Usted a mí me conocía las lágrimas
y el anhelo latente que poseía por dejar de sentir,
pero jamás logró entender por qué las margaritas
eran mis flores favoritas o por qué adoraba coleccionar flores marchitas.
Porque de ese mismo modo, yo no sabía cuál era su canción favorita
o porqué al espejo siempre le grita, pero sí sabía,
como secreto gritado al viento,
que su sueño frustrado era suicida y el poco aprecio que usted le tenía a la vida.
Porque ambos teníamos un punto de partida,
uno que a mí me mantenía perdida y a usted le provocaba querer morir un día,
así como ninguno jamás logró descifrar por qué nos tuvimos que encontrar,
ni por qué jamás nos podremos olvidar.