Día Z: Apocalíptico I

37-Antes de la calma; Michael.

La desgracia que los había acompañado durante todo su recorrido al fin estaba cesando, estando arriba en el edificio, sentados, contándose todo lo que habían vivido y tan sólo esperando la llegada de los helicópteros de rescate, Michael después de mucho tiempo al fin se sentía a salvo.

−¿Qué tal le sienta que al fin volverá a ver a su familia, Sargento? −Le dijo Martin mientras se acercaba rengueando a su lado y se sentaba junto a él.
−Nada del otro mundo. −Mintió, la verdad es que sentía mariposas revoloteando por todo su estomago con tal sólo pensarlo.
−Es normal −Respondió Martin mientras le echaba una sonrisa sarcástica y le daba un par de golpecitos en el hombro.
−¿Tú no estás preocupado por tu esposa? −Preguntó Michael.
−Para nada, además de que está en Seattle con sus padres, la última vez que la llamé antes de que se cortaran las vías telefónicas dijo que estaba totalmente a salvo. −Esbozó una gran sonrisa.
−Maldito infeliz, vaya suerte tienes.
William estaba con el Sargento Jameson, de la caravana que acababa de llegar esa mañana. Se veían todos muy contentos y la cara de cada soldado reflejaba una satisfacción y alegría que no se podían comparar. Desde el día uno todos estaban trabajando, fuera, asesinando criaturas, viendo morir a compañeros, sintiendo la muerte acecharlos.
−Creo que es momento de dejar el casco, soldado. −Le dijo Michael a Martin mientras saludaba a William con la cabeza cuando cruzaron miradas.
−¿De qué habla?

−Demasiados años sirviendo a un país que sólo nos agradece con una medalla que no vale ni siquiera la hipoteca de mi casa.
−No me diga que piensa darse de baja, Sargento, qué sería de nosotros sin un líder como usted.
−Entonces ustedes también deberían salir ya del ejército. Después de lo que sufrimos estos días, no merecemos recibir ninguna misión más −Estaba mirando atentamente el horizonte, o al menos lo que el humo le permitía ver. Aún había fuego saliendo de la base militar.
−Tiene razón, ya va siendo hora de crear una familia con mi esposa, sentar cabeza y tener niños…
−¿Me pierdo de algo? −Se acercó William.

−De nada en específico, sólo estamos acordando nuestra renuncia al ejército.

−¿De qué hablan?

−¡Já! −Rio Michael− Dijiste lo mismo de Martin.

Los tres amigos se sentaron y comenzaron a platicar sobre qué quería cada uno para su futuro después de llegar a casa.
−Me buscaré una mujer bonita, rubia, alta y de ojos azules −Mencionó William.
−Pero con esa cara de ardilla ni un simio se fijaría en ti −Rieron Michael y Martin.

Vieron acercarse a Sammuel y a Joshua desde un extremo de la azotea.
−… Y él es quien nos ha mantenido a salvo todo este tiempo −Terminó Joshua mientras acercaba a Sammuel a Michael.

−Señor, un placer conocerlo, mi nombre es Sammuel −Extendió la mano.
−El gusto es mío, soy el Sargento Michael −Estrechó su mano.

−Su esposa y sus dos hijos se veían completamente sanos cuando íbamos en el helicóptero… −Mencionó Sam.

A Michael le cayó de golpe aquel comentario, había olvidado que él fue quien dio avisó de que su familia estaba viva.
−¡Eres tú! −Exclamó mientras lo abrazaba− ¿Cómo se veía mi familia? ¿Estaban bien? ¿Te dijeron algo de mí?

Sammuel se sobresaltó.
−Como le dije, estaban bien cuando los vi en el helicóptero, que hermosa familia tiene, señor.

−Me alegra tanto escuchar esas palabras, de verdad −Estaba conteniendo las ganas de gritar de felicidad.
−Estaban cuidando de nuestra madre −Mencionó Joshua− Así que puede que ahora mismo estén juntos todos.
−¿Qué procede ahora? −Preguntó Sammuel.

−Ahora sólo queda esperar −Contestó William antes que Michael− Sentarnos y esperar.
A la lejanía se empezaron a escuchar las hélices de un helicóptero.
−¿Escuchan eso? −Michael se acercó a la orilla del edificio− William, tus prismáticos. Sólo son dos…
Una vez tuvo en sus manos los binoculares, pudo observar que no se trataban de helicópteros militares, de nuevo eran de Flamante.
−¡Al suelo todos! −Gritó.
Rápidamente todo mundo se tiró al suelo tratando de ocultarse de los helicópteros.
−¡Flamante otra vez! −Exclamó William mientras sea cercaba gateando hacia él.
Los helicópteros iban volando bajo, y al estar ellos en el edificio más alto del lugar pudieron asomarse sin problema para verlos por encima.
Ambas aeronaves se posaron como buitres encima de la base militar y comenzaron a dar vueltas en círculos.

−¿Qué carajo están haciendo? −Preguntó Martin.
−Parece que están inspeccionando o verificando algo… Como si quisieran comprobar que en realidad la base está destruida…
−¿Qué haremos, Sargento Michael? −Preguntó el Sargento Jameson mientras se acercaba caminando en cuclillas.
−Debemos avisar a los helicópteros de rescato que no se…
Las hélices a la lejanía se comenzaron a escuchar, alrededor de diez helicópteros del ejército de los estados unidos se acercaban rápidamente.
−¡La radio! ¡Ahora! −Gritó Michael.
Uno de sus soldados se la lanzó al instante.
−¡Aquí el Sargento Michael Jobs! −Gritó al aparato mientras pulsaba el botón− ¡NO SE ACERQUEN! ¡REPITO! ¡NO SE ACERQUEN!
−Repita, Sargento −Contestaron− Ya estamos demasiado cerca, es imposible.
−¡Enemigos en la zona! ¡Flamante está aquí!

−Estamos listos para atacar, cambio.
−¡Y una mierda! −Gritó Michael mientras soltaba la radio− ¡Todos, preparados para atacar!
Todos los soldados se levantaron y tomaron sus armas, se prepararon para la batalla.
Un sonido sordo se escuchó y de pronto varios misiles salieron de la base militar hacia los helicópteros de rescate, impactando en dos de ellos y haciendolos estallar en mil pedazos.
−¡DIOS! −Gritaron la mayoría.
«Sí… Dios, ampárate de nosotros» Pensó Michael mientras sus esperanzas de ir a casa se reducían una vez más y colocaba un cargador en su arma.
 




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