Diario de una perdedora

Epilogo

                                                        "ROSAS BLANCAS"

Un hermoso campo de rosas blancas, con un sol hermoso, una brisa refrescante y que todo este lleno de paz y lo único que se escuche sea el sonido de la cascada, de las aves cantando, de los perros, de los demás animales, se siente paz.

—¿Sabes más o menos cuando empezaron tus alucinaciones? — pregunta el psicólogo y asiento

—Un día iba para la escuela y me tope con un chico, el me ayudó a levantarme, creo que de ahí empezaron mis alucinaciones, tenía un diario, ese diario fue parte de mis alucinaciones — comento, el psicólogo anota en su libreta

—Ese diario que papel tenía en tus alucinaciones — vuelve a preguntar, está vez me mira

—Cuando recién ingresé al hospital psiquiátrico, el hijo de la doctora me atendía debido a sus prácticas, mis alucinaciones trataban sobre que el leía el diario como si estuviera leyendo lo único que le queda de su amada — miro mis manos, el psicólogo continúa escribiendo en su libreta

—Llevas tres años tomando terapia, Greta — el psicólogo deja la libreta sobre la mesa y se quita sus lentes — me siento orgulloso, has puesto de tu parte, hemos avanzado mucho, me tomare unas pequeñas vacaciones, confió plenamente en que no recaerás, pero si el algún punto sientes que estas volviendo al principio no dudes en llamar.

Asiento, le agradezco y salgo de su consultorio, vivo en un pequeño pueblo, muy tranquilo, me voy directo a casa a lo lejos observo a ben intentado ordeñar una vaca, me rio cuando llego a él, trato de ayudar, aunque nuestros intentos son en vano, mi madre sale a decirnos que la comida ya está lista.

—Las rosas blancas ya se están marchitando — menciono

—Les he ido a comprar material para ponerles un techo mientras pasan las heladas — asiento feliz

Termino de comer y salgo como todos los días, desde que llegue aquí hace tres años, tome la rutina de salir a caminar por el bosque, a veces me encuentro con animales salvajes a lo cual tengo que huir, llego a la colina, tomo asiento, desde aquí se ve la gran cascada, el viento es fresco, hay sol, pero no quema, me acuesto y miro el cielo.

¡Por fin! Después de tantos años, al fin soy libre, he dejado se sentirme acorralada, he dejado de sentir esas cadenas las cuales me condene o misma, el no tener amigas, el no tener con quien compartir el resto de mis días a veces me resulta abrumador, dice mi psicólogo que es normal, aún estoy recuperándome mentalmente, cuando este sana poder hacer amigos o mejor aún, aprender a estar sola sin sentirme sola.

Cuando recuerdo todas esas alucinaciones, siento un vacío, porque quise regresar abrazar a esas amigas, abrazar a ese novio y con todo el dolor del alma me debo recordar que nada de eso existió, duele, pero estoy aprendiendo a vivir con eso, mantenerlo más como un recuerdo común. Sé que aún me queda un camino que recorrer y es por eso que esto esperando pacientemente por lo que va a venir, dejando de lado el pasado y futuro, solo enfocándome en el presente.

Así es como “El diario de una perdedora” se despide para empezar desde cero y más fuerte que nunca.

                                                               FIN.




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