"Fuiste la forma más triste y bonita
que tuvo la vida de decirme
que no se puede tenerlo todo"
Aiden Strachan
Necesitaba sumergirme en una tina llena de hielo.
Me metí en mi auto con el cuerpo aun temblando, con las sensaciones impregnadas en mi piel y con unas ganas diabólicas de regresar entre mis pasos. Encendí el aire acondicionado y lo puse a todo lo que daba, mis manos apretaron el volante y cerré mis ojos para intentar controlar mis emociones pero lo único que logré fue recordar como la había dejado en el apartamento, sus labios rojos e hinchados, sus ojos castaños brillantes de deseo, sus pechos que apenas y se ocultaban en la pijama que traía, sus caderas, sus piernas desnudas, su cabello hecho un desastre tan horrible como lo que sentía ahora.
Piensa en cosas feas
Apreté el volante con más fuerza y dirige mis pensamientos a otro rumbo, a los glaciares derritiéndose, en Escocia desclasificado del mundial de Rugby, a Devon vomitando en mis zapatos. A mi madre regañándome cuando era niño cada que hacia una travesura.
Respiraciones profundas.
Moví las rejillas del aire y dejé que el aire frío casi al punto de la congelación me abrazara el rostro, las manos y la piel.
¿Qué coño acababa de pasar?
Había perdido los estribos y la razón, había actuado como una persona sin cordura ni moral. Había actuado justo como un impulsivo chiquillo adolescente que no sabía controlarse ni controlar sus emociones, dejándose llevar por la intensidad del momento.
Aiden. Aiden. ¿Que está mal contigo?
Años de esfuerzo habían sido destrozados en un mismo minuto.
Manejé las pocas cuadras que quedaban hasta mi edificio sin pensar en nada, con la mente en blanco. Como en un trance y de manera automática estacioné, me bajé y subí las escaleras hasta mi apartamento.
La cabeza me pulsaba y mis hombros estaban tensos. La imagen de Fabiola llegó a mi mente y sacudí la cabeza para despejarla.
¿Cuánto tiempo había ansiado por ese momento? ¿Cuantas noches había soñado con volverla a ver? ¿Cuantas veces había alzado la mirada en el café esperando verla sentada en la barra solo para que la realidad me abofeteara en la cara? Y... ¿Hace que tanto tiempo me había convencido de que eso nunca sucedería?
Pero sucedió... Estaba sucediendo. Solo que ahora ya era demasiado tarde
—Me hubieses avisado que ya venias y preparaba algo para comer —Hilka estaba frente a mí y me quedé de piedra en la sala del apartamento.
Hilka.
Una punzada de culpabilidad me recorrió entero porque hasta este momento, no había pensado en ella.
—Parece que has visto a un fantasma Aiden. ¿Estas bien? —preguntó con tranquilidad evaluándome pero no pude decir nada.
Nuestra boda. Los planes que habíamos creado juntos. Había traicionado todo eso. Había traicionado su confianza.
¿Ves lo que ocurre cuando no piensas, Aiden? Te olvidas de que tus actos tienen consecuencias y de que la mayor parte del tiempo, son consecuencias graves.
La culpa y el remordimiento eran sensaciones que te comían por dentro, y eran sensaciones que a cierta edad uno no tenía por qué seguir aguantando. Mejor aún, a cierta edad, uno debía evitar situaciones que te colocaran en esta posición.
—Aiden, ¿Me estas escuchando? —Hilka estaba ahora en la cocina y miraba hacia mí de manera expectante.
Y otra vez, yo no le había prestado atención. No había escuchado nada de lo que dijo y cuando no se escucha lo que una mujer dice lo único que podía hacerse era darle la razón.
—Sí. Tienes razón —murmuré sin saber en qué le estaba dando la razón pero de seguro que la tenía.
Me sentía del asco, había besado a Fabiola, había huido de ahí sin decirle nada y ahora, no podía mirar a los ojos a mi prometida.
Esto no estaba bien. Nada estaba bien.
—Montaré una joyería con las pelotas que me estas parando —dijo y maldita sea otra vez no le había prestado atención. Joder
¿Que había dicho?
—No, disculpa —murmuré queriendo un trago pero primero era demasiado temprano, segundo el alcohol no solucionaría mis problemas pero quizá me ayudaría a despejar mi mente y tercero, estaba evitando beber frente a Hilka. No parecía ser muy considerado de mi parte.
Pero de nuevo, si yo quisiera ser considerado no hubiese besado a otra mujer.
— ¿Que te hizo cambiar de opinión? —preguntó y giré mi cara hacia ella
— ¿Cómo? —no tenía ni la más mínima idea de que era lo que estaba hablando
—Acerca de mis padres, Aiden. ¿No has escuchado nada?
De inmediato el chip se me cambió y me concentré en lo que Hilka decía, porque parecía que intentaba decirme algo importante
—Es que estoy... Sorprendido —intenté arreglarla
—A ver, ya sabes que no quiero verlos. Pero mi tía quiere que vayamos a visitarlos, Aiden, no quiero.
Pasé una mano por mi rostro y me acerqué hasta la cocina, quise abrazarla y consolarla pero no podía.
—Hilka, ha pasado demasiado tiempo ya. Son tus padres, y tú eres su única hija. Tienen que reconciliarse. Son familia y la familia es lo único que realmente importa.
Su expresión se cerró pero sus ojos se hicieron agua. Siempre ocurría lo mismo cada vez que tomábamos este tema
—Si ellos quisieran arreglar las cosas conmigo me pedirían disculpas. Me buscarían pero no lo han hecho ¿por qué tengo que ser yo la que de él primer paso?
—Porque tú no eres orgullosa y porque los amas. Son tus padres. Eres afortunada por tenerlos vivos, aprovéchalos, no tienes idea de todo lo que yo daría o haría por tener aunque sea una oportunidad de tenerlos conmigo. Aunque sea por un minuto
—No los compares. Tus padres jamás te hubiesen hecho lo que ellos me hicieron a mí. Tus padres no dejarían que pasaran años sin verte.