Dile al corazón

Capítulo 2: Los recuerdos de un pasado.

 

«La palabra feliz perdería su significado si no estuviera balanceada por la tristeza»

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—¿Deberíamos echarle agua? Su cuerpo sigue quieto aún con todas mis cosquillas, ¿cómo es que duerme esta mujer? —Escucho una voz lejana mientras me desperezo, ¿Quién es? Abro un ojo confundida ante la situación, encontrándome unos ojos verdes que me analizan con furia. Sí, buenos días a ti también Phineas.

—¿Qué demonios quieres Phineas? Es de mañana, no molestes —agarré una almohada para lanzársela, él, prediciendo mis movimientos agarró mis escuálidos brazos logrando que me levantara con esfuerzo.

—Dios, ni siquiera se puede respirar aquí, ¿Cuánto tomaste ayer? Oye Wendy, ¿la dejaste beber? ¡Tenía que estar preparada a las 10 y son las 1! Maldición, tendría que pegarte un tiro por perder la cita con ese pastelillo, ¿sabes que esto te costará muy caro, no? Siquiera entiendes que de igual forma te mataré si sigues en estado zombi ¿no?

Bostezo aún somnolienta, no estaba dispuesta a escuchar sus jodidos gritos tan temprano, espera... ¡Son las 1! Agarro el reloj con apuro y lo dejo caer cuando estaban en lo cierto, demonios, miro inocente a Phineas a lo que éste rueda los ojos molestos.

—No creas que con esa cara tuya conseguirás algo, te lo dejaré pasar solo porque esta es la primera vez que faltas al trabajo de esta forma —suspira mientras coloca un dedo en la punta de su nariz. Yo simplemente intento desperezarme lo más posible—. Pero niña, sabes que aparte de ser tu casi-jefe soy tu amigo, ¿podrías al menos considerarme para la próxima vez que te encuentres en… este estado?

—Claro, como quiero escuchar el canto de la vida del señor Phineas, por supuesto, déjame te apunto cuando vuelva a tener el corazón roto. ¡Ni de broma estúpido! Si me jodes la vida tan sólo con aparecer de improvisto en mi casa, ¿crees que soportaré las veces que te rías de mí por ser tan ilusa?

Sonrió.

—Cierto, es imposible verte y no recordarte lo miserable que eres. Y, te ves lamentable Srta. Corazón roto, sí que te pegó duro, la próxima vez quiero estar cerca para tirarte fotos, será memorable e incluso me brindará inspiración para nuevos diseños. Espera, ya me estás dando suficiente material por lo cual te perdono tu desplante y...

Bufo desinteresada ante sus palabras, mirándome al espejo un tanto dudosa. Me espanto al verme, sí que me veía lamentable.

—¿Quién es esta?

—¿Quién más cariño? Eres tú, horrorosa, fea y sin estilo, esa eres tú Luna —lo miré mal quitando sus manos de mi rostro. Le encantaba molestarme, aun cuando me veía así no se compadecía de mí.

—Yo no bebí anoche, ¿Qué pasó Wendy?

Ella me observó nerviosa.

—Lo hiciste, y a lo grande querida. ¿Recuerdas tu horario rotativo en las noches? —Chasqueó la lengua con diversión—. Tu propio cuerpo sabía que necesitabas alcohol en ti, y me robó todas y cada una de las botellas que había en la alacena, ¿sabes que me tienes que pagar toda esa bebida? Me sorprende el solo hecho de verte de pie, aunque eso no quita que fue divertido grabarte.

Me sostuve la cabeza con vergüenza, no me reconozco, yo no soy así. Jamás bebo, mucho menos por algo... que va, necesitaba ese maldito trago, estuvo bien de mi parte poco racional el emborracharme, de otra manera no podría fingir grandeza cuando me pare de esta cama con la firme decisión de no hacer más el ridículo frente a mis queridísimos confidentes.

—Sé que tú tampoco tendrás condescendencia de mí, pero, por esta vez, ¿dejarías de ser la Wendy estricta y jodidamente controladora de siempre y me dejas ese dinero en mi cartera por favor? —Me sonríe con la tarjeta en la mano, me guiña un ojo antes de salir con ella. Resoplo, gracias, hay va mi sueldo del mes.

Qué gran amiga la que me gasto. Phineas se acerca a mi cama con el celular en mano con esa expresión de calma aterradora que logra ponerme a veces la piel de gallina —por no decir casi siempre—, lo que significa, que, si no soy yo la que está en problemas, el que los tenga, se llevará una de las peores humillaciones que hace el dictador.

—Considera un regalo que sigas en la compañía, sino fuera por tu excelente trabajo y porqué te tengo un poco de estima, estarías de patitas en la calle Luna Flores Sung, quisiera decirte que te quedases en la cama viendo cómo te destruyes, pero no me gusta que dejen a la mitad lo que ordeno —me regaló una amenaza con la mirada señalándome el celular—. Tienes solo dos horas para hablar con el inversionista querida, de lo contrario —sonríe agarrando mi rostro—. No sé qué podría pasar con esa preciosa cara tuya ¿me entiendes, no?

—¿Por qué tenías que decir mi nombre completo? —Arrugue la frente ante eso, hace bastante tiempo que estoy desemparentada con la cultura de mi madre—. Eso hace que te tenga más miedo, pero como sea, en primer lugar, no era yo la que tenía que recibirlo, ¿por qué esos cambios? Al parecer la organización se te está yendo de las manos, Phineas. Acusas y amenazas a una inocente diseñadora que apenas va por su tercer semestre de universidad —hago un puchero mirándolo con ojos de cordero—. Deberías tener un poco de consideración.

—La tengo, pero mi tolerancia es bastante mínima, alguien tiene que pagar las consecuencias, y no te me escabullas, debiste estar en la cita con Berwin Cranston, ¿te suena? Así que, no me molestes porque tengo el alma en candela ¿Ok? Báñate, que nos vamos en 10 minutos, no puedo estar perdiendo el tiempo con una sola empleada, hay bastantes que quieren morir hoy, y tú me estas complicando la tarea —salió con un resoplido de molestia. Ahí iba otro que no sabía qué hacer para complicarme la existencia.

Caí en la cama sin saber que haría para sanar este sentimiento estúpido que embarga a mi corazón cada vez que la mente decidía mencionar ese nombre que me traía problemas desde la adolescencia, y sí que lo hizo, pero no imaginaba cuánto. Suspiro.




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