Dime que te Iras (amor a lo Escoces #2)

Capítulo 17

"Se supone que ya no me importa quién te besará
Esa es mi pena por suponer que te podría olvidar"

 

Café. Despertarse por el aroma del café colándose era uno de los placeres de la vida que pocas personas apreciaban, y digo pocas porque más de la mitad de la población mundial era adicta a la cafeína. Incluida yo.

Me estiré en la cama bostezando e inhalando más profundamente el aroma a café, era un aroma peculiar, no era dulce y tampoco era amargo pero era fuerte, inigualable y con solo olerlo tus niveles de energía subían exponencialmente, era maravilloso y te daba ánimos de inmediato hasta que.... Hasta que la memoria puede más que tú y te recuerda, sin ninguna consideración ni anestesia aquellas cosas que en definitiva no te hacen muy feliz.

El accidente.

Me levanté de la cama y caminé hasta el baño, verme en el espejo me asustó. De verdad me asustó

Mi cara estaba hinchada y roja producto de pasar todo un día llorando, mi cabello había amanecido esponjoso y ondulado por culpa de dormir con él húmedo, y mis ojos, mis ojos estaban rojos. Que desastre. Como pude me aseé un poco, me lavé la cara e intenté hacerme un moño en el pelo sin mucho éxito, sabiendo que no podía hacer mucho más por mi aspecto salí de la habitación, sintiéndome un poco extraña de estar en la casa de Aiden, la puerta de su habitación estaba abierta dejando ver su cama tamaño king en la que había dormido infinidad de veces antes, sin pensar mucho en ello bajé las escaleras y fui hasta la cocina.

Aiden estaba ahí con la misma pijama de anoche, sus pies descalzos, el olor a comida llenaba la estancia. Esta escena era tan familiar, tan lejana, un deja vu me recorrió entera dejando un escalofrío en mis huesos.

¿Cuántas veces hacia soñado con que fuese él lo primero que viera en el día?

—Buenos días, Aiden.

Su cuerpo dio un pequeño salto como si lo hubiese asustado y se giró hacia mí. Me sentía extraña cuando me miraba como si yo fuese un fantasma, aunque ahora mi look competía con el de La Sayona.

—No te escuché llegar. Siéntate, ya estoy terminando el desayuno.

Empecé a decir que no tenía hambre otra vez pero cuando vi lo que Aiden había preparado mis pensamientos cambiaron

—¿Hiciste arepas? — exclamé tan sorprendida como emocionada.

Aiden, el escocés pelirrojo, había hecho arepas, para mí. ¡Arepas!

—Sí —me dio una pequeña sonrisa— pensé que podía abrirte el apetito.

Mi boca se abrió. Se cerró. Y se volvió a abrir.

Me había hecho arepas. Como venezolana, eso lo significaba todo. Todo.

—pero... ¿cómo sabes hacer arepas?

—Tú me enseñaste, ¿No te acuerdas?

—Si, pero... Pero eso fue hace años

Aiden se encogió de hombros

—No son tan difíciles de hacer. Y he continuado haciendo, me gustan.

Me colocó un plato enfrente, arepas, huevo, queso. Mis ojos sin evitarlo se hicieron agua y por poco empezaba a llorar otra vez.

—¿Vas a llorar? Pero... ¿Por qué? ¿Tan feas quedaron?

Sacudí mi cabeza y lo miré con ojos llorosos, su sonrisa había muerto y me miraba preocupado.

—Es que... Es que te quedaron redonditas. Tan bonitas.

Aiden parpadeó con confusión.

—¿No se supone que tienen que ser redondas?

—¡Si! Es... —sacudí mi cabeza otra vez, dándome cuenta que estaba haciendo todo un drama— gracias.

—¿Estas bien? —preguntó

Solté un bufido

—Estoy hecha un desastre. Cuando me vi en el espejo por poco y me desmayo del susto

La sonrisa de Aiden volvió dejándome vislumbrar sus hoyuelos. ¡Mi sonrisa! ¡Sus hoyuelos!

—Desastre te queda corta...

—¡Oye! Pensé que eras un caballero

—Lo soy y por eso no puedo mentirte

Una pequeña risa salió de mí sin evitarlo y sus ojitos se achicaron

—Ya lo sé. ¿Lograste descansar?

Aiden me sirvió una taza de café y se sentó a mi lado para comer. Él también estaba comiendo arepas.

—Algo.

Lo miré de arriba abajo, su pelo estaba un poco desordenado pero su rostro seguía igual de perfecto que siempre. Tan diferente a mí.

—Hoy va a ser un día largo —murmuré. — ¿Qué hora es?

Teníamos que ir al hospital, quería saber cómo estaba Nancy, y estar ahí para cuando ella despertara.

—Es temprano todavía, terminemos de comer, vamos a casa de Nancy a que te cambies y después vamos al hospital.

Asentí otra vez sintiendo una punzada en la cabeza, los dedos de Aiden recogieron un mechón de mi pelo enmarañado y lo colocó detrás de mi oreja

Su rostro estaba fruncido cuando lo miré

—Se te escapó este mechón de... ¿Que se supone que te hiciste en el pelo?

Solté un resoplido pero el teléfono de Aiden sonó distrayéndonos a los dos.

—Es Rupert. —avisó y todo lo demás se esfumó de mi mente. — ¿Sí?

Aiden frunció el ceño escuchando lo que Rupert tenía que decirle y toda la comida que acababa de ingerir quería hacer su camino de regreso fuera de mi cuerpo.

—Ya vamos para allá —terminó de decir antes de colgar

—¿Qué pasó?

—Nancy despertó.

—¿Y como esta? —pregunté desesperada.

Aiden hizo una mueca

—Ya sabe lo de Bodric.

Llegamos al hospital veinte minutos más tarde y fue un tiempo record, cambiarme de ropa, hacerme una coleta y partir, no me arreglé ni me maquillé y tampoco me preocupé por eso, necesitaba ver a mi tía.

Rupert estaba esperando por nosotros en el pasillo afuera de la habitación, tenía la misma ropa de anoche y se veía como si no hubiese pegado el ojo en toda la noche.

—Los médicos están dentro, me sacaron de la habitación —dijo en cuando estuvimos a su lado— cuando despertó se acordaba de todo, del accidente y lo único que hacía era preguntar por Bodric y por su bebé...yo, tuve que decirle.

Cerré los ojos y sentí que decaía.

—¿Cómo se lo tomó? —pregunté



#908 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 19.04.2022

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