¿Quién no le teme al futuro?
Espero no ser la única.
Creo que nosotros, los jóvenes, tenemos ese constante miedo.
Cuando era una niña, recuerdo que mis miedos eran los payasos, las arañas y las serpientes. Y daría lo que fuera por volver a tener esos miedos.
Ahora mis miedos son el futuro, el fracaso, la conformidad… y en general, la vida.
¿Pero por qué le tememos al futuro?
Bueno, yo le temo porque no quiero fracasar.
Todos en mi familia creen que tendré un buen futuro: una buena economía, un futuro brillante.
Pero cuando yo me veo y pienso en mi futuro, no pienso tanto como ellos.
Más bien pienso en:
¿Qué tal si no entro a la universidad?
¿Qué tal si no tengo el trabajo que quiero?
¿Y si termino en un trabajo promedio y decepciono a todos?
Eso es lo que yo pienso de mi futuro.
Cuando le comenté este miedo a mi psicóloga, ella respondió:
—No te preocupes, en dos o tres sesiones podemos con ello.
Y yo me quedé pensando…
¿En tres sesiones va a desaparecer mi miedo que me ha atormentado por años?
Esas sesiones, más que nada, fueron para hablar sobre por qué le tememos a algo que todavía no ha pasado.
¿Por qué supones algo que no existe?
¿Por qué sobrepiensas cosas que tal vez ni siquiera vayan a pasar?
Y tiene razón.
Pero yo soy una persona a la que le cuesta pensar positivamente.
Cuando me dicen “inteligente”, no me la creo. Busco otra palabra, como “tal vez comprendo rápido”.
Cuando me dicen “bonita”, lo primero que pienso son mis defectos.
Cuando estoy positiva, pienso e imagino mi futuro como algo que me gusta.
Pero luego me pongo a pensar en todo el gran trabajo que me va a conllevar hacer realidad ese futuro… y me da miedo.
Porque a veces hay noches en las que ya no puedo más y digo:
“Si no puedo ahorita… ¿qué me hace pensar que sí voy a poder en un futuro, que me va a exigir más, que me va a presionar mucho más que ahora?”
Y es cierto.
Pero no puedo controlar eso.
Al menos, no ahora.
Aún no puedo dar esa solicitud de trabajo, porque ni siquiera termino la preparatoria.
Aún no puedo comprarme ese departamento, porque no trabajo.
No puedo hacer todo aún, pero sí puedo dar un paso a la vez.
La vida es algo incierto y misterioso.
Tal vez no sé qué suceda en ese futuro, pero puedo vivir el presente.
No puedes controlar lo que no está a tu alcance aún. Así que deja de preocuparte.
Las cosas llegarán.
El futuro estará ahí, esperándote.
Y cuando menos te des cuenta, ya estarás viviéndolo.
Tal vez no con las grandes cosas que tenías en mente,
pero sí con otras que ni siquiera pensaste…
y que te hacen mucho más feliz que las que creías que te harían feliz.
¿Pero por qué esperar a que lleguen esas cosas para ser feliz?
Puedes ser feliz ahora, en tu presente.
La felicidad no tiene por qué esperar.
Y no puedes prohibírtela hasta que se cumpla tu sueño.
Sé feliz ahora. Sé feliz mañana.
La vida se acaba en un instante, como para negarnos esa felicidad.
Baila.
Canta.
Grita.
Pinta.
Sal de tu casa.
Pon esa serie de Netflix.
Haz lo que más te guste.
Y el día que llegue el futuro, mirarás atrás y te vas a dar cuenta de que en tu camino hacia ese sueño, fuiste feliz.
Y ahora que el futuro ha llegado, lo cumpliste,
pero no tuviste que esperar la felicidad,
porque la felicidad fue el simple hecho de levantarte de la cama cada mañana y ver que aún estás con vida.
No le temas al futuro.
Es algo que, tarde o temprano, va a llegar.
Tal vez como lo pensaste, tal vez no.
Pero puedes moldearlo desde ahora con tus acciones.
Depende de ti si quieres que sea bueno o no tan bueno.
Eso nadie más lo puede decidir.
Pero mientras lo haces… no te olvides de ti.
Porque mereces la felicidad.
Y siéntete orgulloso todos los días, porque estoy muy segura de que eres capaz de todo,
incluso de lo que tú crees imposible.
Intentarlo…
eso ya es de valientes.
– Jocelyn