Dime "¡no!"

CAPÍTULO 29. El beso encantado

Hoy, al parecer, es un día especial en Ledum. La fiesta de los gremios profesionales. En este día, representantes de todos los gremios de la capital acuden a una recepción solemne ante el rey para expresar su gratitud a Su Majestad, mostrar sus logros profesionales y demostrar su lealtad al monarca y al reino. Durante la ceremonia en la sala del trono, los maestros ofrecen regalos en nombre de sus gremios, y el rey, en respuesta, los colma de obsequios y agradece su labor por el bien del Estado. Y precisamente hoy tendrá lugar nuestro atentado contra Tenebris. Ya no hay vuelta atrás.

Decidimos hacerlo hoy, durante la recepción. Si lo logramos, habrá muchos testigos de la traición y perfidia del primer consejero. Cada participante en la conspiración contra el mago oscuro tiene asignado su papel y momento. El plan era el siguiente. Por la mañana, Marsana robaría el amuleto (¡prometió que lo lograría, ojalá tuviera su seguridad!). La princesa Mariana, por ser la más audaz, debería abrirse paso entre la guardia hasta la habitación de Marsana, tomar el amuleto robado y esconderlo en un lugar seguro (en el Escondite). Luego se reuniría con su hermana Ala, que en ese momento estaría junto al rey esperando a que Magda llevara a Olsen. Ella había logrado que el mago oscuro le concediera una visita extraordinaria a su amado. Usando hechizos, la chica debía engañar a la guardia y llevar a Olsen (y también a Orest y Barmuto, si era posible) a la sala del trono. Por supuesto, Tenebris notaría la violación de sus encantamientos en la prisión y trataría de bajar a Pavuchisa para investigar. Pero yo debería distraerlo, haciéndome pasar por Magda. Cuando todos los conspiradores estuvieran en sus posiciones, Magda y yo romperíamos el hechizo sobre el rey y neutralizaríamos a Tenebris. ¡El rey liberado, el villano capturado, todos felices!

¡Dioses, qué idea tan estúpida! Sentía de verdad que esto no funcionaría. ¡Cuántas cosas podían salir mal! Empezando por el primer paso, Marsana. Pero no teníamos otra opción. Hoy mismo, después de la recepción, el rey debía declarar la guerra a Salixia.

Bueno, como dicen en Salixia, cuéntale tus planes a los dioses para que se rían de ellos. Desde el principio, todo salió al revés y nada como lo habíamos planeado. ¡Pero Marsana no falló!

Apenas amanecía cuando Marsana ya estaba haciendo berrinche en su habitación y exigiendo a los guardias que le llevaran al primer consejero Tenebris. Insistía en una audiencia. A solas. ¡Urgente! ¡El destino de Ledum dependía de ello! Ante las explicaciones de que todos aún dormían, ella se rió sardónicamente y duplicó la fuerza de sus gritos.

Tras escuchar sus alaridos por media hora (¡récord!), los guardias finalmente no aguantaron más y fueron a buscar a Tenebris. El mago aún no se había despertado, lo sacaron de la cama, y por ello estaba de mal humor: lo habían molestado por una “tontería”. Sin embargo, se puso una bata y fue a ver a la prometida del príncipe Orest.

¡Marsana estaba lista! Sentada en su sillón, se abanicaba con un abanico rojo, parte de su atuendo. Un vestido escarlata fabuloso, un escote profundo, maquillaje agresivo y labios rojo intenso... El somnoliento Tenebris quedó atónito apenas cruzó el umbral. La verdad, llevaba una vida bastante ascética, y su reputación de mago oscuro alejaba a posibles admiradoras, pese a su belleza impecable. Sorprendido e impactado, preguntó desde la puerta:

—¿Ha pasado algo?

—Ah —dijo la chica con un suspiro, parpadeando con sus largas pestañas y agitándose con el abanico rojo—. Por fin ha venido, Tenebris. ¡Solo usted puede ayudarme!

—¿Yo?

Tenebris quiso decir o preguntar algo más, pero Marsana llevaba la batuta en esa conversación y enseguida dejó claro quién mandaba allí:

—¿No es usted la persona más importante de este reino? ¿No es así? Todos hablan de usted con respeto y admiración. Dicen: “Ahí va el primer consejero del rey, pero él mismo merece ser rey”. “¡Es el mejor mago del mundo! Nadie puede igualarlo.” “¡Es el hombre más apuesto y valiente que conocemos!” —me dijeron las doncellas. Eso es sobre usted, ¿no es verdad? —y Marsana miró fijamente a Tenebris, inclinándose ligeramente hacia adelante para que se notara bien su provocador escote.

—S-sí —afirmó el mago oscuro, completamente desarmado por su actitud.

—Oooooh —entonó ella—. ¡Lo sabía! Cuando lo vi, entendí que solo usted podría entenderme. Usted es único en todo el reino de Ledum. Porque estamos en el reino de Ledum, ¿verdad?

Esa última pregunta, camuflada, era una trampa mental de Marsana. Si respondía “sí”, significaba que el hombre estaba completamente bajo el control de sus encantos femeninos. Si comenzaba a mirarla con escepticismo y decía algo como “Marsana, ¿acaso no sabes dónde estás desde hace tres días?”, habría que duplicar esfuerzos o improvisar otra estrategia.

—S-sí —respondió Tenebris como bajo hipnosis.

Ah, estas mujeres… Manipulan a los hombres tan hábilmente que ellos ni lo notan. O no quieren notarlo. Magia femenina...

Marsana se levantó del sillón y se acercó al mago lo suficiente como para que él sintiera el embriagador aroma de su perfume.

—Me siento encerrada aquí, Tenebris, las paredes me oprimen. Las ventanas no se abren, las doncellas son desobedientes y groseras, los guardias me irritan, y usted ni una sola vez ha venido a preguntar cómo me siento —la joven lo miraba fijamente a los ojos y avanzaba hacia él con pequeños pasos, cada vez más cerca.



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En el texto hay: verdadero amor, pruebas

Editado: 05.04.2025

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