Aiden y yo caminamos en silencio por los pasillos, cada uno estaba sumido en sus pensamientos y de alguna absurda manera mientras más nos acercábamos al área de los recién nacidos, más se apretaba mi garganta
—Aiden —llamé dejando de caminar abruptamente y él que caminaba unos pasos detrás de mí tropezó conmigo empujándome unos milímetros a delante
—Lo siento, no te...
—¿Lo viste? —pregunté, restándole importancia a lo demás
Aiden asintió entendiendo mi pregunta
—Hace un rato, con Rupert
—Es muy pequeño. Tan indefenso.
Aiden tocó su barba rojiza y volvió a sentir
—Ya crecerá. —comentó como si esa fuese la única opción en la mesa.
Como si, en realidad, no existiese otra posibilidad, la posibilidad de que no creciera.
—Anthony me acaba de decir que no nos hagamos esperanza.
Su ceño se frunció un poco con sus ojos fijos en los míos.
—Sabes que hace un tiempo conocí a una chica... —empezó a decir y mi expresión se oscureció
¿Estaba hablándome de una de sus fans en este momento?
—Mira —lo corté pero él siguió hablando, ignorándome
—Ella no era de por aquí, era distinta, venía de muy lejos y aun así nos hicimos amigos, tan rápido que parecía algo increíble por las diferencias que habían entre los dos.
—¿Qué tiene esto que ver con mi primo? —pregunté irritada
Aiden dio un paso hacia mí sin dejar de mirarme
—Esa chica solía decir cosas sin sentido, desvariaba todo el tiempo, ella creía en el cielo y las estrellas, una noche, con muchas copas encima me hizo mirar a las estrellas y me dijo que pidiera un deseo. Yo me reí, por supuesto, le aclaré que las estrellas no concedían deseos, ¿Sabes que me respondió ella?
Mordí mis labios, alejando las lágrimas y asentí
Por supuesto que lo sabía, esa chica era yo.
— A veces hay que tener un poco de fe. —repetí recordando esa noche, hace diez mil lunas en el jardín de la casa de Devon, él y yo.
Aiden asintió
—Luego ella se fue, y no la volví a ver —continuó— pero sus palabras se quedaron conmigo, tanto así, que sin darme cuenta me quedé observando las estrellas por la noche pidiendo el mismo deseo cada vez.
No podía imaginarlo observando el cielo por las noches pidiendo un deseo, siguiendo mis palabras.
—¿Y te lo concedieron? —pregunté
—Sí, hace unas semanas lo hicieron —sonrió, fue una sonrisa débil y baja—. Al final, esa chica algo desvariada tuvo razón. A veces hay que tener un poco de fe.
Aiden tomó mi mano, entrelazó nuestros dedos y su seguridad se quedó en mí, latente.
Había que tener fe.
Juntos, caminamos hacia donde el Padre aguardaba. El sacerdote, mi tía y mi madre estaban dentro, al lado de la incubadora, no permitían el ingreso de más personas, con nosotros ya éramos demasiados, la enfermera nos indicó la indumentaria que debíamos vestir, el gorro, la mascarilla, los guantes.
El bebé se mantenía dentro de la incubadora, con los cables conectados a su cuerpecito, ignorante de todo lo que sucedía alrededor de él, su piel seguía rosadita, sus dedos seguían siendo diminutos. No sé porque una parte de mí esperaba encontrar algún cambio en su anatomía
Todo seguía igual, lo único que corría, cambiaba y se nos iba era el tiempo.
—¿Ustedes son los padrinos? —el Padre preguntó y Aiden y yo asentimos.
Algunas enfermeras estaban cerca observando, no sabía si era mi imaginación pero me pareció que algunas estaban llorando.
Mi tía estaba en una silla de ruedas, con sus ojos fijos en el bebé, como si estuviese en otra dimensión. Mi madre estaba de pie, detrás de ella, con sus manos en sus hombros.
Nancy me observó, sonreí hacia ella, la sonrisa más bonita y feliz que pude emitir. "Estaremos bien" quise decir.
—¿Y el padre de la criatura? —preguntó el Sacerdote.
Mi sonrisa se deshizo, Nancy se mantuvo intacta.
—Falleció hace unas semanas
El padre soltó un suspiro y cerró sus ojos
—Que Dios lo tenga en su gloria. —Murmuró antes de hacer la señal de la cruz— En el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo
Cada uno de nosotros repitió la señal de la cruz
— Estamos haciendo una excepción en este Bautizo debido a las condiciones pero he de informarles que en cuanto la criatura esté en condiciones, habrá que realizar la ceremonia como Dios manda en la Iglesia.
— Por supuesto — mi madre respondió.
— ¿Cuál es el nombre de la criatura? —preguntó
— Bodric. Bodric Andrés Berek Martínez —respondió mi tía
— Bodric Andrés Berek Martínez — El sacerdote repitió— ¿Confirma usted Nancy Martínez que desea que su hijo sea bautizado bajo el nombre del señor?
—Sí, deseo que mi hijo sea bautizado.
El padre nos miró a Aiden y a mí
— El nombre de los padrinos
— Fabiola Pardo
— Aiden Strachan
— ¿Se comprometen ustedes a ayudar a la madre en lo que necesite en el cuidado del bebé? ¿Se comprometen a cuidarlo, quererlo, educarlo en la fe y hacer de él una persona de fe, a partir de ahora y por lo que resta de su vida?
Aiden y yo nos miramos, mis ojos fijos en los de él, no estábamos casándonos pero aun así estábamos haciendo una promesa ante los ojos de Dios y se sentía tan intenso que mi piel se erizaba
—Me comprometo — respondimos al mismo tiempo sin romper el lazo entre nuestras miradas
El Padre leyó algunos versos de la Biblia, dijo unas palabras cortas de concilio y sabiduría, antes de, simbólicamente supuse, verter algunas gotas de agua alrededor dado que no podíamos sacar al gusanito de la incubadora para mojar su cabeza.
—Yo te reclamo a ti, Bodric Andrés Berek Martínez en nombre de Cristo nuestro salvador mediante la señal de la cruz. En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, amen.
La ceremonia fue corta y rápida por el inconveniente de estar en esta área restringida tanto tiempo pero me dejó un sentimiento de paz que me hizo confiar en que el gusanito se salvaría.