AIDEN STRACHAN
En Evanna’s Place todo estaba igual a como lo había dejado días atrás, Lisseth, gracias a Dios por ella, llevaba el control tan eficazmente que muchas veces, mi presencia ni siquiera era requerida.
El nuevo integrante de nuestro equipo, un joven de unos dieciocho años se había adaptado muy bien al ritmo del trabajo. ¿Lo mejor de todo? No intentaba sacarme fotos cada vez que le daba la espalda.
— Buenos días —saludé a varias personas que en cuanto me vieron, sonrieron hacia mí.
Era agradable ser bien recibido por los clientes.
— Lisseth. ¿Cómo andas?
La aludida alzó su rostro hacia mí, sorprendida por completo de verme.
— Pensé que estabas de viaje — soltó sin regresarme el saludo.
— Lo estuve.
Coloqué la carpeta que llevaba en la barra, con la sonrisa intacta en mi rostro, estos últimos días dejar de sonreír era algo difícil por hacer, había dejado a mi esposa, sí, mi esposa, en la universidad hace unos minutos y luego me vine a trabajar.
La verdad era que no quería regresar tan pronto, por mí, me quedaría en la Luna de miel con mi esposa por unos cuantos días más, pero ella tenía clases y yo debía, en algunas ocasiones, ser una persona responsable.
— ¿Qué traes ahí? — Lisseth miró la carpeta que acaba de depositar con sospecha antes de mirar de nuevo mi rostro— ¿Esa sonrisa en tu cara se debe al vídeo que vi hace unos días de ti con Fabiola?
Alcé mis cejas algo sorprendido, pero no dejé de sonreír
— ¿Lo viste?
— Claro que lo vi, si hasta lo pasaron en la televisión.
Los noticieros me mosqueaban
— Te tengo una sorpresa—le dije.
Lisseth dejó el vaso que sostenía en la barra, al lado de la carpeta, con más curiosidad.
— ¿Que sorpresa?
Deslicé la carpeta hasta su lugar, esperando que la tomara pero su atención se quedó fija en mi mano
— ¿Qué es eso que traes en el dedo?
Si era posible mi sonrisa se amplió
— Se supone que es una alianza. — y digo se supone porque seguro como el infierno ese anillo no sería mi alianza de boda por mucho tiempo.
— Es bastante fea, déjame decirte. ¿Dónde la… —Lisseth hizo silencio, como si acabase de llegar a una comprensión —¿Dijiste alianza?
Asentí
— ¿Alianza de qué?
— Alianza de boda, Lisseth, ¿de qué más?
— Pero bueno Aiden, para tener una alianza de boda primero debes estar casado
— Lo sé — dije dando un golpecito en la carpeta para dirigir su atención ahí.
Lisseth se cruzó de brazos y cómo me di cuenta que no le prestaría atención a la carpeta decidí abrirla yo mismo
— La última vez que revisé tú no estabas ca… — Liseth se calló, mirando el papel que estaba dentro de la carpeta y su boca se abrió — ¡No!
— Sí.
— ¡¿Te casaste?! — gritó y vaya que fue un grito que se escuchó en todo el café
Muy seguro todos los ojos estaban puestos en nosotros gracias a su grito, en otro momento este suceso me incordiaría, atraer la atención y que se ventile ante todos mi vida privada, me molestaba, pero justo ahora, me importaba una mierda. Que se enterase quien se quisiese enterar.
Me casé y jamás pensé que el hecho de casarme me haría tan feliz.
Con Alexandra, le tenía terror y me incomodaba el tema de una boda, cada vez que ella lo sacaba a relucir huía o cambiaba la conversación, atarme a un compromiso de esa magnitud me generaba escalofríos, nuestra relación se arruinó entre muchas cosas, por mi incapacidad de establecer un compromiso de ese tipo con ella. Ella deseaba casarse, yo no, por lo tanto, terminamos.
Con Hilka, me agradaba la idea de casarme y formar una familia pero era un tipo de felicidad tranquila, calmada, de esa felicidad que te hace sentir simplemente bien.
Pero con Fabiola… Con Fabiola era un tipo de felicidad que consumía, que te llenaba y te explotaba, tan fuerte y potente que la verdad, no tenía ningún sentido.
— Sí. —respondí— Fabiola y yo nos casamos.
—No te creo.
Señalé el acta de matrimonio de nuevo, ante sus ojos, donde claramente estaban escritos nuestros nombres.
— ¿Quieres que lo lea por ti? ¡Felicitarme Lisseth! Oficialmente soy un hombre casado.
La boca de Lisseth por poco caía al suelo.
—Pero ¿ustedes se volvieron locos? ¿Cómo se van a casar? Y… ¿Nancy lo sabe?
Resoplé, recordando el mal rato de unas horas atrás, pero ni siquiera eso minimizaría mi felicidad.
— Rupert, Nancy y Marisol, la madre de Fabiola, ya se enteraron y no estuvieron muy contentos. Ahora, tú, ¿también te unirlas a ellos?
Lisseth se lamió el labio inferior antes de volver a mirarme.
— ¿Eres feliz Aiden?
— Tan feliz como se puede llegar a ser.
Me dirijo una mirada dulce antes de sonreír
—Se nota. —me dio un abrazo. Lisseth y yo éramos contemporáneos pero de alguna manera, ella tenía un aura maternal que hacía que nuestras edades pasasen desapercibidas — Me alegra por ustedes. ¡Enhorabuena, Aiden!
— Gracias — respondí devolviendo el abrazo— Pareces ser la primera persona en alegrarse
Lisseth hizo una mueca al alejarse
— ¿Tal mal se lo tomaron?
Asentí tomando otra vez la carpeta que contenía mi acta de matrimonio
— Oye, Aiden. ¿Hilka lo sabe?
Hilka
Joder, no había pesado en ella en lo más mínimo, no, no lo sabia y si la noticia empezaba a rondar lo mejor sería que se enterara por mi y no por terceros, no creía que se lo tomara a mal pero aun así, debía de ser una noticia algo difícil de procesar.
— Aún no.
— Deberías llamarla. —expresó
Asentí, sabía que debía hacerlo pero tampoco deseaba ganarme otro problema con Fabiola, de alguna manera, ella y yo tendríamos que llegar a un acuerdo sobre Hilka. Hilka era mi amiga, en los últimos años pasamos por muchas cosas juntos, no pretendía dejar de verla, ni de hablarle y eso era algo que Fabiola debía aceptar.