de sus armas y se apoyó en el suelo para levantarse después de husmear en los cartuchos de su amigo en busca de un par de balas. Una vez estuvo de pie y recargado contra la pared sujetó su fusil y se lo apretó en el pecho abrazándolo, rezando tomó valor y entre un grito de guerra asomó su cuerpo y su arma para comenzar a disparar. Eran decenas y él sólo uno. Justo cuando comenzó a oprimir el gatillo los afganos empezaron a huir, pero no por él, sino por los helicópteros que llegaban del cielo cual ángeles al paraíso. Michael se dejó caer de rodillas y miró cómo descendían cientos de soldados de vehículos terrestres y aéreos, los refuerzos que había pedido durante horas. Esa semana fue nombrado Sargento, por su valentía, y sobretodo por la experiencia ganada.

Salió de su estupor con un brinco que dio el camión.
Miró adentro de la ventanilla y notó que Miranda estaba dormida en el pecho de Joshua. Cuánto daría él para hacer eso con su esposa exactamente en esos momentos, la extrañaba tanto y cada vez se le hacía más difícil hacerse el valiente. A decir verdad no sabía qué día era exactamente pero juraría que había pasado casi una semana del atentado, el tiempo era lo que menos le importaba en esos momentos, aunque cuánto anhelaba que pasara más rápido para ver ya a su familia.
Quiso dormir pero no podía, era una extraña sensación de intranquilidad. El cielo sobre su cabeza se comenzaba a llenar de nubes grises y obscuras además de que empezaban a escucharse fuertes relámpagos en la lejanía. Bajaron la velocidad, estaban a punto de recargar combustible así que fueron directo a la gasolinera más cercana.
El sabor de la preocupación comenzaba a llenar su boca con disgusto. 
Una vez que se detuvieron comenzó a escuchar un extraño rugido, y no sólo eso, se le sumaron gritos casi humanos, aullidos completamente escalofriantes y ladridos fuera de lo común.

—Hobbs, ¿Dónde estamos? —Le preguntó el General al soldado que conducía el camión trasero una vez se bajaron de los vehículos. Todo mundo escuchaba los extraños ruidos.

—Estamos aquí —Dijo mientras señalaba un punto en el mapa que colocaron en el cofre del camión— Está es la gasolinera, acá está el teatro, y acá está... —Se quedó mudo.

—¿Qué está ahí, Soldado? —Dijo el General mientras se acercaba al mapa. Todos los soldados de la caravana se estaban amontonando entorno a Hobbs que estaba frente al mapa.

—El Gran Zoológico de Utah.

Casi como si hubiera sido una señal, se comenzaron a escuchar disparos muy tenues, el silenciador del arma amortiguaba el sonido. Todos voltearon hacia atrás y se quedaron horrorizados.
Había un chimpancé atacando a un soldado de los últimos camiones.

—¡Mierda! —Gritó el General— ¡Todos suban a los camiones! ¡Vámonos!

—Señor, no hay combustible —Le dijo Michael.

—¡Joder es cierto!

Se comenzaban a aproximar Zombis de todas direcciones, había mucho escándalo y las armas hacían mucho ruido aún teniendo el silenciador.
Los aullidos se comenzaron a escuchar más cerca y los rugidos se intensificaron.

La lluvia había llegado, eran apenas las seis de la tarde y ya estaba oscuro, las grandes nubes habían tapado completamente el sol, las gotas eran de proporciones gigantes y llovía intensamente.

Michael rápidamente cerró las puertas del camión con Joshua y Miranda dentro para mantenerlos a salvo.
A lo lejos vio que se acercaba corriendo algo a una velocidad impresionante, sin pensarlo comenzó a disparar, era muy difícil acertar, se movía mucho y la lluvia dificultaba la visión.
Todos comenzaron a disparar, a humanos y animales Zombi que se iban acercando, era todo un espectáculo, las ráfagas de los fusiles bajo la lluvia hacia que a Michael se le subiera la adrenalina hasta la cabeza.
Una vez que la cosa que se acercaba rápidamente estuvo a menor distancia, Michael logró ver que se trataba de un Leopardo.
No lograba acertar ningún disparo y cuando menos lo esperó ya lo tenía sobre él. El pobre animal estaba casi despellejado, el cuerpo era completamente sangre y pedazos de piel, la mandíbula sin cuero hacía que sus colmillos se vieran de proporciones abismales. 
Michael logró agarrarlo del cuello con una mano y con la otra sacó su cuchillo de su funda, con movimientos rápidos comenzó a clavárselo en el abdomen pero éste ni se inmutaba, no fue hasta la décima vez que por fin dejó de ejercer fuerza y Michael se lo logró quitar de encima, se levantó lo más rápido posible y desenfundó su Desert Eagle, le apuntó al Leopardo y antes de disparar algo le cayó en la cabeza.
Lo golpeó a una velocidad increíble y cuando volteó hacia arriba ya no había nada, confuso volvió a mirar a su contrincante y ya no estaba frente a él, se alejaba corriendo hacia el medio del caos.
Todos los soldados estaban disparando a los animales, había jabalíes, tigres, Zombis, simios y muchas más especies.
Michael de nuevo sintió que algo le cayó a la cabeza y esta vez le comenzó a rasguñar, con un movimiento rápido de las manos trató de sujetar lo que tenía en la cabeza, una vez lo tuvo agarrado lo lanzó al suelo lo más fuerte que pudo. Era un águila. 
Alzó el vuelo directamente a la cara de Michael pero éste alcanzó a tomar al ave del cuello, le comenzó a rasguñar la ropa y la desgarró, sin compasión alguna Michael le quebró el cuello con ambas manos.
Cuando soltó el cadáver del águila sólo pudo tomar aire antes de que un Lobo lo tumbara de nuevo al suelo.
Michael comenzó a gritar, la fuerza del lobo era increíble, comenzó a sentir que lo jalaban del pie, de ambos pies, lo jalaban más lobos.
Trató de forcejear pero de nada servía y el lobo que tenía encima no ayudaba en nada, lo tenía agarrado con ambas manos del cuello y lo tenía a pocos centímetros de su rostro, su saliva ensangrentada comenzaba a escurrir de su boca asi que Michael hizo lo mismo que con el Leopardo, lo sujetó con una mano y con la otra iba a sacar el cuchillo cuando de pronto llegó otro lobo por un costado y no tuvo más remedio que sujetarlo con la otra mano.




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