En los días siguientes casi ni vi a Aiden, él parecía estar siempre ocupado, entre reuniones, llamadas, papeles. Yo trabajé, atendí clientes, hice malabares para hacerme entender con la gente, en mis vacaciones pasadas apenas y había conversado con los clientes y dentro del círculo de Nancy tenía la virtud de que la mayoría hablaban español. Lisseth era paciente conmigo y parecía inmensamente feliz de que yo estuviera aquí. Nancy seguía de reposo y cada día estaba más insoportable así que yo me recluía en el trabajo intentando aprender a hacer un puto pato en el café.
Los dibujitos del corazón y del oso eran facilísimos de hacer pero el pato era la cosa más complicada del mundo y yo había visto alrededor de diez videos en YouTube sin éxito y estaba segura de haber malgastado la mitad del café y la leche de la maquina intentando hacer el bendito pato.
—Tú no vas a poder conmigo, pato del demonio. —refunfuñé en mi decimoctavo intento y sí, las estaba contando porque así de maniática estaba.
—¿Con quién estás hablando?
Mi cuerpo dio un salto ante la voz de Aiden y terminé arruinando otro de mis intentos por su culpa
—Genial, gracias jefecito, por arruinarme el trabajo. —gruñí al girarme hasta él, estaba completamente convencida de que esta vez, el pato iba a salirme bien.
—¿Como me acabas de llamar? —preguntó frunciendo el ceño completamente contrariado.
Me encogí de hombros intentando no detenerme mucho mirándolo porque una vez que fijaba mis ojos en él, parecía como si mis retinas encontraban un nuevo atributo que me ponía a suspirar.
—Jefecito. ¿Cómo debería llamarte? —pregunté fingiendo curiosidad— ¿Jefe o Señor Strachan? Mejor, Jefe Strachan. ¿Qué te parece?
Sonreí con inocencia porque hubo un momento, hace años en el que él odiaba que lo llamara de esa forma.
No estas coqueteando Fabiola, solo estás bromeando.
Esperé a que Aiden pusiera cara de desagrado pero en cambio parpadeó, notando un cambio en sus ojos al oscurecerse y desvió la mirada hacia la taza con el pato maltrecho.
—Solo Aiden. —murmuró en voz baja antes de dar un paso hacia mí— ¿Que se supone que es eso?
Suspiré, quizá Aiden no quería bromas en horario de trabajo.
—Jefecito es más divertido ¿No crees? —sonreí hacia él. Yo tenía que aligerar el ambiente con él porque si no, esta relación seria completamente incómoda— No seas aburrido Strachan y eso que ves ahí, es el pato del demonio.
Aiden se acercó más y su olor varonil empezó a penetrar por cada uno de mis poros. ¿Que se echaba Aiden en el cuerpo dios mío?
Porque nunca, ningún hombre, había tenido la fragancia que él desprendía
—¿Pato? —él lucía completamente confundido y ajeno al efecto que estaba teniendo en mí.
Tomé mi teléfono y le enseñé el video en YouTube
—Sí, ve, llevo todo el día intentando que este dibujo me salga y resulta que soy un desastre
Aiden tomó mi celular y luego, sin previo aviso, una carcajada profunda y ronca que debilitó mis rodillas abandonó su garganta
—Mi vida, esto es un cisne, no un pato.
Tragué saliva ante la forma tan natural en la que me llamó pero él parecía inconsciente otra vez, de eso.
Sacudí mi cabeza, despejándola, diciéndome que solo era un apodo sin importancia y le presenté atención.
—Cisne, pato, es lo mismo, ¿Nunca has visto el papito feo?... El punto es que me está sacando canas verdes.
—Uno pensaría que como estudiaste arquitectura tendrías habilidad con los dibujos —Se rió burlándose de mí y mi boca se abrió en ofensa
—Solo porque eres mi jefe, ignoraré y dejaré pasar ese comentario.
Aiden volvió a reír y se acercó más junto a mí en la máquina de café haciéndome a un lado y tomando otra taza limpia. El aire se volvió denso para mis vías respiratorias.
—Observa bien y aprende.
Lo miré llenar la taza con café relajadamente. Nosotros estábamos creando una especie de amistad y eso era lo más sano para todos. Teníamos un pasado, sí, pero el futuro era otra cosa y los dos éramos adultos que ahora por un corto tiempo, trabajarían en el mismo lugar. Estábamos actuando como personas adultas y maduras y me sentía orgullosa de eso.
—Enséname, a ver qué tan bueno eres.
Aiden alzó sus cejas con diversión y luego movió la palanca para hacer caer la leche.
—Mira mi mano —advirtió y me concentré en los movimientos que él hacia lentamente mientras la forma del pato iba denotándose, luego, tomó un palillo y terminó de afinar los detalles en él.
No iba a negar que ver a alguien tan masculino y varonil como lo era Aiden, realizando un dibujo con leche en un café con tanto esmero y delicadeza, era increíblemente sexy
—¿Hiciste un curso de barismo? —pregunté impresionada al ver al perfecto Cisne, porque sí, lo que Aiden había hecho era un puto Cisne en el café.
—Tengo un café, lo más lógico, es que sepa hacer café, ¿No crees?