Día Z: Apocalíptico I

8-Primero la Familia; Michael.

Simplemente mandó todo a la mierda:

La operación, la barrera policial, sus órdenes y hasta su honor. Marcó a su esposa Karen y no contestó, marcó al celular de su hijo mayor y nada, parecía como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra, la angustia y la preocupación comenzaban a recorrerle el cuerpo entero.

Sus dos compañeros no titubearon cuando les dijo que debían ir por su familia. Todos estaban de acuerdo que lo primero es lo primero; la familia, y ellos no tenían una por la cual preocuparse sin embargo no iban a dejarlo atrás en esto, le tenían tanto respeto y aprecio que lo seguirían hasta donde él les dijera.

En el edificio se comenzaron a oír los gritos y chillidos de las criaturas, ya no podían seguir ahí más tiempo, no iba a durar para siempre su encierro en la terraza. Habían durado cerca de dos horas en su escondite discutiendo acerca del plan, pero sobre todo qué eran las criaturas que había afuera en las calles. Al final de la discusión todos llegaron a la misma conclusión; Zombis. Era un tema delicado, por la radio de Martin llegaban transmisiones de gente pidiendo ayuda, de soldados suplicando refuerzos, estáticas y también gritos de sus mayores diciéndoles que si dónde diablos estaban y por qué no contestaban, sin embargo, esto último sólo duró un par de minutos pues a final de cuentas sus superiores creyeron que habían tenido el mismo destino que los demás escuadrones; que fueron devorados.

—Bien, sargento, usted manda ahora —le dijo Will en cuanto se pusieron de pie y se colgaron las mochilas al hombro.

—Hagamos todo acorde al plan, no podemos fallar, es nuestra vida y la de mi familia la que está en riesgo, debemos ser rápidos y silenciosos para no llamar la atención de esos monstruos, si vamos juntos todo el tiempo podemos salir de esta, se los aseguro —contestó con la mirada perdida, realmente estaba muy preocupado por el bienestar de los suyos.

Cruzaron por un pequeño pasillo y se toparon con las escaleras de emergencia que habían subido con anterioridad. Las pasaron de largo hasta llegar a las principales que conectan con todos los pisos y que bajan directo a la puerta principal del edificio.

Estaban dos pisos abajo, cruzando las escaleras que llevaban a la segunda planta de la edificación, cuando de una habitación salió arrastrándose una persona. Todos pararon en seco y se quedaron inmóviles, viendo con atención los movimientos erráticos de oruga que hacía el sujeto frente a ellos.

—¿Eso es?... —susurró Martin, con una cara tan pálida como la de un cadáver.

No fue necesario que Michael abriera la boca, el tipo del suelo hizo un chillido ensordecedor que contestó por él la pregunta.

Escucharon por las transmisiones que el sonido podía llamarles la atención, y que, al parecer, era el único de sus sentidos que seguía funcionando con normalidad ya que su vista se había estropeado gracias a las manchas de sangre en los ojos causadas por las hemorragias internas. Era increíble lo rápido que la información se podía comunicar, la tecnología de la época era tan eficaz y a la vez tan difícil de comprender para Michael, quien sólo sabía usar su teléfono celular de una manera básica que parecía un anciano.

—Martin —susurró—. Saca tu cuchillo y elimínalo.

Martin titubeó y las rodillas le temblaron, echó una mirada de miedo a Michael que parecía estarle diciendo; “¿Por qué yo?”, y avanzó lentamente mientras temblaba como una gelatina.
 El zombi se detuvo y se quedó acostado con medio cuerpo fuera de la habitación, inmóvil, como si estuviera intentando escuchar con más claridad. Martin aprovechó el momento y con un trote lento se abalanzó contra él. La criatura apenas había girado la cabeza en su dirección cuando en un movimiento rápido le enterró su cuchillo militar en el cráneo, usando todo su peso para dejarse caer sobre él. El zombi tan sólo se tensó unos segundos para después quedar tendido en medio de un charco de sangre y sesos.

—¡Bien! —dijo William, celebrando el eficaz trabajo que hizo su compañero.

—Y yo que tenía... —Las palabras de Martin fueron sofocadas cuando de la misma habitación saltó sobre él otro zombi, esta vez uno pequeño, un niño.

—¡Carajo! —gritó Michael mientras se acercaba corriendo y desenfundaba su cuchillo a la vez.

—¡Ayuda! —gritaba Martin mientras trataba de quitarse a la pequeña bestia de la espalda.

En cuanto Michael estuvo a su lado tomó al zombi del cabello y jaló de él hacia atrás, despegándolo de su amigo como a una sanguijuela. El niño no pesaba más de diez kilos, por lo que pudo sostenerlo frente a él por varios segundos. Un par de veces hizo ademán con la otra mano de enterrarle su cuchillo, pero se detenía en el último instante, no tenía las agallas para matar así a un niño, por mucho que solo quedara de él el hambre insaciable de carne humana. Su rostro estaba desfigurado y cubierto en su totalidad de sangre negra y morada, no tenía labios ni nariz, probablemente a causa de un enfrentamiento con otro zombi antes de que él se convirtiera; sus pequeñas manos intentaban rasguñarlo a tal punto de que ya se había arrancado las uñas contra su ropa militar. Su boca no paraba de abrirse y cerrarse en un intento desesperado de poder darle un mordisco a Michael.

De pronto sonó un disparo y el niño dejó de moverse, William había hecho el trabajo sucio. Mike no tuvo tiempo de pensar en nada; los gritos y chillidos comenzaron a sonar por todos lados y pronto las pisadas de decenas de personas se comenzaron a escuchar dirigiéndose hacia ellos.




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