Prólogo
No se si es buena idea irse a vivir con tus amigas, no es que las odie, al contrario las amo más que a mi vida entera, solo que no se muy bien si compartir un duplex entre cuatro chicas de diferentes culturas es bueno.
Pero podríamos probarlo, si va mal cada una se iría a hacer sus cosas pero en sus casas propias.
Esta aventura empieza cuando mi amiga Priya, decide comprar un duplex de cuatro habitaciones, un salón enorme, una cocina grande y baños privados para todas, nos propuso vivir juntas para no tener que estar quedando en la casa de cada una para hacer fiesta o así.
Léa, estuvo de acuerdo a la primera, Antonella y yo no tanto, éramos amigas desde el principio de nuestras carreras, hace casi dos años, pero irnos a vivir juntas tan temprano no nos convencía.
—Vamos Nahomi, verás que será buena idea, podrás tener tus diseños bien puestos en tu habitación, un baño propio donde puedes tener agua caliente y todas tus cosas bien organizadas, una cama enorme para ti sola—me suplicaba Priya, yo compartía departamento con dos chicas más, que son un auténtico desastre, la parte de mis productos de baño siempre me la tocaban me robaban mis cremas para el pelo o así, mi comida vegana la tiraban a la basura ya que me decían que pensaban que estaba podrido, mis diseños siempre los manchaban, me quejé a la secretaria pero no me hacían caso—Prueba unos meses, después si no te convence te vuelves al departamento con esas chicas, pero por favor estemos las cuatro juntas
Yo suspiré y me quedé pensando unos instantes, no sabía qué hacer, si que quería salir de ese departamento pero también sabía que no podía permitirme pagar la parte de mi alquiler, cuando en la cafetería que trabajo no me pagaban lo suficiente, podría pedirles dinero a mis padres, pero ellos vivían en Japón y sería difícil hacer una transferencia bancaria.
—Está bien, voy a probar hasta el final de este semestre, si me gusta me quedo, pero si no volveré al departamento—les dije no muy convencida.
—Gracias Nam gracias y no te preocupes por el pago de tu parte, todas entendemos que el yen está más caro que el dólar canadiense y pues tus padres no pueden mandarte
En realidad mi familia tiene mucho dinero, solo que cuando acepté estudiar en el extranjero mis padres me dijeron que no podrían mandarme mucho dinero ya que el yen es una moneda muy compleja de entender y de pasar a dólares, pero de pedirles podría, al mes cobraba 422,32$C pero al año era 6077,25$C, parecía mucho pero un duplex de estos costaban 628.318$C, pero por suerte Priya había encontrado uno que costaba 420.034$C.
Fuimos a visitar la casa, era bonita, tenía unas vistas preciosas, las habitaciones eran espaciosas y de color blanco, las camas parecían nubes de lo suaves que eran, estaban permitidos los animales así que mi perrito podría tener una nueva casa, tenía un akita inu naranja y blanco cachorro, llamado Daichi, lo adopté cuando una familia no lo quería, venía de una camada de ocho akitas inu y él fue el último, tenía una discapacidad y esque Daichi es medio sordo y no se entera de mucho, me daba mucha pena como a los perros que no salían "perfectos" los abandonaban.
—Aquí podrá ser feliz Daichi— me dijo Léa acariciándome los hombros y dedicándome una sonrisa.
—Yo creo que si, más bien eso espero, porque no quiero que mi bebé sufra mucho—la miré, imaginarme a mi perrito aquí es un sueño.
Mis amigas amaban a Daichi siempre le traían algo para que comiera o me ayudaban a llevarlo al veterinario o la peluquería canina, mi perrito era parte de nuestro pack, si él no podía ir nosotras tampoco, así era la ley, eramos como la banda de Scooby-Doo.
El día de la mudanza fue muy largo, llevar cajas, maletas, carros llenos de mierda y así fue muy cansado, cuando acabe de ordenar mis cosas y de ordenar la cama/casa de mi perro eran casi las diez de la noche, así que las chicas pidieron pizza, Priya una de atún, Antonella la tradicional italiana, Lèa la hawaiana y yo una vegana.
Si era vegana, lo llevaba siendo desde el instituto, era decisión mía, me daba pena los animales, así que un día fuí a mi madre y le dije que ya no quería comer más carne ni pescado, ni nada que tenga que ver con animales.
Me puse mi pijama calentito ya que en Canadá casi nunca hace calor, pero lo bueno de esta casa es que no notas el frío de fuera, bajé al salón y estaban todas reunidas con sus pizzas, me senté donde estaba la mía y pusieron algo en la gran televisión del salón.
—Odio las mudanzas, me duele la espalda demasiado—se quejaba Priya mientras comía su pizza felizmente—Creo que la que tenía menos cosas era Antonella
—No tengo tantas cosas porque la mayoría están en casa de mi novio
—Si el perfecto Andreas, el pediatra—dije yo mirándola.
Antonella era la única que tenía pareja, Andreas, es un pediatra, de origen griego, vivía cerca de aquí y creo recordar que vivía con tres chicos más, bueno chicos ya no tanto tenían casi treinta años.
—Pues es perfecto, mañana por la mañana iremos al cine y por la noche haremos una cena los ocho—comentaba felizmente.
—¿Como que los ocho—preguntó Léa algo confundida.
—Nosotras cuatro y los amigos de Andrea, que son tres muchachos muy bonitos
—Yo me niego a cenar con tantos hombres, sería incómodo
—Lo se, pero por favor, solo será una noche y después me iré yo, además Priya ya dijo que sí—reclamó Antonella y todas miramos a Priya, la cuál solo comía de su pizza y no decía nada.
—Bien, solo por hoy—dijo Léa no muy convencida
***
Al día siguiente me tocaba turno de mañana en la cafetería, así que me levanté temprano y fuí a trabajar, mientras limpiaba la máquina de café, escuché el tintineo de la puerta, me giré y ví a dos agentes de policía, el más alto parecía ser sur coreano o asiatico, de su cuello salían unos tatuajes, dejé lo que estaba haciendo para atenderles.