Dime que te Iras (amor a lo Escoces #2)

Capítulo 23

"Te he buscado en mis sueños, deseando tenerte"

 

Blanco

Negro.

Blanco

—¿Hola?

Rojo

Verde

Mi niña, por favor.

Negro

Blanco

Azul

—Eso es.

Amarillo

Negro

Blanco.

Mi vida, por favor.

Negro

—¿Fabiola?

Blanco.

Te amo

Negro

—Aquí estoy —una voz familiar llegaba como si estuviese lejos de aquí. Me sentía liviana, como si flotase. Adormecida

Parpadeé con lentitud, intentando abrir mis ojos, pero los parpados pesaban, había mucha luz fuera, todo estaba tan luminoso que mis ojos ardían.

La garganta me ardió, seca, picaba, intenté abrir mi boca, pero ningún sonido salió, el esfuerzo era terrible. Cerré mis ojos otra vez con cansancio.

—Poco a poco. Abre los ojos —la voz masculina volvió a llamar. Era conocida esa voz, no podía reconocer de dónde.

Lo volví a intentar, poco a poco, quise mover mis dedos, pero no los sentía. Quise mover mis pies pero no supe si lo logré.

¿Dónde estaba? ¿Porque me sentía así? ¿Por qué alguien me pedía que abriera mis ojos?

El olor a antiséptico inundó mis pulmones.

Este olor también era conocido más no familiar.

—Fabiola, es hora de reaccionar.

Abrí mis ojos.

Esta no era mi habitación. Miré mi alrededor, desorientada, la cabeza me molestaba, ¿Dónde estaba?

—Agua —susurré con voz ronca, todo me ardía por el esfuerzo que suponía hablar.

—Aquí —la voz masculina se acercó, me giré hacia la voz y vi un vaso de agua posicionarse en mis labios — Bebe.

Eso hice. Bebí

—No mucho. Poco. —el vaso fue alejado y me quejé, seguía con sed— No puedes tomar mucha agua, espera a que tu organismo se adapte y te doy más

Subí mis ojos hacia la persona que hablaba, aun desorientada, parpadeé de nuevo intentando enfocar al hombre al lado de mi cama.

—¿Tú? —susurré pensando que el dolor en mi cabeza me hacía ver alucinaciones.

—¿Yo? no. El rey de Inglaterra, claro que soy yo.

—Pero... pero ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estoy?

Ethan se sentó en la cama y tomó mi mano.

—Estas en un hospital. Te atropelló un triciclo de helados.

—¿Que?

Ethan asintió, sus ojos azules me miraban con compasión

—Sí. Casi entras al Récord Guinness por la muerte más insólita de los últimos tiempos

Mis ojos se abrieron con horror. No recordaba haber sido atropellada

—¿Estuve a punto de morir?

—No, no. Tranquila. Solo fue un golpe menor, sin embargo, tú resultaste tener un umbral para el dolor inexistente, mínimo. Niña que has estado inconsciente una barbaridad de tiempo por un golpecito. Imagínate si te hubiese atropellado un vehículo de cuatro cauchos.

Me enderecé en la cama, pero mi cabeza punzó y mi cuerpo dolió.

—No te levantes. Todavía tienes que estar acostada. Debería llamar al doctor y decirle que ya despertaste.

Caí de nuevo en la cama, sin energía para incorporarme

—Me duele la cabeza

—Por supuesto que te va a doler si te diste un golpe de dios padre y señor nuestro, tienes esos glóbulos rojos altísimos porque con esa herida en la cabeza que te hiciste sangraste como niña en su primera menstruación.

Toqué mi frente, aterrorizada por lo que Ethan me contaba. ¿Podía haber muerto desangrada?

—Joder —gemí al rozar mi frente, dónde me punzaba, con mis dedos.

—¡Que no te toques! Tienes como veinte puntos ahí. Gritabas del dolor como una loca, menos mal te sedaron porque si no, te hubieses quedado sin cuerdas vocales.

Cerré mis ojos, sintiendo que ardían.

—No recuerdo nada.

—Con el golpe que te diste en la cabeza, raro fuese que te acordases de algo.

Lo miré, con los ojos entrecerrados, sin entender

—Pero... ¿Qué haces tú aquí? No entiendo. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

Ethan se levantó de la cama.

—¿Que hago aquí? ¡Ser un buen amigo! ¿Y tú como me recibes? ¡Moribunda! Que yo vine con toda la intención de acompañarte en tu despecho y me encuentro con que estas con un hueco en la cabeza.

—¿Tengo un hueco en la cabeza?

Ethan puso sus ojos en blanco

—Menos mal no te moriste porque no empaqué ropa de velorio.

—¡Ethan!

—Lo siento, mal momento para hacer chistes sobre muertes. Lo siento. ¿Cómo te sientes?

—Como si me hubiese atropellado un camión....

—Triciclo... —corrigió— de helados.

Lo miré con mala cara y él intentó no reírse, pero falló.

Cerré mis ojos de nuevo y luego recordé

—¡Nancy!

—Tranquila, ella no sabe nada. Le dijimos que pasaste la noche conmigo.

—La noche... ¿Ya es mañana? ¡Hoy es mañana!

—Si. Esa anestesia que te pusieron te dejó adormilada por un buen tiempo. Te digo, que tienes el umbral del dolor tan bajo como una hormiga.

—No me avisaste que vendrías.

—Era sorpresa. ¡Pero la sorpresa me la llevé fui yo! Me imaginé que hoy sería un día desdichado y aunque me tengo que regresar a New York mañana, quería estar aquí para la boda.

—¿La boda? —pregunté adormilada antes de entender

¡La boda!

—¿Qué hora es? ¿Qué día es? ¡Ethan!

Aiden e Hilka, en la calle, besándose, yo, queriendo abrirle mi corazón. El golpe en mi costado.

Que imbécil eres, Fabiola

Miré el reloj en la pared. Era mediodía. Aiden e Hilka ya deben de haberse casado

Miré a Ethan, su rostro era apesadumbrado.

Las lágrimas se derramaron por mi rostro y el dolor en mi pecho era mayor al de la cabeza, se me trancó la respiración, se me nubló la visión.

Aiden Strachan ya era un hombre casado.

—Ya se casó. Va a crear su familia con ella y... y la va a amar muchísimo, y tendrán niños pelirrojitos y se irán a Ibiza de vacaciones...



#907 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 19.04.2022

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