Esto es un poco incómodo para todos; creo que más para ustedes lectores que para mí. El asunto es el siguiente, a partir de este momento voy a hacerme cargo de la narración. No creo que Jonathan pueda encargarse de este trabajo ahora que se encuentra encadenado. Perdón, no era mi intención adelantarme tanto quiero contarles lo que pasó justo esta mañana cuando me encontré con él. Por cierto, si no se dieron cuenta de quién soy yo voy a darles una pista, “el asesino más macabro de todos los tiempos”; obviamente se trata de mí “Daniel Montenegro”.
Nunca se me cruzó por la cabeza la idea de que alguien escribiera un libro sobre mí y mis despiadadas venganzas, mucho menos se me cruzó por la cabeza que alguien podría encontrar mi querido y confiable Diario. Ahora mismo voy a contarles como este regresó a mis manos.
Debo decir que la llamada de mi secretaria me sorprendió bastante. Una de las cosas que Jonathan olvidó mencionar es que padezco de “Hipertimesia”, resumidamente esto quiere decir que tengo una súper memoria, de esta forma no puedo olvidar ningún detalle. Por ese mimo motivo mi cerebro jamás olvida la tortura por la que pasé cuando era joven. En fin, la conversación que mantuve con Olivia fue la siguiente:
-Olivia, te he dicho miles de veces que no me llames en medio de una venta a menos de que sea una urgencia ¿Qué ocurre esta vez? ¿Acaso se te agotó el esmalte de uñas?
-Ja-ja-ja muy gracioso señor Montenegro. Disculpe que interrumpa su venta, pero en la oficina hay un muchacho y un policía retirado preguntando por usted.
-¿Ellos preguntaron directamente por mí?- En ese momento me encontraba conduciendo, había tenido que viajar a Malargüe para vender una casa, de paso aproveché y secuestré a uno de esos inútiles agresores que de casualidad vivía en ese lugar. Policía retirado me olía a Cruz, lo único que me faltaba era que me descubrieran después de estar tanto tiempo ocultando mi gran secreto.
-En realidad no, esos dos tipos llegaron preguntando por el gerente para hablar sobre un asunto en el que habían vidas implicadas, también dijeron algo sobre un objeto que encontraron en la casa que compró el chico que no es policía. Yo le pregunté la dirección y me di cuenta de que se trataba de su antigua casa, hubiera visto la cara de esos dos cuando pronuncié su nombre, créame hasta una tonta como yo se hubiera dado cuenta de que ambos empalidecieron de inmediato como si hubieran visto detrás de mí un fantasma o algo por el estilo.
-¿Dónde están ahora ellos Olivia?- En ese momento me encontraba muy preocupado y un extraño sudor frío recorría toda mi espalda, ¿Acaso yo tenía miedo?
-Están en un rincón discutiendo, el policía retirado se acaba de ir de la oficina y el joven parece estar enfadado, escuché que le gritó “En eso sí que se equivocó Daniel, eres un cobarde”.
-Olivia ¿Cómo sabes que es un policía retirado?
-Él me mostró su identificación de policía, pero tenía un sello gigante que decía “retirado”.
-¿Viste su nombre en la identificación?
-Sí señor, Horacio Cruz. Es un hombre un poco mayor, tez blanca y el cabello algo rubio, se notan a leguas sus canas.
-De acuerdo Olivia, ¿Cómo se llama el muchacho?
-Escuché que el señor Cruz lo llamo “Jonathan”.
-Muy bien, dile a Jonathan que yo no me encuentro en este momento porque estoy haciendo una venta, pero que mañana a las ocho lo espero en mi casa. Apúntale en un papel mi dirección y si tiene algún problema para localizar la casa que te llame de inmediato y ayúdalo.
-Está bien señor, ¿Hice bien en llamarlo?
-Sí Olivia, muchas gracias. Voy a colgarte porque estoy conduciendo y hay un control de conducción. Adiós.
-Adiós señor Montenegro.
Esa fue toda nuestra conversación, sabía que no iba a poder llegar a matar al maldito desgraciado, que por cierto se llama Diego del Valle. No podría disfrutar del todo de la muerte del maldito si mi mente iba a divagar durante todo el proceso. Lo mejor era esperar para matarlo luego de que hablara con Jonathan.
Cuando llegué a mi casa, que por cierto también está bastante alejada y no tiene molestos vecinos cerca, me dispuse a dormir. Últimamente tengo muchas pesadillas y no puedo descansar bien. Al parecer mi cabeza pensó demasiado en la charla que tendría por la mañana con Jonathan y el insomnio se hizo presente en mi noche, impidiéndome encontrarme con Morfeo, el Dios del sueño.
Eran las ocho en punto, hice mi mayor esfuerzo por no aparentar mi desvelo nocturno. Por suerte, y muy a pesar de mi tez blanca, las ojeras no se forman debajo de mis ojos; no he cambiado tanto en estos once años, no me veo viejo por suerte. Jonathan se estaba demorando, a pesar de que sean solo cinco minutos de demora mi cerebro está que estalla. No sé si hice bien en citarlo en mi casa, no debería haberle dado mi dirección verdadera. Ese muchacho no puede salir vivo de aquí.