Día Z: Apocalíptico I

4-Misiles; Sammuel.

El día de brujas resultó ser la misma porquería de un día normal para Sammuel. Se acostó hasta media noche por estar viendo vídeos de terror para al menos mantener la actitud y despertó con un leve dolor de cabeza y un ardor en los ojos. Estaba terminando su desayuno cuando recibió una llamada de Jack.

—¿Hola? —preguntó con la boca llena.

—Hey, Samuelito, deberías revisar las noticias. Están hablando sobre el ataque de Flamante. —El tono de su voz lo alarmó más que las palabras que le dijo.

—Claro, Jack, gracias. ¿Estás bien? —preguntó preocupado.

—Por ahora sí, ve a ver lo que te dije y tenme al pendiente de cualquier cosa, estaré al lado del celular.

—Claro —finalizó.

«¿Ahora qué está pasando?», se dijo, realmente tenía intriga.

Encendió su televisor y puso el canal de noticias; anunciaban que Flamante había comunicado que los Misiles serían lanzados el primero de noviembre. Ese día.

Rápidamente Sammuel se levantó de su silla, lanzándola hacia atrás en el acto y provocando un gran estruendo. Lo primero que hizo fue correr a su habitación para tomar una mochila y meter unas latas de comida y un par de botellas de agua. Posteriormente fue a la recámara de su madre y buscó sus pastillas para el Alzheimer, las metió en la mochila al igual que varios inhaladores para su asma y se encaminó a la sala. No sabía qué iba a pasar así que quería estar prevenido para cualquiera de los escenarios que se presentaran.

—¿Madre?, ¿dónde estás? —preguntó al aire en cuanto tuvo la mochila arriba de la mesa.

—Hijo, estoy en el baño —contestó desde donde dijo, estaba en la habitación contigua.

—Madre, al momento se salir, dirígete a la sala. ¿Está bien?

—Claro, hijo. Ahora voy.

«Bien, ahora debo ir a la tienda por alcohol y vendas», se dijo tras revisar el botiquín de la casa y comprobar que ya no tenían.

Era estúpido que pensara con esa exageración, y él mismo se lo decía, ya que puede que ni siquiera pasara algo ahí, pero quería estar seguro y tener todo bajo control, más valía el prevenir.

 Salió de su departamento y bajó por las escaleras de dos en dos hasta que llegó al primer piso. Fue directo a la tienda que estaba a un par manzanas de su edificio, el problema de vivir en una ciudad tan grande como lo era Los Ángeles, es que todas las tiendas están demasiado separadas entre sí, y la farmacia más cercana estaba a quince minutos.

—¡Muchacho! —le gritaron—. No es momento para estar afuera, ¿no has visto las noticias? Quién sabe qué puede pasar hoy.

Al voltear, Sammuel notó que se trataba de Gabriel, estaba cerrando su tienda de disfraces.

—Lo mismo digo, señor. Debería estar en su casa ahora.

Gabriel sólo se limitó a hacer un gesto afirmativo con la cabeza. Sammuel siguió su camino y llegó a la tienda tras haber trotado un poco, la paciencia de ir caminando se le había agotado por completo, además, toda la gente en la ciudad estaba histérica y descontrolada, parecían locos corriendo de aquí para allá mientras intentaban comprar el máximo de cosas que pudieran. Cuando estaba por pagar las vendas y el alcohol, en la televisión de una esquina del recinto apareció un gran mapa y una voz con un tono alarmado.

—¡Todo público tenga cuidado! —exclamó el locutor—. ¡Desde varios puntos en las ciudades importantes de todo el mundo han sido disparados misiles de largo alcance! Los ejércitos de cada país están tratando de tirarlos antes de que lleguen a sus objetivos, los cuales desconocemos por el momento. En estados unidos la marina está haciendo lo posible por interceptarlos antes de que causen algún daño, en el mapa que les mostraremos a continuación se aprecian los lugares del país donde detectamos dichosos lanzamientos.

—¡Dios! —chilló la mujer que atendía la tienda momentos antes de salir corriendo.

—¡Oiga, espere! —gritó Sam mientras la intentaba detener.

No lo había notado a primera vista pero en el mapa de la pantalla se divisaba la imagen de un misil pasando por encima de Los Ángeles, justo donde él estaba. Rápidamente como si el Misil hubiera adivinado que se había percatado de él, se escuchó un sonido similar al de una turbina de avión. Sammuel se puso a unos centímetros de la puerta y divisó con horror lo que pasaba. En el exterior a unos doscientos metros de distancia se veía el misil que se acercaba a toda velocidad.

  Estaba a unos cien metros del suelo y parecía estar tirando algún liquido de color amarillo. Toda la gente corría por todos lados, era un completo caos en donde sea que mirara. Cuando el misil pasó por encima de las personas que tenía más próximas efectivamente estaba derramando una sustancia que lanzaba a presión por los costados, haciendo así que aquella lluvia artificial abarcara una manzana entera. Sammuel estaba dentro de la tienda cuando salpicó el fluido amarillento, casi lo alcanzaba pero dio un salto hacia dentro y lo evitó por poco.

Rápidamente supo que era algo malo si venía de Flamante así que se puso su capucha y se colocó un cubrebocas que tomó de la tienda para salir a toda prisa sin mirar a ningún lado más que a su objetivo; su casa. Corrió y corrió hasta que algo lo detuvo en seco:




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