Día Z: Apocalíptico I

29-Rumbo a la Verdad: Sammuel.

Era la mañana siguiente, habían descansado en el almacén ya que había oscurecido mucho gracias a una lluvia intensa que los azotó pasado el medio día.
Ya tenían todas sus mochilas llenas de comida y agua, estaban totalmente preparados para continuar con su camino.
El Sargento les había dicho que la caravana que estaban buscando ya se encontraba por Utah, y que lamentablemente habían sido reducidos a casi nadie por un feroz ataque de animales del zoológico.

—¡Y una mierda! ¡Ya ni de mi perro me podré fiar! —Dijo un soldado en forma de sarcasmo, a lo cual, afortunadamente nadie respondió con tono de gracia.

—No es para burlarse soldado, ellos eran nuestra salvación, pero me dijeron que van directo a Colorado, necesitan obtener cierta información de esa base militar. Allí serán rescatados por helicópteros que los llevarán hasta Seattle.

—Y supongo que nos va a tocar ser rescatados junto con ellos ¿No? —Dijo Jack.

—Así es, señor Brandon. Una vez lleguemos, todos seremos rescatados y eso, compañeros, es lo que todos deseamos. Además debemos hacer exámenes con la sangre que obtuvo Sammuel.

Todos los soldados afirmaron con la cabeza.

—Entonces andando, mientras menos tardemos nosotros, menos nos tendrán que esperar ellos.

Cuando estuvieron todos listos, el Sargento dio orden a sus dos soldados más aptos en cuanto a electrónica de ir afuera y sigilosamente entrar a un camión de autobús que casualmente estaba a media manzana más adelante para intentar encenderlo mediante el cableado.
Todos los demás se quedaron adentro de la bodega esperando. 
El sonido del motor encendido fue la señal que necesitaban para salir rápidamente y entrar al autobús, una vez dentro dieron la señal al conductor de arrancar, lento pero seguro, esta vez no habría ningún camión volcado por culpa de la velocidad.
Sammuel y Jack iban hasta atrás, mirando las calles desiertas, llenas de cadáveres y gente muerta caminando a la lejanía con pasos torpes y lentos.
El mundo se había convertido en un cementerio gigante, donde los muertos tenían la libertad de no estar en sus tumbas y a cambio rondar por las aceras y las casas de la gente, un cementerio en el cual las personas vivas eran comida y los Zombis unos hambrientos comensales.
Sam tenía su arma aferrada, sentía la sangre seca impregnada en su nuca por los golpes recibidos, trataba de mantener su mente serena, pues hasta no encontrar una farmacia no podia agitarse mucho ya que el asma lo acechaba silenciosamente y podría atacarlo de entre las sombras cuando menos se lo esperaba.
Miró a Jack, su rostro no reflejaba otra expresión más que preocupación y miedo, el miedo se podía oler por todo el camión, era un aroma peculiar, una mezcla entre carne podrida y sudor, el miedo se podía oír, respiraciones agitadas y entrecortadas, las botas tocando el suelo metálico del autobús en movimientos de ansiedad una y otra vez, el miedo se podía ver, expresiones de inseguridad y de nerviosismo recurrían en las caras hasta de los que parecían más rudos, el miedo se podía tocar, la fuerza con la que aferraban las armas, sus dedos llenos de callos y de mugre, el miedo se podía probar, al comerse las uñas de ansiedad, cada trago de saliva llena de una pizca de valor y coraje. Una batalla con la muerte, donde era sobrevivir o ser comido, rematar a lo ya muerto, disparar y sobretodo correr, correr y escapar, a la muerte no se le enfrenta, se le huye y ante cualquier cosa, se le teme, como todo mundo ya lo ha dejado claro.

El sol estaba ya sobre sus cabezas, las estrellas estaban desapareciendo y la luna estaban despidiéndose en el horizonte, el cielo se veía muy claro, más que nunca y tenía sentido; Sin humanos, no habría contaminación. 
Sabía que si lo decía en voz alta lo iban a acribillar ahí mismo con más de trescientos tiros, era un pensamiento muy polémico pero cargado de verdad y todo el tiempo se lo intentó sacar de la cabeza hasta que después de unas horas, lo logró.

Cuando probablemente a una gran velocidad en un día podrían cruzar medio país, les llevaba toda una noche cruzar un solo estado. Las razones eran simples y es que por toda la carretera había carros varados, cientos o quizá miles en los carriles, por lo que casi siempre necesitaban rodear, además debían ir a una muy baja velocidad porque si hacían ruido lo más probable era que atraerían a centenares de Zombis tras ellos.
Sammuel se preguntaba si era así en todos los estados e inmediatamente se contestó a sí mismo:

—Si, lo era, o incluso, aún peor —Lo recitó en voz baja.

—¿Qué piensas, Samuelito? —Preguntó Jack.

—¿Mi madre estará bien? O incluso mi hermano... ¿Qué habrá sido de él? Espero siga estando seguro en San Francisco.

—Apuesto a que lo está, amigo, sabes... Siempre suele ser algo curioso esto de lo que una persona piensa. Sin importar lo que pensemos, todo se vuelve realidad, así que mejor piensa que tu familia está a salvo porque si piensas algo como "Ojalá que no estén muertos" eso terminará pasando.

—¿De qué hablas?

—Son ideas mías, pero siempre que decía "Ya no quiero más deudas" seguían apareciendo en mi buzón, hasta que comencé a decirme "Quiero más cheques en mi buzón" y eso pasó. Es algo raro pero cierto, debes pensar en que tu familia está sana, no en lo que les pueda pasar.

—Debes estar fumando mala hierba en tus ratos libres, amigo, pero está bien, pensaré positivamente de ahora en adelante.

—Así se habla, "amigo".

Sammuel miró por la ventana y se quedó viendo los edificios gigantescos, lugares que le habría encantado visitar en otras circunstancias, a diferencia de días pasados, la neblina en el suelo comenzaba a esfumarse y aunque aún hacía todo un poco borroso, ya dejaba ver a la perfección un mundo hundido en la destrucción. Más que nunca se notaban las miles de manchas de sangre secas en el suelo, las ventanas rotas, la putrefacción en los cadáveres del suelo.  Y un olor nauseabundo penetraba las fosas nasales, un olor que ni tapándose la nariz se esfumaba.




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