"Tu te vas cuando mas te quería"
Esperar. Esperar y seguir esperando. Y tanta espera me desesperaba, me desequilibraba, me generaba ansiedad. Teníamos mucho tiempo esperando. Nadie salía, nadie decía nada. Las enfermeras no tenían información aún. Lisseth había arribado hace unos minutos y al igual que todos, estaba sentada esperando. Nadie hablaba, todos estábamos en silencio, sumidos en nuestros pensamientos.
Bodric estaba muerto.
Damián y Eduardo habían ido a solucionar los trámites para la entrega del cuerpo. Cuerpo habían dicho. Me dolía el corazón.
Rupert había desaparecido después de que el doctor se fuese y no sabía dónde estaba. Aiden seguía sentado a mi lado y no me había soltado ni por un segundo, su barbilla estaba apoyada en mi cabeza y sus brazos me rodeaban y quizá esa era la única razón por la cual yo aún no había empezado a perder la razón. Aiden era como mi ancla.
Hans y Katia tampoco se habían ido, estaban sentados junto a mí en silencio e igual a la espera. Quería hablar con mi mamá pero no podía darles noticias a medias y yo en estos instantes era incapaz de decirle que Bodric, su cuñado estaba muerto, que su hermana estaba dentro de un quirófano con su vida pendiendo en un hilo y que yo había escogido la vida de su sobrino por encima de la de su hermana.
Seis meses de embarazo tiene. Es demasiado prematuro para nacer, para llegar al mundo sin sus padres.
Alcé mi cabeza del pecho de Aiden, su colgante había estado haciéndome un poquito de daño en la mejilla, sus ojos estaban cerrados pero en cuanto sintió que me alejé los abrió de inmediato.
—¿Qué pasa?
—Mi padre murió en un accidente automovilístico —dije en voz baja
—Lo sé.
—Y Bodric...
—Lo sé, mi vida, lo sé —susurró suavemente con sus ojos tristes
—¿Hay alguna capilla en este hospital? —pregunté, quería ir a rezar, a sentir que de alguna manera, hacia algo útil.
—Sí. Vamos te acompaño —Hans fue quien respondió a mi lado y me giré hacia él. Parecía deseoso también de ayudar. Sus ojos miraron detrás de mí a Aiden y luego a mí.
—No te preocupes, iré yo con ella — respondió Aiden apretando mi mano para ayudarme a levantar pero se lo impedí.
—Iré sola. ¿Pueden decirme cómo llegar?
—No quiero dejarte sola. Voy contigo —Aiden dijo un poco más bajo y en español para mí, suponía que no quería que Hans entendiera lo que hablábamos.
—No hace falta. Solo quiero ir a la capilla un momento y luego vuelvo.
No parecía gustarle en lo más mínimo la idea
—Te esperaré afuera
Miré sobre mi hombro, Katia y Hans nos miraban con curiosidad y lo menos que quería en este momento era armar una escenita. Pero es que el escocés cuando quería ser testarudo, lo era.
—Mejor ve a buscar a Rupert que hace rato no aparece
Aiden miró a su alrededor y se llevó los dedos a la sien pareciendo cansado. No me gustaba verlo así
—Es en el primer piso, al final del pasillo mano derecha —Hans indicó ganándose una mirada de parte de Aiden.
—Gracias Hans — me levanté del asiento soltándome de Aiden pero él se levantó detrás mí. Empecé a abrir mi boca pero habló primero
—Te acompañaré hasta la capilla y luego iré a buscar a Rupert.
Empecé a protestar pero la expresión de Aiden me previno que mejor no, comenzamos a caminar y cuando nos alejamos un poco, su mano tomó la mía envolviéndola de una manera sobreprotectora y posesiva.
Nos detuvimos en la puerta de la capilla, Aiden me miró pero no me soltó.
—Necesito pedirle a Dios.
Aiden me miraba sin querer apartarse y asintió
—Lo sé pero...
—Estaré bien —le aseguré entendiendo porqué no quería dejarme sola
Se acercó a mí, colocó la mano libre en mi nuca atrayéndome hasta él y depositó un beso en mi frente.
—Desearía poder hacer algo para ayudar, para que no tuvieses que haber estado en la posición de tomar esa decisión tan difícil, desearía haberla hecho por ti y poder prometerte que...
—No es tu culpa, Aiden.
—Pero te veo tan frágil, tan triste y entiendo el peso de la decisión que acabas de tomar y no poder hacer nada para aliviar tu dolor me mata...Quisiera, quisiera protegerte de todo esto, me dan tantas ganas de cuidarte y.... ¿Qué puedo hacer por ti, mi niña?
Parpadeé sorprendida de escuchar el apodo que años atrás me había otorgado, Aiden solía llamarme así antes, también en español, y que lo hiciese ahora, junto con la manera en que me había dicho mi vida hace un rato, me derretía el corazón. Probablemente no significase nada, estaba segura de que Aiden ni siquiera se daba cuenta de cómo me había llamado y no quise decir nada para que no dejara de llamarme así porque me encantaba que lo hiciera.
—Estas aquí —respondí— eso es suficiente
—Tú también estás aquí. —Repitió más para sí mismo que para mí— También estas aquí.
Soltó un suspiro, cerró sus ojos y me soltó
—Iré a buscar a Rupert y luego vendré por ti.
No le dije que no hacía falta porque dentro del hospital no me sucedería nada malo, ni que era capaz de caminar un piso hasta donde estaban los demás sin perderme porque Aiden parecía necesitar cuidarme. Solo asentí y me di la vuelta para ingresar a la capilla.
Nunca antes había estado en una capilla de algún hospital, y quizá yo no era una persona muy religiosa ni iba a misa todos los domingos pero creía en Dios, creía en que en algún lugar existía un ser Todopoderoso y creía en la fuerza y la esperanza que residía en la fe. En estos momentos lo que más necesitaba era abrigarme en la fe y la esperanza.
Nancy estaría bien. El bebé estaría bien.
La pequeña capilla estaba ocupada por otra persona y me sorprendí al reconocer una cabellera roja parecida a la de Aiden.
¿Rupert había estado aquí todo este tiempo? No había considerado nunca a Rupert como una persona religiosa.