19. Inventor.

Las cadenas, las tuercas y todo el mecanismo del corazón, comenzaron a enloquecer, piezas salieron volando a medida que giraban las paredes del laberinto; la princesa se desplomó en los brazos del Rey, él sabía lo que sucedía. 

Por otro lado, el Inventor se percató y corrió preocupado a sentir a la doncella, colocó su mano en el lado izquierdo del pecho, sabiendo dónde se encontraba el corazón; y en ese instante, se encontró dentro del laberinto. 

El Inventor se sorprendió al hallarse en aquel lugar, veía con admiración como volaban piezas al ir girando, comenzó a correr, buscando una ruta que seguir, varias veces chocó con los muros que salían del suelo para impedirle el paso, luego giraba en busca de una alternativa. Siguió y siguió mirando con cautela, hasta que halló un centro de control, ¿estaba ahí esa puerta? No lo recordaba, simplemente entró y encontró a la princesa llorando - ¿hola? - saludó, ella no respondió, se acercó y se topó con un vidrio, la doncella no podía escucharle porque había un vidrio que los separaba, ¿qué hacía?

Miró los controles, había altavoces - soy el inventor, ¿alguien se encuentra en este laberinto? - preguntó esperando una respuesta, las pantallas se encendieron mostrando a todos los habitantes de aquel lugar, el Inventor se enfureció al notar la presencia del guerrero y del abogado, se sintió rechazado, él había impresionado a la princesa, o eso creía él, entonces, ¿por qué había otros hombres ahí? Dentro de su ira se arrojó al cristal con la intención de exigir aclaraciones, golpeó, golpeó y golpeó hasta que los nudillos se le destrozaron, más sus lágrimas no eran de dolor, sino de impotencia, ¿Qué hizo mal?

El dragón apareció enfrente de él, alejándolo de Imelda, ¿por qué? Era intimidante, le lanzaba bocanadas de fuego, más este no le quemaba, al contrario, había imágenes en las llamas; pesadillas, todas eran pesadillas, ella drogada, ella embarazada de otro hombre, ella muriendo en el parto, ella muerta en sus brazos...soledad, dolor, preocupación.

Las lágrimas del Inventor brotaron nuevamente sin mucho esfuerzo, gritaba dolido y enmedio de su euforia, golpeó la mesa de control, llamando al ángel - ¿Qué pretendes? - cuestionó con calma - Quiero protegerla, sanarla, mimarla, que sea mi esposa - respondió secando su rostro - ¿tu esposa? - continuó el ángel dubitativo - si - asintió el hombre sacando un cofre de su chaqueta, el ángel asintió comprendiendo el rumbo de la conversación - necesitas más que eso para que ella acepte ser tu esposa - aclaró cerrando el cofre y a su vez, la mano de este - ¿Qué debo hacer? - preguntó sin apartar la vista de la mano que cubría el ser - crecer, madurar, cambiar, pero sobretodo, hablar con el Rey, bañarte en el río, conocerte y seguir inventando - el ángel apartó su mano y señaló en dirección a las pantallas, se veía cómo seguian girando las paredes del laberinto, de pronto, el Inventor sacó sus herramientas y comenzó a trabajar, más no se percató, que además de "arreglar" el mecanismo, había ayudado a ambos a encontrar un atajo, el abogado se encontraba ahora con el pavoreal, y el guerrero en la sala de entrenamiento con el panda y la pantera, mientras él, no lograba salir de ahí - bien hecho - el ángel le palmeó el hombro - has terminado tu misión, ahora ve y crece, ve con los Guardianes y encuentra el camino a tu propio corazón, supiste cómo solucionar este, ahora ve y hazlo con el tuyo - el ángel tocó su frente y el Inventor desapareció.

El hombre se encontró en un desierto, sólo y confundido, ¿qué fue todo aquello? Se sintió desolado y comenzó a dudar de su propia valía, ¿a caso era un juguete? ¿A caso no había logrado enamorar a la princesa? ¿No sirvieron sus sacrificios y apoyos?

Los cuestionamientos duraron un largo trayecto, sin embargo, encontró una senda y decidió seguirlo...