— ¿Cómo estás? —Rupert preguntó cuando entramos a ver a Nancy.
Mi tía estaba de nuevo, acostada en la cama con gesto cansado y adormilado.
—Sedada —murmuró con un hilo de voz.
— El Doctor dijo que todo estaba bien, que solo debes guardar reposo —comenté acercándome al borde de la cama.
—De tanto reposo me convertiré en repollo.
—¿Qué? —miré a Rupert a ver si él había entendido su comentario pero parecía haber entendido tanto como yo.
—Es un decir... olvídalo. —Si ella estaba otra vez modo grinch significaba que estaba bien. — Tendré que quedarme aquí dos noches.
—Sí, el doctor quiere asegurarse que estas tomando el reposo que debes.
—Odio los hospitales y estoy empezando a odiar la palabra reposo, llevo siete meses escuchando, reposo, reposo, reposo.
—Todo sea por el gusanito, ¿no? —Rupert intervino, mirando al vientre de Nancy.
Mi tía hizo silencio, con su atención puesta en su propia panza, su actitud disminuyó, a veces me parecía que usaba esa actitud para evitar pensar en la tristeza que tenía dentro.
— ¿Va a estar bien? —preguntó, mirándome con ojos cansados.
Asentí, tomé su mano y sonreí.
—Sí, ustedes dos estarán bien. Además, estoy segura que Bodric desde arriba, los está cuidando.
—Él siempre fue protector, incluso en su último aliento. —Su mirada se perdió en sus pensamientos—. Pensé que lo perdía. Estaba tan asustada, desde que empezó este embarazado he sentido tanto miedo todo el tiempo. ¿Por qué mi bebe tiene que sufrir tanto sin siquiera haber nacido?
Ella nos miró, a Rupert y luego a mí, por más que quisimos nosotros tampoco teníamos una respuesta
—El gusanito es un luchador — Rupert respondió. Era la primera vez que lo escuchaba usar ese apodo en el bebé— él quiere vivir y lo hará
Rupert no podría saberlo, no era doctor ni tenía la capacidad de predecir el futuro pero algunas veces las personas tienen tanta convicción y fuerza en sus palabras que era como si más allá del destino, él estuviese declarando un hecho. Él creía fervientemente en sus palabras y con ese autoritarismo que desprendía su voz, no te dejaba ni la menor posibilidad para siquiera tener el atisbo de un pensamiento distinto.
— ¿Le contaste a Marisol? —preguntó Nancy apartando su atención de Rupert, su tono de voz era distinto, ya no tenía tanta tristeza contenida, me atrevía a pensar que sonaba incluso esperanzada.
Sacudí mi cabeza y busqué por mi celular
—No, pero podemos llamarla, no me gusta contarle cosas para luego dejarla a medias. — y ahora que ya sabía que todo estaba bien prefería llamarla y contarle lo sucedido
Mi madre contestó la videollamada al momento, Rupert salió de la habitación para darnos privacidad.
—Hola madre hermosa.
Mi madre miró mi rostro con expresión ceñuda
—Vaya, hasta que te dignas en llamar. He estado todo el día esperando a que me cuentes como te fue hoy en tu primer día de clases
—Me fue bien, no te dije antes porque estaba ocupada
— ¿Ocupada en qué? Si puedo saber —su tono de voz estaba cargado en sarcasmo.
—Aquí en el hospital con tu hermana. — solté despreocupadamente y moví la cámara hasta donde Nancy estaba acostada
Mi madre soltó lo que sea que tenía en su mano, que no era el celular, provocando un sonido espantoso.
— ¡¿en el hospital?! ¿Qué sucedió? — gritó aturdiéndonos
—No grites, Marisol — Nancy pidió con una mueca en su rostro
—Pero si estas en el hospital y no me dicen nada.
— Te lo estoy diciendo ahora —respondí— solo tuvo un desgarro en la matriz, nada de que preocuparse
Repetí las palabras del doctor como si yo supiese a ciencia cierta qué significaba eso
— ¿Desgarro en la matriz? Pero... ¿me lo dices así como así? ¿Dónde has dejado tu sensibilidad Fabiola Andreina? —mi madre alejó el teléfono como si haciéndolo pudiese ampliar la visión de la pantalla— quítate de la pantalla, quieres. Deseo ver a mi hermana, no verte a ti.
Mi madre estaba de un estupendo humor hoy. Parecía que querer hacer un chiste de la situación para aligerar los temores no había salido bien.
— Gracias mamá, yo también te quiero.
—¿Cómo está mi sobrino? —exigió saber
— Bien — esta vez fue mi tía quien respondió. Le dejé el mando de la conversación a ella— Estamos bien.
Le contamos con pelos y señales todo lo que había pasado porque mi madre no aceptaría un cuento resumido, ella exigía saber absolutamente todo, cuando había un hueco en la historia, era un águila para pillarlo y pedir que recopiláramos.
— Gracias a Dios están bien — mamá se llevó una mamo a su frente, preocupada— ponme al bebé
— ¿Cómo? — pregunté.
—Que me pongas al bebé, Fabiola. El vientre
Cambié la cámara y señalé hacia el vientre de Nancy que estaba oculto por las sabanas
— Hola precioso, soy tu tía Marisol, escúchame muy bien, te me quedas en ese vientre por los próximos dos meses que te faltan porque no puedes nacer sin que yo esté ahí para recibirte. Tienes que esperarme, es la primera orden que te doy. Dios te bendiga.
— Estoy segura de que te escuchó — Nancy soltó en una suave voz alegre que reavivó el ánimo en ella. —¿dónde está mi princesa Alicia?
—Está tomando una siesta, ha estado un poco triste, no quiere despedirse de sus amigas.
Entendía el sentimiento, Alicia era tímida y las amigas que tenía le había costado hacerlas, no era una persona muy cómoda con desconocidos y adaptarse a este nuevo país, con otro idioma le iba a costar.
Me preocupaba muchísimo su adaptación en el colegio, los niños a veces, en su inocencia podían llegar a ser crueles.
— Dile que la tía Nancy está ansiosa por darle un abrazo gigante.
— Ella también lo está —mi madre respondió.
Nancy bostezó con cansancio y esa fue señal para despedirnos y cortar la llamada.