—¡Mira más de cerca! —me dijo Barmuto.
Me acerqué al retrato y comencé a examinarlo. ¡Sí, era Orest! Incluso distinguí mi famosa pulsera azul de agua en su muñeca, porque el retrato era hasta la cintura*. Orest sostenía en sus manos un objeto desconocido, algo parecido a un entrelazado de hilos o varillas delgadas. Su expresión era serena, y su mirada tenía un leve destello burlón. Sentí un escalofrío. ¿De dónde venía ese retrato? ¿Por qué estaba aquí? Miré a Barmuto, buscando respuestas, pero él solo se encogió de hombros, volvió a mirar el cuadro y comentó:
—Esto es nuevo. Orest nunca ha sido amigo de las cámaras, mucho menos de dar entrevistas a la prensa. Siempre evitaba todo eso. Y este retrato parece una recorte de revista o de periódico, enmarcado. Y fíjate en sus ojos.
Me fijé mejor. Los ojos azules de Orest, siempre limpios como el cielo de primavera, ya no eran iguales. Alrededor del iris se formaba un halo oscuro. Aún no muy marcado, parecía solo una dilatación de las pupilas… pero aquellas manchas negras ya eran visibles.
En ese momento, crujió la puerta de entrada, algo se golpeó en el pasillo y Kasia entró en la habitación con un balde esmaltado lleno de leche.
—¡Ah, ya veo que están admirando al guapísimo Teros! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¿A que es lindo? ¡Qué suerte tuvo la sombra de Zoria de que él llegara justo a tiempo del otro lado del paso! La gente de allá siempre es tan peculiar. ¡Y sus sombras, las más poderosas! Pero bueno, ¡vamos, quítense esas capas, lávense las manos y vengan a cenar! Después les muestro dónde está su habitación. ¿Dormirán juntos o cómo?
Esa pregunta me descolocó y me hizo enrojecer hasta las orejas, aunque por suerte seguía con la máscara puesta. Barmuto, con toda calma, respondió:
—Gracias, Kasia, pero somos hermanos de sangre. Así que, si no hay cuartos separados, dormiremos en el mismo, pero por separado. Aunque, mejor aún, yo dormiré en el altillo, sobre la paja. Vi que hay uno sobre el establo.
Kasia lo miró de forma extraña y preguntó:
—¿Y tu sombra? ¿Ya te dividiste?
Ahí fue cuando Barmuto se quedó sin palabras. Había que pensar algo rápido para distraer a Kasia de aquella pregunta tan peculiar. Así que me agarré la cabeza y gemí:
—¡Ay, no me siento bien! ¡Me está dando vueltas todo! —me tambaleé, y la verdad, estaba agotada.
Kasia se alarmó, corrió hacia mí y, junto con Barmuto, me ayudó a sentarme en el banco y quitarme la capa y la máscara. Al ver mi rostro, Kasia sonrió feliz:
—¡Ay, qué dicha la que ha entrado a mi casa! Mara, estás tocada por el sol, tu cabello peinado por el sol… ¡me traerás fortuna! ¡Qué día, qué día! —decía mientras me ofrecía un vaso de agua—. Perdí a mi esposo, pensé que el mundo se me acabaría, y mira tú, ¡la Oscuridad me envió consuelo! Tendré felicidad en casa por siete años enteros.
Barmuto y yo nos miramos, sin entender nada...
_______________
*Retrato de medio cuerpo: representa a una persona desde la cabeza hasta la cintura o cadera. Existen retratos de busto, de medio cuerpo y de cuerpo entero.
Editado: 01.06.2025