Y lo hiciste,
volviste tal y como te fuiste,
sin remordimiento, sin avisar y sin equipaje.
Volviste con tus pequeñas alas de mariposa
y revoloteaste entre mis entrañas
mientras dejabas un caos a tu alrededor.
Lo hiciste, volviste cuando empezaba tu luto,
volviste cuando recién daba vuelta a tu foto,
aquella que tengo enmarcada con tu más bella sonrisa en el corazón,
lo hiciste, volviste, y así yo también lo hice,
hice lo que juré nunca haría
y me vi recogiendo los pedazos de mi corazón otra vez,
me vi recorriendo los caminos del recuerdo como juré no hacer.
Volviste y me arrastraste de vuelta a lo que quería sepultar.
Regresaste como si este aún fuera tu hogar,
como si en mi pecho tu nombre aún siguiera escrito,
volviste como si nunca te hubieras ido
y fue eso lo que más me ha destruido,
porque admítelo, me lastimaste.
Admitámoslo, nos lastimamos...
Yo lo admito, te lastimé.
Lo hiciste, volviste, y aunque tus ojos eran los mismo
y tu sentido del humor seguía siendo estúpido;
a pesar de que parecías ser tú,
el mismo que estuvo durante mucho en mis sueños,
yo ya no era yo, y es por eso que, aunque volviste
y trajiste recuerdos, aunque te presentaste a mí siendo tú,
yo ya no era yo y ahora,
no me importará que lo hiciste,
que volviste,
porque ahora soy yo la que quiere irse.